Extracto de la homilía pronunciada por Benedicto XVI
en la Basílica de la Anunciación (Nazaret) durante la celebración de las Vísperas
el jueves 14 de mayo de 2009.
* * *
«L0 que
sucedió aquí en Nazaret, lejos de la mirada del mundo, fue un acto singular de
Dios, una poderosa intervención en la historia, a través de la cual un niño fue
concebido para traer la salvación al mundo entero. El prodigio de la
Encarnación continúa desafiándonos a abrir nuestra inteligencia a las
ilimitadas posibilidades del poder transformador de Dios, de su amor a
nosotros, de su deseo de estar unido a nosotros. Aquí el Hijo eterno de Dios se
hizo hombre, permitiéndonos a nosotros, sus hermanos y hermanas, compartir su
filiación divina. Ese movimiento de abajamiento de un amor que se vació a sí
mismo, hizo posible el movimiento inverso de exaltación, en el cual también
nosotros fuimos elevados para compartir la misma vida de Dios (cf. Flp 2,
6-11).
El
Espíritu que "vino sobre María" (cf. Lc 1, 35) es el
mismo Espíritu que aleteó sobre las aguas en los albores de la creación
(cf. Gn 1, 2). Esto nos recuerda que la Encarnación fue un
nuevo acto creador. Cuando nuestro Señor Jesucristo fue concebido por obra del
Espíritu Santo en el seno virginal de María, Dios se unió con nuestra humanidad
creada, entrando en una nueva relación permanente con nosotros e inaugurando la
nueva creación. El relato de la Anunciación ilustra la extraordinaria cortesía
de Dios (cf. Madre Juliana de Norwich, Revelaciones 77-79). Él
no impone su voluntad, no predetermina sencillamente el papel que María
desempeñará en su plan para nuestra salvación: él busca primero su
consentimiento. Obviamente, en la creación original Dios no podía pedir el
consentimiento de sus criaturas, pero en esta nueva creación lo pide. María
representa a toda la humanidad. Ella habla por todos nosotros cuando responde a
la invitación del ángel.
San
Bernardo describe cómo toda la corte celestial estuvo esperando con ansiosa
impaciencia su palabra de consentimiento gracias a la cual se consumó la unión
nupcial entre Dios y la humanidad. La atención de todos los coros de los
ángeles se redobló en ese momento, en el que tuvo lugar un diálogo que daría
inicio a un nuevo y definitivo capítulo de la historia del mundo. María dijo: ‘Hágase
en mí según tu palabra’. Y la Palabra de Dios se hizo carne».
Fuente: vatican.va
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