Es probable que los promotores del motu proprio Traditionis Custodes no contaran con la avalancha de críticas que han seguido a su publicación. Cardenales y obispos, sacerdotes y laicos han alzado su voz para salir en defensa de la liturgia tradicional, de sus fieles y del gran legado litúrgico de Benedicto XVI. Un rasgo común a toda esta vasta literatura «contestaria», que crece de día en día, es el convencimiento de que Traditionis Custodes no se fundamenta supra firmam petram (cf. Mt 7, 25), sobre roca firme, sino más bien sobre arenas movedizas. Estaríamos en presencia de un documento de escasa consistencia teológica y pastoral, precipitado y sesgado en algunas de sus apreciaciones, que reabre innecesariamente una herida casi ya cicatrizada por la exquisita prudencia pastoral de Benedicto XVI.
Traditionis Custodes parece no comprender que el motu proprio de Benedicto XVI Summorum Pontificum responde a una preocupación doctrinal mucho más profunda que las medidas tomadas por Juan Pablo II en 1988, condicionadas sobre todo por el doloroso suceso de las ordenaciones episcopales de Mons. Lefebvre. Casi 20 años después, con Summorum Pontificum Benedicto XVI retomaba un problema de mucho mayor envergadura, incluso anterior a las rencillas doctrinales con el sector tradicionalista. El Papa Ratzinger quería poner los cimientos para una reconciliación definitiva de la Iglesia consigo misma, con su pasado y su historia, reafirmar la continuidad de la Tradición litúrgica de la Iglesia como expresión de su fe auténtica, puesta en tela de juicio por una concepción rupturista del concilio Vaticano II, que finalmente fue la que se impuso y que está a la base de la gran crisis que hoy sufre el catolicismo. De paso, sin duda, se trataba de ofrecer un gesto de concordia y benevolencia a la FSSPX. Sin embargo, Traditionis Custodes con su Carta aneja a los obispos, parece trastocar las prioridades de Benedicto XVI, quizá con el objeto de justificar la misma dureza de sus disposiciones, no exentas -cuesta decirlo- de un extraño encono.
En una entrevista con Peter Seewald el Papa emérito, habiendo ya renunciado al pontificado, fue bien explícito al respecto. Dejo a continuación dos de las preguntas que su interlocutor le dirigió sobre el tema. Es necesario leer atentamente estas palabras de Benedicto para no quedar atrapados por las inexactitudes de los recientes documentos.
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«Una pregunta sobre la autorización de la misa tridentina: este esfuerzo tuvo algo de titubeante. ¿Se debió a las resistencias dentro de la propia Iglesia?
Sin duda. Porque existe, por una parte, el miedo a una restauración y luego, por otra, gente que entiende equivocadamente la reforma. No se trata de que ahora haya otra misa. Son dos modos de celebrarla ritualmente, pero que forman parte de un rito básico. Siempre he dicho y sigo diciendo que es importante que cuanto en la Iglesia antes era lo más sagrado para las personas no se convierta de repente en algo prohibido. No puede ser que una sociedad prohíba lo que antes consideraba esencial. La identidad interior del otro debe permanecer visible. De ahí que para mí no se trataba de consideraciones tácticas y Dios sabe qué, sino de la reconciliación interior de la Iglesia consigo misma.
La reautorización de la antigua misa se interpreta con frecuencia sobre todo como una concesión a la Fraternidad Sacerdotal de San Pio X.
¡Eso es
absolutamente falso! Para mí era importante que la Iglesia estuviera en armonía
consigo misma, con su propio pasado. Que lo que antes era sagrado para ella no
se considerara ahora algo erróneo. El rito no puede sino evolucionar. En este
sentido la reforma era conveniente. Pero no se puede quebrar la identidad. La
Fraternidad Sacerdotal San Pío X se basa en que hay gente que tiene la
sensación de que la Iglesia se ha negado a sí misma. Eso no puede ser. Pero,
como ya he dicho, mi intención no era de naturaleza táctica; antes bien, lo que
me preocupaba era el asunto en sí. Por supuesto, ese es también un punto en el
que, en el momento en que se ve aflorar una escisión eclesial, el papa está
obligado a hacer lo posible por impedirla. De ello forma parte asimismo el
intento de reintegrar a estas personas, si es posible, a la unidad de la
Iglesia». (Benedicto XVI, Últimas conversaciones con Peter Seewald,
Bilbao 2o16, pp. 248-249).
La aclaración de Su Santidad Benedicto XVI y el panfleto de Bergoglio, es la que media entre una visión eclesial, clarividente y responsable por una parte, y la ignorancia irresponsable y revolucionaria, por otra.
ResponderEliminarSería de sumo provecho para todos permitir el rico ofertorio del misal de 1962, facultativamente
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