jueves, 22 de mayo de 2014

EL PODER SEDUCTOR DE LA BELLEZA LITÚRGICA

S
e entra en la iglesia por dos puertas: la puerta de la inteligencia y la puerta de la belleza; aquella de la inteligencia, está abierta a intelectuales y sabios. Pero la puerta espaciosa es la de la belleza. Henri Charlier decía en esta misma línea: “no hay que hacerse ilusiones de que la verdad pueda comunicarse de manera fructuosa, sin ese esplendor que le es connatural y que llamamos belleza". (Arte y Pensamiento)
La Iglesia en su insondable misterio como esposa de Cristo, el Señor (Kyrios) de la Gloria, tiene necesidad de una epifanía terrestre (es decir, de una manifestación) que sea accesible a todos: se encuentra en la magnificencia de sus templos, en el esplendor de su liturgia y en la dulzura de sus cantos.
Pensemos en un grupo de turistas japoneses que visitan la catedral de Notre-Dame de París. Ellos contemplan la altura de los vitrales, la armonía de las proporciones. Supongamos que en ese momento, los ministros sagrados vestidos con capas de terciopelo bordadas entran en procesión para las Vísperas solemnes. Los visitantes observan en silencio; permanecen fascinados: la belleza les ha abierto sus puertas. Ahora bien, la Suma Teológica de Santo Tomás de Aquino y Notre-Dame de Paris son obras de la misma época. Ellas hablan sobre lo mismo. Pero, ¿quién entre los visitantes ha leído la Suma de Santo Tomás? Este mismo fenómeno se encuentra en todos los niveles. Los turistas que visitan la Acrópolis de Atenas se enfrentan a una civilización de la belleza. Pero, ¿quién de ellos puede comprender a Aristóteles?
Así es también la belleza de la liturgia: más que cualquier otra cosa, ella amerita ser llamada el esplendor de la verdad. Ella abre a pequeños y a grandes los tesoros de su magnificencia: la belleza de la salmodia, de los cantos sagrados y de los textos, de las velas, la armonía del movimiento y la dignidad de los gestos. El arte soberano de la liturgia ejerce sobre las almas una influencia verdaderamente  seductora, que toca directamente, antes incluso de que el espíritu perciba su influjo”. 
(Dom Gérard Calvet, OSB. Extraído de su opúsculo sobre los Cuatro Beneficios de la Liturgia)
Texto original en francés: Salve-regina.com

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