sábado, 29 de marzo de 2025

BENEDICTO XVI COMENTA LA PARÁBOLA DEL HIJO PRÓDIGO

El retorno del hijo pródigo. Pompeo Batoni. 

«En la celebración eucarística es Cristo mismo quien se hace presente en medio de nosotros; más aún, viene a iluminarnos con su enseñanza, en la liturgia de la Palabra, y a alimentarnos con su Cuerpo y su Sangre, en la liturgia eucarística y en la Comunión. De este modo viene a enseñarnos a amar, viene a capacitarnos para amar y, así, para vivir. Pero, tal vez digáis, ¡cuán difícil es amar en serio, vivir bien! ¿Cuál es el secreto del amor, el secreto de la vida? Volvamos al evangelio. En este evangelio aparecen tres personas:  el padre y sus dos hijos. Pero detrás de las personas hay dos proyectos de vida bastante diversos. Ambos hijos viven en paz, son agricultores muy ricos; por tanto, tienen con qué vivir, venden bien sus productos, su vida parece buena.

Y, sin embargo, el hijo más joven siente poco a poco que esta vida es aburrida, que no le satisface. Piensa que no puede vivir así toda la vida:  levantarse cada día, no sé, quizá a las 6; después, según las tradiciones de Israel, una oración, una lectura de la sagrada Biblia; luego, el trabajo y, al final, otra vez una oración. Así, día tras día; él piensa:  no, la vida es algo más, debo encontrar otra vida, en la que sea realmente libre, en la que pueda hacer todo lo que me agrada; una vida libre de esta disciplina y de estas normas de los mandamientos de Dios, de las órdenes de mi padre; quisiera estar solo y que mi vida sea totalmente mía, con todos sus placeres. En cambio, ahora es solamente trabajo.

Así, decide tomar todo su patrimonio y marcharse. Su padre es muy respetuoso y generoso; respeta la libertad de su hijo:  es él quien debe encontrar su proyecto de vida. Y el joven, como dice el evangelio, se va a un país muy lejano. Probablemente lejano desde un punto de vista geográfico, porque quiere un cambio, pero también desde un punto de vista interior, porque quiere una vida totalmente diversa. Ahora su idea es:  libertad, hacer lo que me agrade, no reconocer estas normas de un Dios que es lejano, no estar en la cárcel de esta disciplina de la casa, hacer lo que me guste, lo que me agrade, vivir la vida con toda su belleza y su plenitud.

Y en un primer momento —quizá durante algunos meses— todo va bien:  cree que es hermoso haber alcanzado finalmente la vida, se siente feliz. Pero después, poco a poco, siente también aquí el aburrimiento, también aquí es siempre lo mismo. Y al final queda un vacío cada vez más inquietante; percibe cada vez con mayor intensidad que esa vida no es aún la vida; más aún, se da cuenta de que, continuando de esa forma, la vida se aleja cada vez más. Todo resulta vacío:  también ahora aparece de nuevo la esclavitud de hacer las mismas cosas. Y al final también el dinero se acaba, y el joven se da cuenta de que su nivel de vida está por debajo del de los cerdos.

Entonces comienza a recapacitar y se pregunta si ese era realmente el camino de la vida:  una libertad interpretada como hacer lo que me agrada, vivir sólo para mí; o si, en cambio, no sería quizá mejor vivir para los demás, contribuir a la construcción del mundo, al crecimiento de la comunidad humana... Así comienza el nuevo camino, un camino interior. El muchacho reflexiona y considera todos estos aspectos nuevos del problema y comienza a ver que era mucho más libre en su casa, siendo propietario también él, contribuyendo a la construcción de la casa y de la sociedad en comunión con el Creador, conociendo la finalidad de su vida, descubriendo el proyecto que Dios tenía para él.

En este camino interior, en esta maduración de un nuevo proyecto de vida, viviendo también el camino exterior, el hijo más joven se dispone a volver para recomenzar su vida, porque ya ha comprendido que había emprendido el camino equivocado. Se dice a sí mismo:  debo volver a empezar con otro concepto, debo recomenzar.

