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«Sancta Maria, Stella maris» —Santa María, Estrella del mar, ¡condúcenos Tú!
—Clama así con reciedumbre, porque no hay tempestad que pueda hacer naufragar el Corazón Dulcísimo de la Virgen. Cuando veas venir la tempestad, si te metes en ese Refugio firme, que es María, no hay peligro de zozobra o de hundimiento.
(San Josemaría Escrivá, Forja n. 1055)
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