Dirigida
particularmente a los sacerdotes, recojo esta enseñanza del Beato Columba Marmión
sobre el profundo respeto que debe acompañar al ministro de Dios cuando celebra
los sagrados misterios.
“En
el altar no podemos perder nunca de vista la majestad inmensa, insondable,
infinita del Dios tres veces santo, a quien se ofrece el sacrificio: Suscipe, sancte Pater… Suscipe, sancta
Trinitas… So pena de faltar a la verdad ante el Señor, la criatura debe
mantenerse en la adoración y el anonadamiento, y en ninguna parte tanto como en
la misa debe estar penetrada de estos sentimientos. Como lo he demostrado
repetidas veces, el divino sacrificio exige ser celebrado cum metu et reverentia. Es, por esencia, un acto de culto que
reconoce los derechos absolutos de Dios, un homenaje a su plena soberanía. Cristo
ofrece su sacrificio de la cruz con esta íntima reverencia hacia el Padre, con
ese respeto religioso que, en un acto tan sagrado, conviene al pontífice no
menos que a la víctima. Cuando nos llegamos tan cerca de la divinidad, unámonos
a estos sentimientos del corazón de Jesús”. (C. Marmión, Jesucristo ideal del sacerdote, Buenos aires 1954, p. 262)
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