Y llega a la casa del padre, que le dejó su libertad para darle la posibilidad de comprender interiormente lo que significa vivir, y lo que significa no vivir. El padre, con todo su amor, lo abraza, le ofrece una fiesta, y la vida puede comenzar de nuevo partiendo de esta fiesta. El hijo comprende que precisamente el trabajo, la humildad, la disciplina de cada día crea la verdadera fiesta y la verdadera libertad. Así, vuelve a casa interiormente madurado y purificado:  ha comprendido lo que significa vivir.

Ciertamente, en el futuro su vida tampoco será fácil, las tentaciones volverán, pero él ya es plenamente consciente de que una vida sin Dios no funciona:  falta lo esencial, falta la luz, falta el porqué, falta el gran sentido de ser hombre. Ha comprendido que sólo podemos conocer a Dios por su Palabra. Los cristianos podemos añadir que sabemos quién es Dios gracias a Jesús, en el que se nos ha mostrado realmente el rostro de Dios.

El joven comprende que los mandamientos de Dios no son obstáculos para la libertad y para una vida bella, sino que son las señales que indican el camino que hay que recorrer para encontrar la vida. Comprende que también el trabajo, la disciplina, vivir no para sí mismo sino para los demás, alarga la vida. Y precisamente este esfuerzo de comprometerse en el trabajo da profundidad a la vida, porque al final se experimenta la satisfacción de haber contribuido a hacer crecer este mundo, que llega a ser más libre y más bello.

No quisiera hablar ahora del otro hijo, que permaneció en casa, pero por su reacción de envidia vemos que interiormente también él soñaba que quizá sería mucho mejor disfrutar de todas las libertades. También él en su interior debe "volver a casa" y comprender de nuevo qué significa la vida; comprende que sólo se vive verdaderamente con Dios, con su palabra, en la comunión de su familia, del trabajo; en la comunión de la gran familia de Dios. No quisiera entrar ahora en estos detalles:  dejemos que cada uno se aplique a su modo este evangelio. Nuestras situaciones son diversas, y cada uno tiene su mundo. Esto no quita que todos seamos interpelados y que todos podamos entrar, a través de nuestro camino interior, en la profundidad del Evangelio.

Añado sólo algunas breves observaciones. El evangelio nos ayuda a comprender quién es verdaderamente Dios:  es el Padre misericordioso que en Jesús nos ama sin medida. Los errores que cometemos, aunque sean grandes, no menoscaban la fidelidad de su amor. En el sacramento de la Confesión podemos recomenzar siempre de nuevo con la vida:  él nos acoge, nos devuelve la dignidad de hijos suyos. Por tanto, redescubramos este sacramento del perdón, que hace brotar la alegría en un corazón que renace a la vida verdadera.

Además, esta parábola nos ayuda a comprender quién es el hombre:  no es una "mónada", una entidad aislada que vive sólo para sí misma y debe tener la vida sólo para sí misma. Al contrario, vivimos con los demás, hemos sido creados juntamente con los demás, y sólo estando con los demás, entregándonos a los demás, encontramos la vida. El hombre es una criatura en la que Dios ha impreso su imagen, una criatura que es atraída al horizonte de su gracia, pero también es una criatura frágil, expuesta al mal; pero también es capaz de hacer el bien.

Y, por último, el hombre es una persona libre. Debemos comprender lo que es la libertad y lo que es sólo apariencia de libertad. Podríamos decir que la libertad es un trampolín para lanzarse al mar infinito de la bondad divina, pero puede transformarse también en un plano inclinado por el cual deslizarse hacia el abismo del pecado y del mal, perdiendo así también la libertad y nuestra dignidad.

Queridos amigos, estamos en el tiempo de la Cuaresma, de los cuarenta días antes de la Pascua. En este tiempo de Cuaresma la Iglesia nos ayuda a recorrer este camino interior y nos invita a la conversión que, antes que ser un esfuerzo siempre importante para cambiar nuestra conducta, es una oportunidad para decidir levantarnos y recomenzar, es decir, abandonar el pecado y elegir volver a Dios.

