El movimiento laical Renaissance
Catholique ha iniciado una campaña internacional en favor de la plena
libertad para la liturgia tradicional en la vida de la Iglesia. En una
declaración respetuosa y de mucho sentido común, se señala que los tiempos de
crisis que atravesamos exigen poner en juego todos los medios que puedan
contribuir a remontar la penosa situación que enfrentamos. No es momento de restricciones
ni de sospechas; al contrario, son tiempos para que la Iglesia despliegue
generosamente el entero abanico de sus tesoros litúrgicos, doctrinales y
pastorales en servicio de Dios, de las almas y de la cultura católica. Nos
hacemos eco de esta iniciativa con la esperanza de que el Espíritu Santo rompa
la cerrazón de muchos corazones. Dejo a continuación el texto de la declaración en
español.
* * *
Lutetiae parisiorum, die XXI mensis aprilis, Dominica III post Pascha.
Ser católico en 2024 no es una tarea fácil. Occidente está atravesando una descristianización masiva, hasta el punto de que el catolicismo parece estar desapareciendo de la esfera pública. En otros lugares, el número de cristianos perseguidos por su fe va en aumento. Es más, la Iglesia se ha visto afectada por una crisis interna que se manifiesta en una disminución de la práctica religiosa, una disminución de las vocaciones sacerdotales y religiosas, una disminución de la práctica sacramental e incluso una creciente disensión entre sacerdotes, obispos y cardenales que, hasta hace muy poco, era absolutamente impensable. Sin embargo, entre todas las cosas que pueden contribuir a la renovación interna de la Iglesia y a la renovación de su celo misionero, está, sobre todo, la celebración digna y reverente de su liturgia, que puede ser grandemente favorecida gracias al ejemplo y la presencia de la liturgia tradicional romana.
A pesar de todos los intentos que se han hecho para suprimirla, especialmente durante el actual pontificado, sigue viva, difundiéndose y santificando al pueblo cristiano, que tiene la dicha de poder beneficiarse de ella. Da abundantes frutos de piedad, así como un aumento de vocaciones y de conversiones. Atrae a los jóvenes y es fuente de numerosas obras florecientes, especialmente en las escuelas, y va acompañada de una sólida catequesis. Nadie puede negar que es un vector para la preservación y transmisión de la fe y de la práctica religiosa en medio de una disminución de las creencias religiosas y de un número cada vez menor de creyentes. Esta Misa, por su venerable antigüedad, puede presumir de haber santificado innumerables almas a lo largo de los siglos. Entre otras fuerzas vitales todavía activas en la Iglesia, esta forma de vida litúrgica destaca por la estabilidad que le confiere una lex orandi ininterrumpida.
Ciertamente, se han concedido, o más bien tolerado, algunos lugares de culto donde se puede celebrar esta liturgia, pero con demasiada frecuencia lo que se ha dado con una mano es recogido por la otra, pero sin lograr jamás hacerla desaparecer.
Desde el declive masivo durante el período inmediatamente posterior al Concilio Vaticano II, en numerosas ocasiones se ha hecho todo lo posible para reactivar la práctica religiosa, aumentar el número de vocaciones sacerdotales y religiosas y preservar la fe del pueblo cristiano. Todo menos dejar que el pueblo experimente la liturgia tradicional, dando una oportunidad justa a la liturgia tridentina. Hoy, sin embargo, el sentido común exige urgentemente que se permita vivir y prosperar a todas las fuerzas vitales de la Iglesia, y en particular a aquella que disfruta de un derecho que se remonta a más de un milenio.
No nos equivoquemos: el presente llamamiento no es una petición para obtener una nueva tolerancia como en 1984 y 1988, ni siquiera una restauración del estatuto concedido en 2007 por el motu proprio Summorum Pontificum, que, reconociendo en principio un derecho, en la práctica se ha reducido a un régimen de permisos concedidos magramente.
Como laicos, no nos corresponde a nosotros juzgar el Concilio Vaticano II, su continuidad o discontinuidad con la enseñanza anterior de la Iglesia, los méritos o no de las reformas que resultaron de él, etc. Por otra parte, es necesario defender y transmitir los medios que la Providencia ha empleado para permitir a un número creciente de católicos conservar la fe, crecer en ella o descubrirla. La liturgia tradicional juega un papel esencial en este proceso, gracias a su trascendencia, su belleza, su atemporalidad y su certeza doctrinal.
Por esta razón, simplemente pedimos, en aras de la verdadera libertad de los hijos de Dios en la Iglesia, que se conceda la plena libertad de la liturgia tradicional, con el libre uso de todos sus libros litúrgicos, para que, sin obstáculo, en el rito latino, todos los fieles puedan beneficiarse de ella y todos los clérigos puedan celebrarla.
Jean-Pierre Maugendre, Director General de Renaissance Catholique, París, Francia
[Este llamamiento no es una petición que deba firmarse, sino un mensaje que debe difundirse, posiblemente repetirse en cualquier forma que parezca apropiada, y ser llevado y explicado a cardenales, obispos y prelados de la Iglesia universal. Si Renaissance Catholique ha iniciado esta campaña es sólo para expresar un amplio deseo que en tal sentido se manifiesta en todo el mundo católico. Esta campaña no es suya, sino de todos aquellos que participarán en ella, la transmitirán, la amplificarán, cada uno a su manera].
Fuente: renaissancecatholique.fr
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