Aparición de Cristo a María Magdalena
Charles De La Fosse (1636-1716)
«Se apareció a su Madre Santísima.
—Se apareció a María de Magdala, que está loca de amor. —Y a Pedro y a los
demás Apóstoles. —Y a ti y a mí, que somos sus discípulos y más locos que la
Magdalena: ¡qué cosas le hemos dicho!»,
escribe San Josemaría Escrivá en Santo Rosario, comentando el primer
misterio de gloria. Algo de esa locura de amor de la Magdalena que desearíamos merecer, la declara San Gregorio Magno en un bello texto de sus homilías sobre los
Evangelios.
* * *
«María Magdalena, cuando llegó al
sepulcro y no encontró allí el cuerpo del Señor, creyó que alguien se lo había
llevado y así lo comunicó a los discípulos. Ellos fueron también al sepulcro,
miraron dentro y creyeron que era tal como aquella mujer les había dicho. Y
dice el evangelio acerca de ellos: los discípulos se volvieron a su casa.
Y añade, a continuación: fuera, junto al sepulcro, estaba María, llorando.
Lo que hay que considerar en estos
hechos es la intensidad del amor que ardía en el corazón de aquella mujer, que
no se apartaba del sepulcro, aunque los discípulos se habían marchado de allí.
Buscaba al que no había hallado, lo buscaba llorando y, encendida en el fuego
de su amor, ardía en deseos de aquel a quien pensaba que se lo habían llevado.
Por esto, ella fue la única en verlo entonces, porque se había quedado
buscándolo, pues lo que da fuerza a las buenas obras es la perseverancia en
ellas, tal como afirma la voz de aquel que es la Verdad en persona: el que
persevere hasta el final se salvará.
Primero lo buscó, sin encontrarlo;
perseveró luego en la búsqueda, y así fue como lo encontró; con la dilación,
iba aumentando su deseo, y este deseo aumentado le valió hallar lo que buscaba.
Los santos deseos, en efecto, aumentan con la dilación. Si la dilación los
enfría, es porque no son o no eran verdaderos deseos. Todo aquel que ha sido
capaz de llegar a la verdad es porque ha sentido la fuerza de este amor. Por
esto dice David: Mi alma tiene sed de Dios vivo: ¿cuándo entraré a ver el
rostro de Dios? Idénticos sentimientos expresa la Iglesia cuando dice, en
el Cantar de los cantares: Estoy enferma de amor; y también: Mi alma
se derrite.
Mujer, ¿por qué lloras?, ¿a quién
buscas? Se le pregunta la causa de su dolor con la finalidad de aumentar su
deseo, ya que, al recordarle a quién busca, se enciende con más fuerza el fuego
de su amor.
Jesús le dice: ¡María! Después de haberla llamado con el nombre genérico de
«mujer», sin haber sido reconocido, la llama ahora por su nombre propio. Es
como si le dijera: «Reconoce a aquel que te reconoce a ti. Yo te conozco, no de
un modo genérico, como a los demás, sino en especial».
María, al sentirse llamada por su
nombre, reconoce al que lo ha pronunciado, y, al momento, lo llama: Rabboni,
es decir: Maestro, ya que el mismo a quien ella buscaba exteriormente
era el que interiormente la instruía para que lo buscase».
(De las homilías de San Gregorio
Magno, Papa, sobre los Evangelios. Homilía 25, 1-2. 4-5. Oficio de lectura,
22 de Julio, fiesta de Santa María Magdalena).