Recorramos juntos este camino de liberación interior; este es el imperativo de la Cuaresma. Cada vez que, como hoy, participamos en la Eucaristía, fuente y escuela del amor, nos hacemos capaces de vivir este amor, de anunciarlo y testimoniarlo con nuestra vida. Pero es necesario que decidamos ir a Jesús, como hizo el hijo pródigo, volviendo interior y exteriormente al padre. Al mismo tiempo, debemos abandonar la actitud egoísta del hijo mayor, seguro de sí, que condena fácilmente a los demás, cierra el corazón a la comprensión, a la acogida y al perdón de los hermanos, y olvida que también él necesita el perdón.

Que nos obtengan este don la Virgen María y san José, mi patrono, cuya fiesta celebraremos mañana, y a quien ahora invoco de modo particular por cada uno de vosotros y por vuestros seres queridos». 

Fuente: www.vatican.va 

 


 

martes, 25 de marzo de 2025

LA EXTRAORDINARIA CORTESÍA DE DIOS

La Anunciación de Caravaggio

Extracto de la homilía pronunciada por Benedicto XVI en la Basílica de la Anunciación (Nazaret) durante la celebración de las Vísperas el jueves 14 de mayo de 2009.

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«L0 que sucedió aquí en Nazaret, lejos de la mirada del mundo, fue un acto singular de Dios, una poderosa intervención en la historia, a través de la cual un niño fue concebido para traer la salvación al mundo entero. El prodigio de la Encarnación continúa desafiándonos a abrir nuestra inteligencia a las ilimitadas posibilidades del poder transformador de Dios, de su amor a nosotros, de su deseo de estar unido a nosotros. Aquí el Hijo eterno de Dios se hizo hombre, permitiéndonos a nosotros, sus hermanos y hermanas, compartir su filiación divina. Ese movimiento de abajamiento de un amor que se vació a sí mismo, hizo posible el movimiento inverso de exaltación, en el cual también nosotros fuimos elevados para compartir la misma vida de Dios (cf. Flp 2, 6-11).

El Espíritu que "vino sobre María" (cf. Lc 1, 35) es el mismo Espíritu que aleteó sobre las aguas en los albores de la creación (cf. Gn 1, 2). Esto nos recuerda que la Encarnación fue un nuevo acto creador. Cuando nuestro Señor Jesucristo fue concebido por obra del Espíritu Santo en el seno virginal de María, Dios se unió con nuestra humanidad creada, entrando en una nueva relación permanente con nosotros e inaugurando la nueva creación. El relato de la Anunciación ilustra la extraordinaria cortesía de Dios (cf. Madre Juliana de Norwich, Revelaciones 77-79). Él no impone su voluntad, no predetermina sencillamente el papel que María desempeñará en su plan para nuestra salvación: él busca primero su consentimiento. Obviamente, en la creación original Dios no podía pedir el consentimiento de sus criaturas, pero en esta nueva creación lo pide. María representa a toda la humanidad. Ella habla por todos nosotros cuando responde a la invitación del ángel.

San Bernardo describe cómo toda la corte celestial estuvo esperando con ansiosa impaciencia su palabra de consentimiento gracias a la cual se consumó la unión nupcial entre Dios y la humanidad. La atención de todos los coros de los ángeles se redobló en ese momento, en el que tuvo lugar un diálogo que daría inicio a un nuevo y definitivo capítulo de la historia del mundo. María dijo: Hágase en mí según tu palabra. Y la Palabra de Dios se hizo carne».

Fuente: vatican.va


domingo, 23 de marzo de 2025

REFLEXIÓN DE CUARESMA. EL SUFRIMIENTO

Flagelación de Cristo. Pedro Pablo Rubens

«La Cuaresma nos invita a meditar sobre el sufrimiento.

