jueves, 23 de mayo de 2024

JESUCRISTO SUMO Y ETERNO SACERDOTE

En la tercera parte de la Suma Teológica Santo Tomás de Aquino dedicó una interesante cuestión al sacerdocio de Jesucristo, uno de los oficios principales por los que ha llevado a cabo nuestra redención. Recojo a continuación las respuestas a los artículos de si compete a Cristo el ser sacerdote y si su sacerdocio es eterno.

1. «El oficio propio del sacerdote es el de ser mediador entre Dios y el pueblo, en cuanto que: por un lado, entrega al pueblo las cosas divinas, de donde le viene el nombre de sacerdote, equivalente a el que da las cosas sagradas, conforme a las palabras de Mal 2, 7: Buscarán la Ley de su boca, es decir, del sacerdote. Y por otro, ofrece a Dios las oraciones del pueblo, e igualmente satisface a Dios por los pecados de ese mismo pueblo. Por eso dice el Apóstol en Heb 5, 1: Todo pontífice tomado de entre los hombres, en favor de los hombres es instituido para las cosas que miran a Dios, para que ofrezca ofrendas y sacrificios por los pecados. Y esto compete principalmente a Cristo, pues por medio de él han sido conferidos dones a los hombres, según palabras de 2 Pe 1, 4: Por él, esto es, Cristo, nos hizo merced de preciosos y sumos bienes, para que por ellos os hagáis partícipes de la naturaleza divina. El reconcilió también al género humano con Dios, según el pasaje de Col 1, 19-20: En él, esto es, en Cristo, plugo (al Padre) que habitase toda la plenitud, y reconciliar por él todas las cosas. Luego a Cristo le compete de forma suprema ser sacerdote» (S. Th., III, q. 22, a. 1 c.)

2. «En el sacrificio del sacerdote pueden considerarse dos cosas: primero, la oblación del sacrificio; segundo, la consumación del mismo, que consiste en que consigan el fin del sacrificio aquellos por quienes se ofrece. Pero el fin del sacrificio ofrecido por Cristo no fueron los bienes temporales, sino los eternos, que alcanzamos por su muerte, por lo que se dice en Heb 9, 11 que Cristo está constituido pontífice de los bienes futuros. Por este motivo se dice que el sacerdocio de Cristo es eterno. Y esta consumación del sacrificio de Cristo estaba prefigurada en el hecho de que el sumo sacerdote de la ley antigua entraba, una vez al año, en el lugar santísimo con la sangre de un macho cabrío y de un novillo, como se dice en Lev 16, 11-15, aunque no inmolaba tales animales dentro del lugar santísimo, sino fuera. Del mismo modo entró Cristo en el lugar santísimo, esto es, en el mismo cielo, y nos preparó el camino para entrar por la virtud de su sangre, que derramó por nosotros en la tierra» (S. Th., III, q. 22, a. 5).


 

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