«Cuando se cumplían los días de su partida de este mundo, tomó Jesús la resolución de ir a Jerusalén». Así habla san Lucas en el capítulo noveno. Y Jesús marcha dando un largo rodeo, en un viaje que llena diez capítulos del Evangelio, plenos de enseñanzas, de milagros y de bondad.
De cuando en cuando recuerda el evangelista el fin que persigue el Maestro: «Iba, pues, por las villas y aldeas, enseñando y avanzando hacia Jerusalén» (XIII, 22): «Dirigiéndose hacia Jerusalén, Jesús atravesaba la Samaria y la Galilea» (XVII, 11).
Con los ojos puestos en la Cruz que le
espera, Jesús pasa sembrando el bien: «He aquí que subimos a Jerusalén y va a
cumplirse todo lo que los profetas han escrito sobre el hijo del hombre. Será
entregado a los gentiles, escarnecido y ultrajado, y escupido; y, después de
haberle azotado, le matarán y resucitará al tercer día» (XVIII, 31).
* * *
Jesús sube a Jerusalén para ser crucificado. La vida sigue su curso normal; pero la imagen de la Cruz se yergue al final del camino. ¿No es eso la Cuaresma?
* * *
La Cuaresma consiste en seguir a Jesús
caminando hacia el Calvario; es caminar con Él con la mirada puesta en la Cruz;
es prepararse para unirse a Él en los días dolorosos de la Semana Santa.
* * *
Jesús marcha hacia el Calvario. ¿No haremos penitencia para unirnos a Él?
La Iglesia nos pide que hagamos de la Cuaresma tiempo de penitencia. Es precisamente el espíritu de Jesús marchando hacia Jerusalén. Él pasa sembrando el bien. Aparentemente nada cambia en el tenor de su vida ordinaria. Pero la imagen de la Cruz está ahí, en su alma. A medida que Él avanza, pesa cada vez más la Cruz.
La Cruz gravita también sobre nuestra
vida. Debe pesar sobre nuestra vida porque son nuestros pecados los que la han
levantado.
* * *
Él está muy solo. Solo ya, como en el jardín de Getsemaní. La Cruz se yergue a lo lejos. Él la entrevé desde el primer día del viaje. Y va hacia Jerusalén para cumplir su destino. Él lo conoce. Desde siempre, tiene ante los ojos todos nuestros pecados, los que Él viene a redimir. Ahora, poco a poco, de día en día, su carga se le hace más pesada, porque se acerca el momento en que habrá que pagar.
La Cruz. Y Él está solo. Todos los demás están ocupados en sueños locos.
* * *
Durante la Cuaresma hay que pensar en Él. Hay que pensar en Él un poco más, porque marcha hacia la Cruz, y son precisamente nuestros pecados los que la han erigido… ¿No pensaremos durante esta Cuaresma en Jesús más a menudo? ¿No le seguirá nuestro pensamiento en la ruta por donde marcha entre la muchedumbre, tan solo? (Jacques Leclercq, Siguiendo el año litúrgico, Madrid 1957, p. 119 y ss).
No hay comentarios:
Publicar un comentario