domingo, 2 de agosto de 2015

J. H. NEWMAN. MARÍA, MADRE DE DIOS Y REINA DE LOS ÁNGELES

Hoy, 2 de agosto, la Iglesia conmemora a Nuestra Señora de los Ángeles. Aprovecho la ocasión para presentar una breve y fina meditación del Beato J. H. Newman en la que contempla la realeza de María sobre los ángeles en su relación al más augusto título de Madre de Dios.

María es Regina Angelorum,
Reina de los ángeles

"Puede ser apropiado conectar este gran título con la Maternidad de María, es decir, con la venida del Espíritu Santo sobre ella en Nazareth, después de la anunciación del ángel Gabriel y del nacimiento de nuestro Señor en Belén. Como madre de nuestro Señor ella está más cerca de Él que cualquier ángel, aun de los serafines que lo rodean y claman continuamente “Santo, Santo, Santo”.
Los dos Arcángeles que tienen un oficio especial en el Evangelio son San Miguel y San Gabriel, y ambos están asociados con María en la historia de la encarnación: Gabriel cuando descendió sobre ella el Espíritu Santo y Miguel cuando nació el Divino Niño.
San Gabriel la saludó como “llena de gracia” y “bendita entre las mujeres”, le anunció que descendería sobre ella el Espíritu Santo y que tendría un Hijo que iba a ser el Hijo de Altísimo.
Del ministerio de San Miguel en el nacimiento del Hijo divino leemos en el Apocalipsis escrito por el Apóstol San Juan. Sabemos que nuestro Señor vino para establecer el Reino de los Cielos entre los hombres, y fue muy duro nacer asaltado por los poderes del mundo que querían destruirlo. Herodes buscó quitarle la vida, pero fue derrotado cuando José huyó a Egipto con el Niño y su Madre. Pero San Juan nos dice en el Apocalipsis que Miguel y sus ángeles fueron los guardianes reales de la Madre y el Niño, en ese momento y en otras ocasiones. 
San Juan tuvo una visión, “un gran signo en el cielo”, entendiendo por cielo la Iglesia o el Reino de Dios: “una mujer vestida de sol, con la luna bajo sus pies, y una corona de doce estrellas sobre su cabeza”, y cuando estaba por dar a luz apareció “un gran Dragón rojo”, es decir, el espíritu maligno, listo “para devorar a su hijo” cuando naciera. El Hijo fue preservado por su propio poder divino, pero luego el espíritu maligno la persiguió a ella. Sin embargo, San Miguel y sus ángeles llegaron para el rescate y prevalecieron contra él.
“Hubo una gran batalla”, dice el escritor sagrado. “Miguel y sus ángeles lucharon contra el Dragón. También el Dragón y sus ángeles combatieron… Y fue arrojado el gran Dragón, la Serpiente antigua, el llamado Diablo y Satanás” (Apoc 12, 1-9). Ahora como entonces, la Bienaventurada Madre de Dios tiene huestes de ángeles que la sirven, y ella es su reina".(John Henry Newman, Meditaciones y Devociones, Buenos Aires, 2006, p. 49-50)

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