Infovaticana publicó el mes pasado dos interesantes entrevistas a Natalia Sanmartín Fenollera, autora de la exitosa novela El despertar de la señorita Prim (2013) y, más recientemente, Un cuento de Navidad para Le Barroux (Planeta, 2020). Natalia Sanmartín es en nuestros días una de las grandes difusoras en lengua hispana del proyecto ideado por John Senior para salvar nuestra cultura cristiana. Para el profesor norteamericano, la cultura cristiana es esencialmente la Misa y todo lo que ha nacido y crecido en torno a ella. Por esta razón, la liturgia tradicional ha jugado y seguirá jugando un papel capital en la preservación y restauración de nuestra cultura occidental. Caro ha sido el precio que la Iglesia ha debido pagar por cierta desidia en la custodia de su patrimonio litúrgico. Selecciono a continuación algunos párrafos donde Natalia Sanmartín expone sus ideas al respecto, ideas que no solo animan su obra literaria, sino que informan también su propia vida.
«Cuando leí La restauración de la cultura cristiana, estaba en la mitad de El despertar de la señorita Prim, y fue como encontrar ordenadas, pensadas y sistematizadas algunas de las intuiciones que me llevaron a escribir la historia. Senior sostenía que la cultura cristiana es la misa y todo lo que se ha generado a su alrededor a lo largo de los siglos para enriquecerla y protegerla. Es la misa tradicional, con su liturgia milenaria, la que santificó a los grandes santos de la iglesia, fue arrinconada y casi proscrita en los años sesenta con la reforma litúrgica, defendida en soledad por quienes se resistieron a esa reforma y finalmente rehabilitada, por decirlo de algún modo, por Benedicto XVI, a quien mucha gente no podrá agradecer nunca lo suficiente esa intervención. Esa misa se ha convertido en los últimos años en un camino de vuelta a casa o de descubrimiento de la fe para mucha gente, especialmente cuando el culto se desnaturaliza, se mundaniza y se banaliza cada vez más, cuando el modo de administrar y de recibir los sacramentos se desacraliza, y hay mucha gente herida y desorientada».
Hablando de San Ireneo de Arnois, la aldea imaginaria donde se desarrolla la trama de su novela, la autora comenta:
«Tienen una abadía que celebra la antigua liturgia, en la que se trata con reverencia el cuerpo de Cristo, que es tocado solo por manos consagradas y que se recibe en la boca, como ha acostumbrado a hacer la Iglesia hasta antes de ayer, como han comulgado grandes santos y todos los cristianos durante siglos, que tal vez no leían mucha teología, pero que tenían muy clara la diferencia que existe entre un sacerdote y un laico. En San Ireneo tienen mucho más de lo que la Iglesia ofrece ahora mismo a buena parte de sus fieles, a los que saben cómo y en qué condiciones se introdujo la comunión en la mano y a todos los que, en conciencia, como es mi caso, no pueden aceptarla».
«Sí, la iglesia está viviendo un proceso de secularización muy fuerte, paralelo al que vive el mundo y la cultura occidental, y mucho más grave. Vivimos una crisis profunda, inmersos en un mundo y una cultura que mayoritariamente ya no son cristianos y que rechazan explícitamente lo cristiano, una crisis que no es nueva, aunque ahora parezca acelerarse. Esa crisis ha abierto fugas de agua en la Iglesia y ha generado diferencias profundas y cada vez más explícitas, no solo en la doctrina, sino también en la liturgia, en el culto. Hay una parte de la Iglesia que cree que la fe cristiana y el culto deben cambiar con los tiempos, deben adaptarse poco a poco a esos cambios, abrirse, por decirlo así, al mundo. Y hay otra que sigue a la regla de San Vicente de Lerins, que enseñaba que los cristianos deben aferrarse a lo que siempre, en todas partes y por todos ha sido creído, a la fe de los apóstoles, que no cambia del mismo modo que no cambia Dios. El cardenal Newman advertía hace más de un siglo sobre ese fenómeno, sobre la capacidad del modernismo religioso, que es como él denominaba a esa infiltración, para adulterar y destruir progresivamente la fe. Yo creo que en la lucha contra ese proceso destructivo, la misa tradicional, con su enorme profundidad, su reverencia y su belleza, tiene un papel central, y creo que la restauración, si llega, llegará por y a través de ella».
(Los destacados son nuestros).
Fuente:
No hay comentarios:
Publicar un comentario