Publico una selección de textos tomados
de la homilía pronunciada por el Papa Pablo VI en la basílica de San Pedro el 3
de octubre de 1970, durante el acto de proclamación de Santa Catalina de Siena
como Doctora de la Iglesia Universal.
* * *
«La alegría espiritual que ha inundado nuestra alma al
proclamar doctora de la Iglesia a la humilde y sabia virgen dominica Catalina
de Siena, encuentra su explicación más profunda, y hasta podíamos decir su
justificación, en la alegría purísima experimentada por el Señor Jesús cuando,
como nos narra el evangelista San Lucas, ‘se sintió inundado de gozo en el
Espíritu Santo y dijo: Yo te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra,
porque has ocultado estas cosas a los sabios y prudentes y las revelaste a los
pequeños. Sí, Padre, porque tal ha sido tu beneplácito’» (Lc 10,21; cfr. Mt
11,25-26).
«Pero lo que más sorprende en la Santa es la sabiduría
infusa, es decir, la luminosa, profunda y extraña asimilación de las verdades
divinas y de los misterios de la fe contenidos en los Libros Sagrados del
Antiguo y Nuevo Testamento. Es una asimilación que se ve ciertamente favorecida
por dotes naturales del todo singulares, pero que es evidentemente prodigiosa,
causada por un carisma de sabiduría del Espíritu Santo, un carisma místico».
«Su doctrina no fue adquirida; hay que considerarla
como maestra antes que como discípula; así declaró el mismo Pío II en la
bula de canonización. Y, ciertamente, ¡cuántos rayos de sabiduría sobrehumana,
cuántas urgentes llamadas a la imitación de Cristo en todos los misterios de su
vida y de su Pasión, cuántos eficaces consejos para el ejercicio de la virtudes
propias para los diversos estados de vida se encuentran esparcidos en las obras
de la Santa! Sus Cartas son otras tantas chispas de un fuego misterioso,
encendido en su corazón ardiente por el Amor infinito que es el Espíritu Santo».
«Pero ¿cuáles son las líneas características y los
temas dominantes de su magisterio ascético y místico? Nos parece que, a
imitación del glorioso Pablo, del que toma incluso el estilo robusto e
impetuoso, Catalina es la mística del Verbo Encarnado y, sobre todo, de Cristo
crucificado. Catalina de Siena fue la pregonera de la virtud redentora de la
sangre adorable del Hijo de Dios, derramada sobre el leño de la cruz con amor
desbordante para la salvación de todas las generaciones humanas. La Santa veía
fluir continuamente esta Sangre del Salvador en el sacrificio de la Misa y en
los Sacramentos, por medio de la acción ministerial de los ministros sagrados,
para purificación y embellecimiento de todo el Cuerpo Místico de Cristo. Por lo
cual podemos llamar a Catalina la mística del cuerpo místico de Cristo, es
decir, de la Iglesia».
«Por otra parte, la Iglesia es para ella una auténtica
madre, a la que uno debe someterse, reverenciar y prestar asistencia. La
Iglesia no es otra cosa que el mismo Cristo, se atreve a decir la Santa… ¡Qué
respeto y apasionado amor nutrió santa Catalina hacia el Romano Pontífice!
Todos lo saben. Ella contemplaba en el Papa al dulce Cristo en la tierra,
a quien se debe afecto filial y obediencia, porque quien se muestre
desobediente a Cristo, que está en el cielo, no participa del fruto de la
sangre del Hijo de Dios».
«¿Cómo no recordar, además, la actividad desarrollada
por la Santa a favor de la reforma de la Iglesia? … ¿Qué entendía ella por
renovación y reforma de la Iglesia? No ciertamente la subversión de las
estructuras esenciales, la rebelión contra los pastores, la vía libre a los
carismas personales, las arbitrarias innovaciones del culto y de la disciplina,
como algunos querrían en nuestros días. Por el contrario, Catalina afirma
repetidamente que le será devuelta la belleza a la Esposa de Cristo y se deberá
hacer la reforma no con guerra, sino con paz y tranquilidad, con humildes
y continuas oraciones, sudores y lágrimas de los siervos de Dios. Se
trata, por tanto, para la Santa, de una reforma ante todo interior y después
externa, pero siempre en la comunión y en la obediencia filial a los legítimos
representantes de Cristo».
«No contenta con haber desarrollado un intenso y
vastísimo magisterio de verdad y bondad con su palabra y sus escritos,
Catalina, quiso sellarlos con la ofrenda final de su vida al Cuerpo místico de
Cristo, que es la Iglesia, en la edad todavía joven de treinta y tres años.
Desde su lecho de muerte, rodeada de sus fieles discípulos en una celda junto a
la Iglesia de santa María sopra Minerva, en Roma, dirigió al Señor esta
conmovedora oración, verdadero testamento de fe y de agradecido y ardiente
amor:
Dios eterno, recibe el sacrificio de mi vida en favor
del Cuerpo místico de la santa Iglesia. No tengo otra cosa que darte si no es
lo que tú me has dado a mí. Toma mi corazón y exprímelo sobre la faz de esta
esposa».
«El mensaje que nos trasmite es, por tanto, de una fe purísima, de un amor ardiente, de una entrega humilde y generosa a la Iglesia Católica como Cuerpo místico y Esposa del divino Redentor. Este es el mensaje específico de la nueva doctora de la Iglesia, Catalina de Siena, para que sea luz y ejemplo de cuantos se glorían de pertenecer a ella. Acojámoslo con ánimo agradecido y generoso, para que sea luz de nuestra vida terrena y prenda segura de la definitiva pertenencia a la Iglesia triunfante del cielo».