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entra en la iglesia por dos puertas: la puerta de la inteligencia y la puerta
de la belleza; aquella de la inteligencia, está abierta a intelectuales y
sabios. Pero la puerta espaciosa es la de la belleza. Henri Charlier decía en
esta misma línea: “no hay que hacerse ilusiones de que la verdad pueda
comunicarse de manera fructuosa, sin ese esplendor que le es connatural y que
llamamos belleza". (Arte y
Pensamiento)
La
Iglesia en su insondable misterio como esposa de Cristo, el Señor (Kyrios) de la Gloria, tiene necesidad
de una epifanía terrestre (es decir, de una manifestación) que sea accesible a
todos: se encuentra en la magnificencia de sus templos, en el esplendor de su
liturgia y en la dulzura de sus cantos.
Pensemos
en un grupo de turistas japoneses que visitan la catedral de Notre-Dame de
París. Ellos contemplan la altura de los vitrales, la armonía de las
proporciones. Supongamos que en ese momento, los ministros sagrados vestidos
con capas de terciopelo bordadas entran en procesión para las Vísperas
solemnes. Los visitantes observan en silencio; permanecen fascinados: la
belleza les ha abierto sus puertas. Ahora bien, la Suma Teológica de Santo
Tomás de Aquino y Notre-Dame de Paris son obras de la misma época. Ellas hablan
sobre lo mismo. Pero, ¿quién entre los visitantes ha leído la Suma de Santo
Tomás? Este mismo fenómeno se encuentra en todos los niveles. Los turistas que
visitan la Acrópolis de Atenas se enfrentan a una civilización de la belleza.
Pero, ¿quién de ellos puede comprender a Aristóteles?
Así
es también la belleza de la liturgia: más que cualquier otra cosa, ella amerita
ser llamada el esplendor de la verdad. Ella abre a pequeños y a grandes los
tesoros de su magnificencia: la belleza de la salmodia, de los cantos sagrados
y de los textos, de las velas, la armonía del movimiento y la dignidad de los
gestos. El arte soberano de la liturgia ejerce sobre las almas una influencia
verdaderamente seductora, que toca
directamente, antes incluso de que el espíritu perciba su influjo”.
(Dom
Gérard Calvet, OSB. Extraído de su opúsculo sobre los Cuatro Beneficios de la
Liturgia)
Texto original en francés: Salve-regina.com
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