sábado, 12 de junio de 2021

CARDENAL ZEN DEFIENDE SUMMORUM PONTIFICUM

Cardenal Joseph Zen celebrando la Misa tradicional

En su Blog personal el Cardenal Zen ha hecho una breve apología de la misa tradicional en la actualidad. Como sucede en personas de su talla, su testimonio tiene un doble valor añadido: habla alguien que sabe lo que es padecer por Cristo y su Iglesia; habla también no un burócrata o "experto", sino un pastor experimentado que conoce bien ambas formas del Rito Romano y sus respectivas comunidades.

Fuente: oldyosef.hkdavc.com

¿Qué hay de malo en hacer accesible a todos la forma extraordinaria del Rito Romano?

He leído en los periódicos noticias bastante preocupantes sobre posibles restricciones a la celebración de la misa tridentina (la que ahora llamamos forma extraordinaria del Rito Romano).

Quiero dejar en claro que no se me puede considerar un extremista de esta forma litúrgica, y que he trabajado activamente, como sacerdote y como obispo, por la reforma litúrgica luego del Vaticano II, también tratando de frenar los excesos y abusos que, desgraciadamente, tampoco han faltado en mi diócesis. Así que no se me podrá acusar de parcialidad.

Sin embargo no puedo negar, por mi experiencia en Hong Kong, el inmenso bien que ha supuesto el motu proprio Summorum Pontificum y la celebración de la Misa Tridentina. Aquí hay un grupo de fieles que durante décadas ha participado en esta forma que nos llega de la riqueza litúrgica de nuestra Tradición, un grupo que nunca ha creado problemas a la diócesis y cuyos participantes nunca han cuestionado la legitimidad de la Misa renovada. Por esta comunidad que participa en la forma extraordinaria en Hong Kong han pasado muchos jóvenes que, gracias a esta Misa, han redescubierto el sentido de la adoración y de la reverencia que debemos a Dios, nuestro Creador.

He trabajado por la reforma litúrgica, como he dicho, pero no puedo olvidar la misa de mi infancia; no puedo olvidar cuando, de niño en Shanghai, mi padre, un católico devoto, me llevaba a misa todos los días, ¡y los domingos me hacía asistir a cinco misas! Sentía entonces tal reverencia, estaba tan fascinado (¡y aún lo estoy!) por la belleza del canto gregoriano, que creo que esa experiencia nutrió mi vocación al sacerdocio, como lo ha hecho con tantos otros. Recuerdo a los numerosos fieles chinos (y no creo que todos supieran latín...) que participaban en estas ceremonias litúrgicas con gran fervor, tal como lo puedo presenciar ahora en la comunidad que participa de la Misa Tridentina en Hong Kong.

La Misa Tridentina no divide; al contrario, nos une a nuestros hermanos y hermanas de todas las épocas, a los santos y mártires de todos los tiempos, a aquellos que han luchado por su fe y que han encontrado en ella un alimento espiritual inagotable.


 

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