Jesús nos enseña que el sufrimiento es bueno y que es necesario aceptarlo. Todo nuestro ser se levanta contra él. Y, sin embargo, el sufrimiento está ahí en cada giro del camino.

Sufrimiento de todos nuestro duelos, sufrimiento de nuestros fracasos, sufrimiento físico de nuestras enfermedades, sufrimiento de los abandonos, de las traiciones, sufrimiento de nuestros pecados y de los pecados que nos alcanzan, de las debilidades y de las faltas de los que nos rodean, el sufrimiento, paso a paso, acompaña la vida...

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Nosotros huimos. Corremos tapándonos los oídos y cerrando los ojos para no ver a este austero compañero a nuestro lado. Y, sin embargo, nos hace falta a veces abrir los ojos, y lo volvemos a encontrar en el mismo sitio. Y, en el momento en que menos lo sospechamos, él, paternal, se inclina sobre nosotros y nos abraza.

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Él es el gran educador. Desgraciado el hombre que no ha sufrido; no es ni será nunca más que un niño. Pero más desgraciado todavía el hombre que no aprovecha la lección del sufrimiento.

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Lo que hace profundas a las almas es el sufrimiento. A quienes lo rechazan, él les hace amarga el alma. No rehuyamos el sufrimiento. Cristo lo ha dulcificado con el amor. Nos desprende de la tierra y nos impulsa hacia Dios. Sin él la tierra sería tan atrayente que nos sumergiríamos en los manjares terrestres, y no conoceríamos el sabor incomparable del otro manjar, de que gusta el alma, y que no deja amargor en la boca». (Jacques Leclercq, Siguiendo el año litúrgico, p. 124-126)



 

sábado, 15 de marzo de 2025

EL NOMBRE DE JESÚS, LUZ, MANJAR Y MEDICINA


Oleum efussum nomen tuum, tu nombre es como óleo derramado, o como bálsamo fragante, según otras traducciones (Cant 1, 3). Este versículo al inicio del Cantar de los Cantares, libro predilecto de los grandes místicos de la Iglesia, ha inspirado un extraordinario sermón de San Bernardo sobre el nombre de Jesús, el Esposo del Cantar. Así como el aceite cumple las funciones de iluminar, alimentar y curar, así también el Nombre de Jesús es luz que ilumina el mundo, alimento que nutre los espíritus y bálsamo que sana cualquier dolencia. 

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«Existe sin duda una semejanza entre el bálsamo y el nombre del Esposo; el Espíritu Santo no los comparó en vano. Si vosotros no tenéis otras razonas más válidas, yo pienso que lo hizo porque el bálsamo reúne tres cualidades: luce, alimenta y unge. Aviva el fuego, robustece el cuerpo y alivia el dolor; es luz, manjar y medicina. Descubramos ahora estas tres cualidades en el nombre del Esposo: luce cuando es predicado, alimenta cuando se medita, unge y alivia cuando se invoca.

¿De dónde crees que llega la luz tan intensa y veloz de la fe a todo el mundo, sino de la predicación del nombre de Jesús? ¿No nos llamó Dios a su maravilloso resplandor por la luz de este nombre? Iluminados por su luz, que nos hace ver la luz, exclamará Pablo con razón: Antes, sí, erais tinieblas, pero ahora sois luz en el Señor. A este mismo Apóstol se le encargó que diera a conocer este nombre a los paganos y sus reyes, y a los hijos de Israel. Lo llevaba como una antorcha para iluminar la patria, gritando por todas partes: La noche está avanzada, el día se echa encima, abandonemos las actividades de las tinieblas y pertrechémonos para actuar en la luz; comportémonos con decoro como en pleno día. Y mostraba a todos la luz sobre el candelero, anunciando a Jesús por donde pasaba, y a éste crucificado. ¡Cómo brilló esta luz, hiriendo los ojos de cuantos la miraban, cuando salió de la boca de Pedro con el fulgor de un relámpago y robusteció las piernas y los tobillos de un paralítico, hasta quedar iluminados muchos espiritualmente ciegos! ¿No despidió fuego cuando dijo: En el nombre de Jesús, el Nazareno, levántate y anda?

