La «astucia previsora» en el manejo de
los bienes y talentos que Dios nos concede en esta vida para alcanzar la
eterna, es la lección más obvia que Jesús quiere transmitirnos con la parábola del
administrador infiel o mayordomo astuto (Cf. Lc 16 1-13). San Agustín, y
más recientemente el Papa Benedicto, han destacado esta enseñanza de la parábola.
En ella se alaba la sagacidad del administrador infiel por su visión de futuro,
en contraste con esa astucia diligente, sí, pero terrena y mezquina, del protagonista
de la parábola del rico insensato (Cf. Lc 12, 13-21). En ambos relatos
late la misma invitación del Maestro: «No alleguéis tesoros en la tierra,
donde la polilla y el orín los corroen y donde los ladrones horadan y roban.
Atesorad tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el orín los corroen y
donde los ladrones no horadan ni roban» (Mt 6, 19.20).
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«¿Por qué propuso Jesucristo el Señor esta parábola? No le agradó aquel siervo fraudulento; defraudó a su amo y sustrajo cosas, y no de las suyas. Además le hurtó a escondidas, le causó daños para prepararse un lugar de descanso y tranquilidad para cuando tuviera que abandonar la administración. ¿Por qué propuso el Señor esta parábola? No porque el siervo aquel hubiera cometido un fraude, sino porque fue previsor para el futuro, para que se avergüence el cristiano que carece de determinación al ver alabado hasta el ingenio de un fraudulento. En efecto, así continuó: Ved que los hijos de las tinieblas son más sagaces que los hijos de la luz. Cometen fraudes mirando por su futuro. ¿Mirando a qué vida tomó precauciones aquel mayordomo? A aquella vida de la que tendría que salir cuando se lo mandasen. Él se preocupó por la vida que tiene un fin, y ¿no te preocupas tú por la eterna?». (San Agustín, Sermón 359, 10).
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«También hoy, con una parábola que suscita en nosotros cierta sorpresa porque en ella se habla de un administrador injusto, al que se alaba (cf. Lc 16, 1-13), analizando a fondo, el Señor nos da una enseñanza seria y muy saludable. Como siempre, el Señor toma como punto de partida sucesos de la crónica diaria: habla de un administrador que está a punto de ser despedido por gestión fraudulenta de los negocios de su amo y, para asegurarse su futuro, con astucia trata de negociar con los deudores. Ciertamente es injusto, pero astuto: el evangelio no nos lo presenta como modelo a seguir en su injusticia, sino como ejemplo a imitar por su astucia previsora. En efecto, la breve parábola concluye con estas palabras: «El amo felicitó al administrador injusto por la astucia con que había procedido». (Benedicto XVI, Homilía, 23-09-2007.
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