viernes, 27 de mayo de 2016

BARBARIE LITÚRGICA POSCONCILIAR

En su magnífico libro Dios o Nada, el Cardenal Sarah recoge, a modo de ejemplo, un hecho que bien refleja la enrarecida atmósfera –auténtica barbarie– que acompañó la reforma litúrgica casi desde sus inicios. Ni siquiera espíritus tan selectos como el mismo obispo de Conakri, monseñor Tchidimbo, que experimentó en carne propia lo que es sufrir por Cristo y su Iglesia, pudo restarse a la furia iconoclasta del momento. Era predecible que una reforma litúrgica llevada a cabo en un ambiente surcado de tensiones, prisas y experimentaciones fuera de control, no alcanzara ni de lejos los frutos que muchos anhelaban.

“En la catedral de Conakri había un coro señorial muy trabajado, con una hermosa réplica del baldaquino de Bernini, rodeado de tres hermosos ángeles. Cuando se celebraron los primeros debates sobre la reforma litúrgica, monseñor Tchidimbo regresó a Conakri y ordenó la destrucción del baldaquino y del altar mayor. Nos pusimos furiosos, incapaces de entender una decisión tan precipitada. Con cierta violencia y sin ninguna preparación, pasamos de una liturgia a otra. Soy testigo de que la chapucera iniciación a la reforma litúrgica causó estragos entre la población, especialmente entre los más humildes, que no comprendían la rapidez de aquellos cambios ni su razón de ser.
  Sin duda, es lamentable que algunos sacerdotes se dejaran llevar por arrebatos ideológicos personales. Pretendían democratizar la litúrgica y el pueblo fue la primera víctima de sus maniobras. La liturgia no es algo político que se pueda hacer más igualitario en función de las reivindicaciones sociales. ¿Acaso un movimiento tan singular podía provocar en la vida de la Iglesia otra cosa que no fuera un gran desconcierto entre los fieles?”
(Cardenal Robert Sarah, Dios o nada, Ed. Palabra, Madrid 2015 p. 100)

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