Mas el nombre de Jesús no es sólo luz, también es alimento. ¿No te sientes reconfortado siempre que lo recuerdas? ¿Hay algo que sacie tanto el espíritu del que lo medita? ¿O que pueda reparar tanto las fuerzas perdidas, fortalecer las virtudes, incrementar los hábitos buenos y honestos, fomentar los afectos castos? Todo alimento es desabrido si no se condimenta con este aceite; insípido, si no se sazona con esta sal. Lo que escribas me sabrá a nada, si no encuentro el nombre de Jesús. Si en tus controversias y disertaciones no resuena el nombre de Jesús, nada me dicen. Jesús es miel en la boca, melodía en el oído, júbilo en el corazón.

Y también es medicina. ¿Sufre alguno de vosotros? Si penetra Jesús en su corazón y de allí pasa a la boca, inmediatamente clareará la luz de su nombre, y disipándose toda oscuridad, volverá la serenidad. ¿Ha cometido alguien un delito? ¿Corre desesperado tras el lazo de la muerte? Si invoca el nombre de la vida, al punto respirará alientos de vida. ¿Quién se obstinó ante este nombre de salvación en la dureza de su corazón, en la indolencia de su desidia, en el rencor de su alma, en la molicie de su acedia? Si alguna vez se le agotó a alguien la fuente de las lágrimas, ¿no se le arrasaron de repente los ojos y corrió mansamente su llanto al invocar a Jesús? ¿Quién temblaba aterrado ante un peligro y no recobró al instante la confianza, venciendo el miedo cuando recurrió al poder de su nombre? Cuando alguien fluctuaba zarandeado en un mar de dudas, ¿no vio brillar la certeza en cuanto invocó la luz de este nombre? Si pronunció este grito de socorro, ¿le faltaron las fuerzas al que, a punto de desaparecer, se desesperaba en la adversidad?

Estas son las enfermedades y achaques del alma; pero he aquí su gran remedio. Si necesitas pruebas, te dice: Invócame el día del peligro; yo te libraré y tú me darás gloria. Nada como él reprimirá la violencia de la ira, sosegará la pasión de la soberbia, curará la llaga de la envidia, reducirá el furor de la lujuria, extinguirá el fuego de la sensualidad, apagará la sed de la avaricia, eliminará el prurito de todo apetito vergonzoso.

Cuando pronuncio el nombre de Jesús evoco el recuerdo de un hombre manso y humilde, bueno, sobrio, casto, misericordioso, el primero por su rectitud y santidad. Evoco al mismo Dios todopoderoso, que me convierte con su ejemplo y me da fuerzas con su ayuda. Todo esto revive en mí, cuando escucho el nombre de Jesús. De su humanidad extraigo un testimonio de vida para mí; de su poder, fuerzas. Lo primero es un jugo medicinal; lo segundo es como un estímulo al exprimirlo. Y con ambos me preparo una receta que ningún médico puede superarla» (San Bernardo, Sermón 15 sobre el Cantar de los Cantares, 5 - 7).

Fuente: sigilummilitumxpisti.blogspot.com
 

domingo, 9 de marzo de 2025

PENSAMIENTOS PARA LA CUARESMA. AL ENCUENTRO DE LA CRUZ

La oración en el Huerto. Museo del Prado
Imagen: wikipedia.org

«Cuando se cumplían los días de su partida de este mundo, tomó Jesús la resolución de ir a Jerusalén». Así habla san Lucas en el capítulo noveno. Y Jesús marcha dando un largo rodeo, en un viaje que llena diez capítulos del Evangelio, plenos de enseñanzas, de milagros y de bondad.

De cuando en cuando recuerda el evangelista el fin que persigue el Maestro: «Iba, pues, por las villas y aldeas, enseñando y avanzando hacia Jerusalén» (XIII, 22): «Dirigiéndose hacia Jerusalén, Jesús atravesaba la Samaria y la Galilea» (XVII, 11).

