La Iglesia
de hoy padece una severa pulmonía, afirma Monseñor Héctor Aguer en una de sus últimas
columnas. La devastación litúrgica, agravada recientemente por el motu proprio Traditionis
Custodes, es uno de los síntomas inquietantes de esta dolencia que aqueja a
la Iglesia. Una vez analizados los síntomas y hecho el diagnóstico, este sabio
y valeroso pastor nos ofrece el remedio: una oración empapada de tal modo por la
fe y la esperanza teologal que se vuelva clamor incesante ante el Señor. Dejo a
continuación un extracto del artículo con su enlace respectivo.
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«... Otro síntoma de la pulmonía: la devastación de la liturgia, que ha seguido a la debacle posconciliar. Los avisos sensatos, contenidos en la constitución Sacrosanctum Concilium, no fueron tenidos en cuenta. El itinerario seguido por las reformas que impuso la Santa Sede, especialmente la creación de una nueva Misa, que no suele llamarse Santo Sacrificio de la Misa, sino más bien «celebración eucarística», no ha reconocido que la verdadera reforma es siempre una restauración. El eximio liturgista Klaus Gamber ha mostrado cómo se desarrollaron orgánicamente los ritos de la Iglesia, sin romper nunca con la Tradición. La pretensión reciente (lleva ya medio siglo) implica un «orgullo creativo» de efectos penosos. Si deseamos referirnos al Rito Romano, debemos reconocer que se constituyó sustancialmente a fines del siglo IV, por obra del Papa San Dámaso; recibió adiciones de San Gregorio Magno (fines del siglo VI), y fue definido después del Concilio de Trento por la Bula Quo Primum, de San Pío V. Este es el Santo Sacrificio de la Misa, cuya última versión es de 1962, el Misal de Juan XXIII. La verdadera reforma es la recuperación de las formas originales, como lo hizo San Pío X, con el Canto Gregoriano.
Benedicto
XVI sabía muy bien que nunca había sido abolida la tradicional Misa Latina, y
la habilitó nuevamente como forma extraordinaria del Rito Romano, para
respetar, con auténtico sentido pastoral, a los sacerdotes que la celebraban, y
a los fieles que participaban de ella con frutos espirituales innegables. Fue
una decisión sapientísima, como podía esperarse de un gran teólogo, que es a la
vez un hombre de Dios. Esta obra ha sido destruida por una medida draconiana,
despótica, el motu proprio Traditionis custodes. Fue este documento un
pésimo úkase, arbitrario e ideológico, ajeno al desarrollo orgánico de la
Iglesia. El obispo Rob Mutsaerts ha escrito, con razón, que «la Liturgia no es
un juguete de los papas, sino la herencia de la Iglesia».
Fuente: infocatolica.com
Los frutos de la llamada reforma litúrgica son dudosos. Una cosa que me quedó clara cuando asistí a la primera Misa de rito tradicional fue el abismo que había en el sentido de lo sagrado, del infinito de Dios. Me parece que con la idea de hacer más inteligible al pueblo la liturgia, se ha terminado sacrificando este elemento. Es como si asistiendo a la Misa del nuevo orden nos sintamos aunque infundadamente personas que entienden cabalmente lo que están celebrando. Esto puede llegar a ser un tremendo error.
ResponderEliminarDemás está también hacer referencia a los abusos que ahora se dan y antes no se le pasaba por la cabeza a nadie.
Finalmente pienso que haciendo 3/cosas en el Novia Ordo se conseguiría darle más dignidad a la Santa Misa así celebrada:
1) Eliminar la comunión en la mano.
2) Eliminar la dada de.la paz antes de la Comunión y que en la práctica es una chacra gigantesca.
3) Volver al uso del altar de cara al sagrario y celebrar la Eucaristía al menos una parte de las veces de esta forma.
Una enorme herida sangrante que humanamente no da visos de cicatrizar
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