El Cardenal Müller
conversa con Martin Mosebach.
Foto: Present
El
pasado 13 de octubre, el periódico católico francés Présent
ha publicado una entrevista al conocido escritor alemán
Martin Mosebach con ocasión del Congreso Summorum Pontificum realizado en Roma, el
pasado mes de septiembre, para celebrar los 10 años de este importante documento de
Benedicto XVI. Las intuiciones siempre vivas y sugerentes del literato alemán, ameritan su publicación en español.
Entrevista con Martin Mosebach: un gran defensor de la liturgia
tradicional.
Martin
Mosebach es un famoso escritor alemán, conocido a la vez como novelista,
guionista, dramaturgo, ensayista y poeta. En el año 2007 ganó el Premio
Georg-Büchner, uno de los premios literarios más prestigiosos del país. Sus
artículos sobre su descubrimiento y defensa de la liturgia tradicional han
causado algún revuelo, y su voz no puede ser ignorada. Fue uno de los ponentes
en el Coloquio del 14 de septiembre en Roma con ocasión de la peregrinación de
Summorum Pontificum
‒ ¿Cuál ha sido el papel que ha jugado el descubrimiento de
la liturgia católica tradicional en el crecimiento de su fe católica?
‒ Es el descubrimiento de
la liturgia tradicional lo que me devolvió a la Iglesia. Yo no soy un teórico
ni un filósofo, sino más bien una persona práctica: la liturgia tradicional fue
para mí la forma visible de la Iglesia y, por tanto, de la Iglesia misma. La
religión de la Encarnación posee un rito de la encarnación. El lado físico del
rito me convence porque el Dios de los cristianos se ha hecho carne.
‒ ¿Qué cambiaría hoy a lo dicho en su libro «La liturgia y su
enemigo, la herejía de lo informe» publicado (en el caso de la traducción
francesa) en 2005?
‒ Después de haber
enviado innumerables cartas a Roma, me quedó claro que en el corazón de la
Iglesia no había ninguna voluntad decidida de alentar verdaderamente la
liturgia tradicional. El papa Juan Pablo II no mostraba mayor interés en la
liturgia y el cardenal Ratzinger se topó con una violenta resistencia contra
todo lo que quería hacer en el campo de la liturgia. Yo estaba convencido de
que escribía por una causa perdida. Por otro lado, hoy la situación de la
liturgia se presenta mejor.
‒ En el año 2005, usted escribía en particular que el
católico ligado al rito tradicional no tenía «ningún derecho a la esperanza».
¿Lo tiene ahora? ¿Y en qué medida?
‒ Sería poco razonable
afirmar que Summorum Pontificum no haya mejorado considerablemente la situación
del rito tradicional. La mayor esperanza radica en los jóvenes sacerdotes,
mucho más favorables al antiguo rito. Pero no debemos olvidar que el combate
está lejos de terminar. La mayoría de los católicos han perdido el sentido
litúrgico. Muchos católicos piadosos no comprenden en absoluto el problema de
salvaguardar la liturgia tradicional. A esto se añade todavía la habitual
incomprensión de una gran parte de los obispos. Mi esperanza se funda en una
conversión impredecible de mentalidad; solo ella puede permitir un amplio
reconocimiento del rito tradicional.
‒ Estamos celebrando en el 2017 el décimo aniversario del
motu proprio de Benedicto XVI, que precisamente ha declarado que el rito
tradicional nunca fue prohibido, en contra de lo que afirman muchos sacerdotes
e incluso obispos, rito tradicional que el papa ha querido sacar de las
catacumbas ¿Pero qué cosa sucede hoy en este campo? ¿En Alemania, por ejemplo?
‒ Hay efectivamente muchos
más lugares donde se puede celebrar el rito tradicional, pero son en gran
medida insuficientes. Sobre todo, se impide a los sacerdotes diocesanos
celebrar el rito tradicional. En las parroquias ordinarias, solo una pequeña
parte de los católicos tiene la posibilidad de llegar a conocerlo. El que lo
busca puede ahora encontrarlo en Alemania, pero para buscarlo, es necesario
conocerlo y la mayoría todavía está muy lejos de esto.
‒Usted plantea el problema de los cantos interpretados
durante la misa en Alemania, que no son muy antiguos (se insertaron para
responder al protestantismo). ¿Está de acuerdo en esto con el cardenal Sarah y
su alabanza del silencio?
‒ El problema de los cantos consiste, sobre todo,
en que ocultan el desarrollo de la liturgia. La liturgia es confusa para los
feligreses cuando ellos cantan y el sacerdote está haciendo algo completamente
diferente. Se trata de un problema esencialmente alemán, que aún no es
demasiado importante; la mayoría de las canciones son muy bellas, pero
perturban la liturgia. El elogio del silencio del que ha hablado el Cardenal
Sarah creo que se refiere sobre todo al silencio del Canon, que naturalmente no
se pronuncia en voz alta.
Mi discurso contra los cantos era sobre todo un
discurso en favor del canto gregoriano, un retorno a la música esencial de la
Iglesia, una música que es parte integrante de la liturgia y no su mera
decoración.
‒ Usted señala que el anti-ritualismo actual se debe más a
una debilidad religiosa, a una especie de astenia, que a una pasión religiosa.
¿No es esto peor que cualquier otra cosa?
‒ ¡Sí, es mucho más
serio! Las antiguas herejías se caracterizaron por una pasión violenta ‒los herejes a menudo
estaban dispuestos a arriesgar sus vidas y sus seguidores eran por lo general
ascetas‒; basta pensar en el
calvinismo francés. La crisis actual es el resultado de un aburguesamiento de
la Iglesia y propaga además una mediocridad burguesa. Su
fruto es la herejía del indiferentismo.
‒ Hoy, en Roma, en septiembre del 2017, con ocasión de este
aniversario del motu proprio Summorum Pontificum, ¿no vemos «a estos sacerdotes
y monjes inflexibles que ahora mantienen viva la tradición con su resistencia,
para que un día no tenga que ser reconstruida de manera libresca (teórica)»
como eran sus deseos?
‒ Efectivamente, forma
parte de la gran dicha de este coloquio romano ver cómo un buen número de
jóvenes sacerdotes y monjes están listos para tomar la antorcha. En relación al
número total de católicos en el mundo, siguen siendo pocos, pero sin embargo
suficientes para mantener viva la cuestión del rito. También es una ventaja
especial que hoy existan muchas comunidades espirituales de carácter muy
diverso que se esfuerzan por mantener el rito tradicional; es algo
verdaderamente católico y muestra que el rito tiene su lugar en todas las
formas imaginables de espiritualidad.
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