Con los ojos puestos en la Cruz que le espera, Jesús pasa sembrando el bien: «He aquí que subimos a Jerusalén y va a cumplirse todo lo que los profetas han escrito sobre el hijo del hombre. Será entregado a los gentiles, escarnecido y ultrajado, y escupido; y, después de haberle azotado, le matarán y resucitará al tercer día» (XVIII, 31).

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Jesús sube a Jerusalén para ser crucificado. La vida sigue su curso normal; pero la imagen de la Cruz se yergue al final del camino. ¿No es eso la Cuaresma?

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La Cuaresma consiste en seguir a Jesús caminando hacia el Calvario; es caminar con Él con la mirada puesta en la Cruz; es prepararse para unirse a Él en los días dolorosos de la Semana Santa.

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Jesús marcha hacia el Calvario. ¿No haremos penitencia para unirnos a Él?

La Iglesia nos pide que hagamos de la Cuaresma tiempo de penitencia. Es precisamente el espíritu de Jesús marchando hacia Jerusalén. Él pasa sembrando el bien. Aparentemente nada cambia en el tenor de su vida ordinaria. Pero la imagen de la Cruz está ahí, en su alma. A medida que Él avanza, pesa cada vez más la Cruz.

La Cruz gravita también sobre nuestra vida. Debe pesar sobre nuestra vida porque son nuestros pecados los que la han levantado.

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Él está muy solo. Solo ya, como en el jardín de Getsemaní. La Cruz se yergue a lo lejos. Él la entrevé desde el primer día del viaje. Y va hacia Jerusalén para cumplir su destino. Él lo conoce. Desde siempre, tiene ante los ojos todos nuestros pecados, los que Él viene a redimir. Ahora, poco a poco, de día en día, su carga se le hace más pesada, porque se acerca el momento en que habrá que pagar.

La Cruz. Y Él está solo. Todos los demás están ocupados en sueños locos.

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Durante la Cuaresma hay que pensar en Él. Hay que pensar en Él un poco más, porque marcha hacia la Cruz, y son precisamente nuestros pecados los que la han erigido… ¿No pensaremos durante esta Cuaresma en Jesús más a menudo? ¿No le seguirá nuestro pensamiento en la ruta por donde marcha entre la muchedumbre, tan solo? (Jacques Leclercq, Siguiendo el año litúrgico, Madrid 1957, p. 119 y ss).


 

jueves, 6 de marzo de 2025

LA MISA DE SIEMPRE, SU ENCANTO, SU FUTURO

Imagen tomada del artículo original

Publico en castellano un artículo cuya lectura me ha gustado mucho por su ponderación y exactitud. Frente a los reformadores litúrgicos, que invariablemente se arrogan la representación de toda la Iglesia para defender sus posturas, ensayos como éste nos ayudan a volver los ojos a la realidad pura y genuina, no cercenada ideológicamente, y defender lo nuestro como auténticos fieles católicos que somos. 

Fuente: leconservateur-media.fr

LA MISA EN LATÍN ¿POR QUÉ ATRAE A LOS JÓVENES?

Justo cuando cabría pensar que la misa en latín, la misa de siempre, es cosa perteneciente al pasado, un número creciente de jóvenes católicos está redescubriendo esta antigua forma de culto. Es un fenómeno que ha cobrado impulso en las últimas dos décadas, especialmente después del motu proprio Summorum Pontificum publicado en 2007 por el papa Benedicto XVI, que facilitó el acceso a la misa tridentina. En varios países, sobre todo en Francia, Estados Unidos e Italia, las celebraciones según el rito tridentino atraen más y más fieles, a menudo menores de 35 años.  ¿A qué se debe este entusiasmo?  ¿Qué es lo que impulsa a estos jóvenes a volverse hacia una liturgia que parecía estar a punto de desaparecer en las mentes de las generaciones baby boomers?

