«San Felipe, el venerado apóstol de
Roma, que tuvo la dicha de morir el día mismo del Corpus Christi, yacía sobre
su lecho, extenuado de fuerzas por los males que le afligían; octogenario,
había llegado ya al término de su carrera. No habla el santo anciano; parece
que duerme. Pero no duerme; es que está absorto en Dios; está en espera y
aguarda… De repente un sonido de campanillas lo conmueve… ¡Es el Viático, es el
Señor que viene… el Señor! A este sonido, sus fuerzas retornan, sus miembros
parecen reanimarse; quiere arrojarse del lecho y arrodillarse a toda costa… Y
cuando ve aparecer el Santísimo Sacramento, no es ya hombre de la tierra; en
aquel momento, Felipe Neri es ángel del cielo; diré mejor, es un serafín
herido, un serafín que arde, que grita: ¡He ahí el Amor mío, he ahí el Amor
mío…dadme, dadme el Amor mío! Si nadie hubiese escrito la vida de San Felipe
Neri, esta escena de cielo bastaría para revelarla; bastaría este momento solo
para testificar la virtud de sus gloriosos ochenta años. El último grito de su
vida sería su panegírico más hermoso; y solo el Viático demostraría que era un
gran santo, y especialmente un grande enamorado del Santísimo Sacramento»
(Antonio de Castellammare, El alma eucarística, Ed. Casals, p. 261).
lunes, 26 de mayo de 2025
¡HE AHÍ EL AMOR MÍO, DADME EL AMOR MÍO!
lunes, 19 de mayo de 2025
DOS HERMOSAS COLECTAS DEL VIEJO MISAL
El antiguo misal es un tesoro de oraciones preciosas que no termino de descubrir del todo. En mis últimas vacaciones me topé con dos hermosas colectas, lamentablemente desaparecidas en el misal de Pablo VI, que han sido de gran provecho para mi meditación. Se trata de la colecta de la misa votiva de San Pedro y San Pablo y de la colecta de la misa votiva de la Pasión del Señor. En la primera, sobresale la idea de que los Apóstoles Pedro y Pablo, auténticos cimientos de la Iglesia, deben toda su fortaleza al potente brazo de Dios que los ha liberado de las turbulencias y profundidades del mar; es siempre su mano salvadora la que los saca a flote. La segunda es una maravillosa síntesis cristológica–espiritual: Jesucristo ha bajado del cielo para derramar copiosamente su sangre por nosotros y así darnos la posibilidad de que, colocados a su derecha, merezcamos escuchar de sus labios de Juez universal una sentencia favorable de salvación: Venid benditos de mi Padre, tomad posesión del reino…
Colecta de la misa votiva de San Pedro y San Pablo:
«Oh Dios, cuya diestra sostuvo a
Pedro caminando sobre las olas para que no se hundiese y salvó a Pablo, su
hermano en el apostolado, náufrago por tres veces, de lo más profundo del mar;
óyenos propicio, y concede que, por los méritos de ambos, alcancemos la gloria
de la eternidad. Tú que vives y reinas».
«Deus, cujus déxtera beátum
Petrum, ambulántem in flúctibus, ne mergerétur, eréxit, et coapóstolum ejus
Paulum, tértio naufragántem, de profundo pélagi liberávit: exáudi nos
propítius, et concéde; ut, ambórum méritis, æternitátis glóriam consequámur:
Qui vivis et regnas».
Colecta de la misa votiva de la Pasión
del Señor:
«Oh Señor Jesucristo, que desde el
seno del Padre has bajado de los cielos a la tierra para derramar tu preciosa
sangre en remisión de nuestro pecados; te suplicamos humildemente que,
colocados en el día del juicio a tu derecha, merezcamos oír: Venid, benditos.
Tú que con el mismo Dios Padre y el Espíritu Santo vives y reinas».
«Dómine Jesu Christe, qui de
coelis ad terram de sinu Patris descendísti, et sánguinem tuum pretiósum in
remissiónem peccatórum nostrórum fudísti: te humíliter deprecámur; ut in die
judícii, ad déxteram tuam, audíre mereámur: Veníte, benedícti: Qui cum eodem
Deo Patre et Spíritu Sancto vivis et regnas Deus, per ómnia sǽcula sæculórum».