sábado, 27 de marzo de 2021

SILENCIO Y PALABRA

En un mundo anegado por palabras y discursos livianos, de escasa sustancia, con pretensiones de férreo dominio sobre ideas y emociones, resulta refrescante la siguiente consideración del Cardenal Journet sobre el Verbo como Palabra silenciosa de Dios. Tenemos derecho a sospechar de las palabras que no proceden de una rica y profunda interioridad, porque «en la tierra el silencio es la garantía de las palabras verdaderas».

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«El Verbo es una Palabra silenciosa. Incluso las palabras de Cristo en su vida mortal están rodeadas de silencio. Nacen del silencio en que Él ansia vivir. 

Ante todo, del silencio de su vida oculta. Venido para anunciar la verdad a todos los tiempos del mundo, he aquí que no habla más que tres años y se calla durante treinta y, sin embargo, cada una de sus palabras podía iluminar la desesperación de una vida humana. 

En segundo lugar, de los silencios de su vida pública. Después del Bautismo, «en seguida el Espíritu le empujó hacia el desierto; y permaneció en él cuarenta días, tentado por Satanás y moraba entre las fieras» (Mc 1, 13). Está solo cuando la Samaritana viene al pozo de Jacob. Le gusta retirarse a los montes: «Salió hacia la montaña para orar, y pasó la noche orando a Dios. Cuando llego el día, llamó a Sí a sus discípulos y escogió a doce de ellos, a quienes dio el nombre de apóstoles» (Lc 6, 12-13). Cuando la primera multiplicación de los panes, «una vez que despidió a la muchedumbre, subió a un monte apartado para orar, y llegada la noche, estaba allí» (Mt 14, 23). En la agonía, se separa de los tres apóstoles a la distancia «como de un tiro de piedra» (Lc 22, 41). 

En la tierra el silencio es la garantía de las palabras verdaderas. ¿De qué valen las palabras que no van transidas de silencio? Son hojas muertas que lleva el viento (Charles Journet, Las siete palabras de Cristo en la Cruz, Madrid 1976, p. 45).

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