Una necesidad de lo sagrado y de la tradición

En nuestro mundo moderno, marcado por la inmediatez y el cambio perpetuo, la misa en latín se presenta como un ancla espiritual sólida. Muchos jóvenes que buscan profundidad y trascendencia encuentran en esta liturgia una belleza y una solemnidad que a veces faltan en las misas en lengua vernácula. El canto gregoriano, los gestos precisos del sacerdote, el silencio recogido, forman un conjunto que les ofrece una experiencia de lo sagrado que ellos consideran más intensa.

Una respuesta a la falta de referencias

La sociedad contemporánea está en constante cambio y muchos jóvenes experimentan alguna forma de desorientación. Frente a esto, la misa tradicional representa una continuidad, una raíz espiritual que los une a siglos de fe cristiana. Algunos también ven en ello una respuesta al relativismo ambiental: la misa tridentina les parece una expresión clara e inequívoca de la doctrina católica.

Vaticano II, ¿una reforma que atrae menos a los jóvenes?

El Concilio Vaticano II (1962-1965) introdujo reformas para hacer la liturgia más accesible, especialmente mediante el uso de las lenguas vernáculas y una mayor participación de los fieles. Sin embargo, estos cambios ya no atraen tanto a los jóvenes que se vuelven hacia la misa de siempre o hacia una celebración vernácula pero más clásica, con gran respeto por la liturgia. Muchos consideran que la reforma litúrgica ha llevado a una pérdida de sacralidad, con celebraciones a veces percibidas como banales o demasiado cercanas a la cultura moderna, incluso al límite del protestantismo por la influencia ideológica que difunde el ecumenismo. Además, el deseo de adaptación de la Iglesia al mundo contemporáneo, aunque guiada por buenas intenciones –en apariencia–, supone un debilitamiento de la doctrina y de la disciplina porque la Iglesia no tiene por qué volverse hacia el mundo, la Iglesia es atemporal y universal en su fundación, y Cristo sigue siendo exclusivo y no inclusivo. Siempre será el hombre pecador quien deba convertirse, y no la Iglesia la que se convierta a nuestros pecados. En busca de un catolicismo más estructurado y exigente, estos jóvenes prefieren recurrir a una liturgia más auténtica y arraigada en la tradición secular de la Iglesia.

Las comunidades carismáticas: un modelo que atrae menos

Si bien algunos jóvenes católicos se sienten atraídos por el dinamismo de las comunidades carismáticas, una gran parte de ellos permanece distante de este modelo. Le reprochan, en particular, un enfoque demasiado emocional de la fe, centrado en el sentimiento personal más que en el rigor doctrinal y la contemplación. El carácter espontáneo de las celebraciones, con oraciones libres, cantos modernos y manifestaciones exteriores (imposición de manos, glosolalia), contrasta fuertemente con la solemnidad y el recogimiento de la Santa Misa. Muchos jóvenes ven en esto un riesgo de subjetivismo, donde la experiencia individual de Dios tiene prioridad sobre la objetividad de los ritos y del dogma, haciendo frágil su fe y maleable a los movimientos de las modas mundanas, una fe ligada así inconscientemente a los ríos impetuosos del capitalismo y del liberalismo. Además, perciben una influencia protestante en estas prácticas, alejadas del milenario legado litúrgico de la Iglesia Católica. En busca de lo sagrado y de la continuidad con la tradición, prefieren la misa en latín, que les ofrece una conexión más profunda con la fe de los siglos pasados.

Un fenómeno amplificado por las redes sociales

El auge de la misa en latín entre los jóvenes también está vinculado a Internet. En YouTube, Instagram o TikTok, cuentas influyentes difunden vídeos de ceremonias, explicaciones de la liturgia tradicional y testimonios de conversos. Se están formando comunidades en línea que permiten a estos jóvenes compartir su entusiasmo y aprender sobre los lugares donde se celebra la Misa Tridentina.

