Hoy,
2 de agosto, la Iglesia conmemora a Nuestra Señora de los Ángeles. Aprovecho la ocasión para presentar una breve y fina meditación del Beato J. H. Newman en la que contempla la
realeza de María sobre los ángeles en su relación al más augusto título de
Madre de Dios.
María es Regina
Angelorum,
Reina de los ángeles
"Puede
ser apropiado conectar este gran título con la Maternidad de María, es decir,
con la venida del Espíritu Santo sobre ella en Nazareth, después de la anunciación
del ángel Gabriel y del nacimiento de nuestro Señor en Belén. Como madre de
nuestro Señor ella está más cerca de Él que cualquier ángel, aun de los
serafines que lo rodean y claman continuamente “Santo, Santo, Santo”.
Los
dos Arcángeles que tienen un oficio especial en el Evangelio son San Miguel y
San Gabriel, y ambos están asociados con María en la historia de la
encarnación: Gabriel cuando descendió sobre ella el Espíritu Santo y Miguel
cuando nació el Divino Niño.
San
Gabriel la saludó como “llena de gracia” y “bendita entre las mujeres”, le
anunció que descendería sobre ella el Espíritu Santo y que tendría un Hijo que
iba a ser el Hijo de Altísimo.
Del
ministerio de San Miguel en el nacimiento del Hijo divino leemos en el
Apocalipsis escrito por el Apóstol San Juan. Sabemos que nuestro Señor vino
para establecer el Reino de los Cielos entre los hombres, y fue muy duro nacer
asaltado por los poderes del mundo que querían destruirlo. Herodes buscó
quitarle la vida, pero fue derrotado cuando José huyó a Egipto con el Niño y su
Madre. Pero San Juan nos dice en el Apocalipsis que Miguel y sus ángeles fueron
los guardianes reales de la Madre y el Niño, en ese momento y en otras
ocasiones.
San
Juan tuvo una visión, “un gran signo en el cielo”, entendiendo por cielo la Iglesia o el Reino de Dios:
“una mujer vestida de sol, con la luna bajo sus pies, y una corona de doce
estrellas sobre su cabeza”, y cuando estaba por dar a luz apareció “un gran
Dragón rojo”, es decir, el espíritu maligno, listo “para devorar a su hijo”
cuando naciera. El Hijo fue preservado por su propio poder divino, pero luego
el espíritu maligno la persiguió a ella. Sin embargo, San Miguel y sus ángeles
llegaron para el rescate y prevalecieron contra él.
“Hubo
una gran batalla”, dice el escritor sagrado. “Miguel y sus ángeles lucharon
contra el Dragón. También el Dragón y sus ángeles combatieron… Y fue arrojado
el gran Dragón, la Serpiente antigua, el llamado Diablo y Satanás” (Apoc 12,
1-9). Ahora como entonces, la Bienaventurada Madre de Dios tiene huestes de
ángeles que la sirven, y ella es su reina".(John Henry Newman, Meditaciones y Devociones, Buenos Aires,
2006, p. 49-50)
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