Con
piedad y paciencia los últimos papas han ido recogiendo lo que la reforma
litúrgica postconciliar desechó. Es el caso de la fiesta de hoy, el Santo
Nombre de María, que el beato Juan Pablo II, en el 2001, volvió a incluir en el
calendario romano; y se lo agradecemos de corazón, porque quisiéramos que el
dulce nombre de María no cesase jamás de estar en nuestros labios. A
continuación recojo un hermoso extracto del comentario de Santo Tomás de Aquino
al Avemaría:
“En
la antigüedad era sumamente honroso para los hombres que se le apareciesen los
ángeles, y consideraban timbre de gloria haber tenido ocasión de tributarles
reverencia. En elogio de Abrahán se escribe que dio hospitalidad a ángeles y
les rindió homenaje. Pero que un ángel tributase reverencia a un ser humano
jamás se había oído hasta el momento en que saludó a la Santísima Virgen
diciéndole respetuosamente: “Dios de salve”.
La
razón de que antiguamente fuesen los hombres quienes reverenciaran a los
ángeles y no al revés, estriba en el hecho de que los ángeles eran superiores a
los hombres, y esto en tres aspectos: Primero, por su dignidad… Segundo, por su intimidad con
Dios… Tercero, por la plenitud del
fulgor de la gracia divina…
Por
tanto, no era decoroso que un ángel tributase reverencia a un hombre hasta que
se encontrara en la raza humana una persona que lo sobrepasara en esos tres
aspectos. Esta persona fue la Santísima Virgen. Dando a entender que ella sí le
aventajaba, quiso el ángel rendirle homenaje, y la saludó diciendo: “Dios te
salve”. Así, pues, la Santísima Virgen
sobrepasó a los ángeles en los tres aspectos referidos.
Primero, en plenitud de gracia…
Y de tal manera es llena de gracia, que sobrepasa en su plenitud a los ángeles.
Por eso con razón se le llama “María”, que quiere decir “iluminada”: El señor llenará tu alma de resplandores
(Is 58, 11), y significa además “iluminadora de otros”, por referencia al mundo
entero; y se la compara a la luna y al sol.
Segundo, es superior a los
ángeles en intimidad con Dios…De tal manera es más íntima de Dios la Virgen
Santísima que cualquier ángel, que con ella está Dios Padre, Dios Hijo, Dios
Espíritu Santo, es decir la Trinidad completa. Por eso se le canta: “de la
augusta Trinidad noble aposento”.
Esas
palabras “el Señor es contigo”, son las más excelsas que se le podían haber
dicho. Con razón, pues, el ángel reverencia a la Virgen, por ser Madre del
Señor, y Señora por tanto. Y le conviene muy bien el nombre de “María”, que en
siríaco quiere decir “Señora”.
Tercero, excede a los ángeles en
limpieza…La Virgen quedó a cubierto de toda maldición, y por ello, “bendita
entre las mujeres”; porque sólo ella conjuró la maldición, trajo la bendición,
y abrió la puerta del paraíso. Por este motivo le va el nombre de “María”, que
significa “estrella del mar”; como la estrella del mar orienta a puerto a los
navegantes, así María dirige a los cristianos a la gloria” (Tomás de Aquino, Collationes super Avemaria).
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