Un compromiso más profundo

Este regreso al rito tradicional va acompañado a menudo de un mayor compromiso con la fe. Muchos de estos jóvenes participan activamente en las actividades de su parroquia, se interesan por los textos del Magisterio y desarrollan una práctica más asidua de los sacramentos. No se limitan a asistir a Misa: quieren comprender su significado y vivir su catolicismo plenamente y con orgullo.

Un debate dentro de la Iglesia

Sin embargo, esta tendencia también crea tensiones. El Papa Francisco, con su motu proprio Traditionis Custodes (2021), reguló estrictamente la celebración de la Misa en latín, afirmando que no debe ser un instrumento de división en la Iglesia. Los partidarios de esta restricción creen que la Misa Tridentina corre el riesgo de fragmentar la unidad litúrgica y doctrinal, fomentando a veces la oposición al Concilio Vaticano II. Destacan la importancia de la reforma litúrgica para acercar la Iglesia a los fieles y evitar una percepción elitista del culto.

Por el contrario, los defensores de la misa tradicional la ven como una riqueza espiritual que debe ser preservada. Consideran que la diversidad litúrgica siempre ha existido en la historia de la Iglesia y que la prohibición progresiva de la Misa en latín es vista como una exclusión injustificada de quienes encuentran en esta forma una expresión más profunda de su fe. La situación se volvió aún más tensa cuando el Papa Francisco hizo duros comentarios contra los tradicionalistas, a veces acusándolos de rigidez o nostalgia del pasado. Estas declaraciones han reforzado el sentimiento de incomprensión y marginación entre los fieles apegados a la Misa Tridentina. A pesar de estas diferencias, la demanda sigue aumentando fuertemente y algunas parroquias continúan atrayendo a más y más gente, a más y más jóvenes, y ¡todos fervorosos!

Conclusión: ¿Un retorno estable?

Lejos de ser una moda pasajera, el interés de los jóvenes por la misa en latín refleja una profunda aspiración a una espiritualidad exigente y arraigada. En un mundo en búsqueda de sentido, la liturgia tradicional parece ofrecer un refugio y una fuente de estabilidad. Sin embargo, el futuro de este movimiento dependerá de varios factores: la actitud de las autoridades eclesiásticas, la formación de los sacerdotes para celebrar según el rito tridentino, así como la evolución de las mentalidades en el seno de la Iglesia debido a una generación muy ligada al Vaticano II.

Si persisten ciertas restricciones, es posible que este fervor se transforme en un movimiento de resistencia o en un redescubrimiento clandestino de la tradición. Por el contrario, si la Iglesia reconoce y apoya con benevolencia esta petición, la Misa en latín podría recuperar un lugar duradero y oficial en la vida litúrgica de las generaciones más jóvenes. Queda por ver cómo evolucionará esta dinámica en las próximas décadas.


miércoles, 19 de febrero de 2025

EL HUERTO COMO LUGAR DE SALVACIÓN

Recojo esta piadosa consideración de Fray Luis de Granada sobre la sepultura de Cristo. La concatenación de los distintos «huertos» como escenarios privilegiados de nuestra salvación, me parece especialmente sugerente y literariamente hermosa.

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«Resta considerar con cuánta devoción y compasión, cuáles serían allí las lágrimas del amado discípulo, de la santa Magdalena y de las otras piadosas mujeres: cómo lo envolverían en aquella sábana limpia, y cubrirían su rostro con un sudario, y finalmente lo llevarían en sus andas, y lo depositarían en aquel huerto donde estaba el santo sepulcro. En el huerto comenzó la pasión de Cristo, y en el huerto se acabó, y por este medio nos libró del Señor de la culpa cometida en el huerto del paraíso, y por ella finalmente nos lleva al huerto del cielo. Pues, oh buen Jesús, concédeme, aunque indigno, ya que entonces no merecí hallarme con el cuerpo presente a estas tan dolorosas obsequias, me halle en ellas meditándolas y tratándolas con fe y amor en mi corazón, experimentado algo de aquel afecto y compasión que tu inocentísima Madre y la bienaventurada Magdalena sintieron en este día» (Vida de Cristo, EDIBESA, Madrid 2000, p. 297).