Ayer recordamos con agradecimiento el decimosexto aniversario del motu proprio Summorum Pontificum de Benedicto XVI. A los cuatro años de su entrada en vigor y tal como estaba establecido, la Pontificia Comisión Ecclesia Dei, con la aprobación expresa del Papa Benedicto, dispuso y concretó nuevas normas para continuar el camino de aplicación de Summorum Pontificum. El documento (Instrucción Universae Ecclesiae de 2011) comienza con esta declaración decidida y favorable: «La carta apostólica motu proprio data «Summorum Pontificum» del Sumo Pontífice Benedicto XVI, del 7 de julio de 2007, que entró en vigor el 14 de septiembre de 2007, ha hecho más accesible a la Iglesia universal la riqueza de la Liturgia romana». Nada en su lectura hace presagiar el panorama sombrío que una década después (demasiado poco tiempo para juzgar con perspectiva algo de tanta trascendencia para la vida de la Iglesia) nos presentará Traditiones Custodes y la Carta a los obispos que lo acompaña.
Especial interés tiene lo que se dice en el punto 8 de la Instrucción sobre los objetivos del motu proprio de Benedicto XVI:
«El documento tiene como objetivo:
a) ofrecer a todos los fieles la Liturgia Romana en el usus antiquior, considerada como un tesoro precioso que hay que conservar;
b) garantizar y asegurar realmente el uso de la forma extraordinaria a quienes lo pidan, considerando que el uso de la Liturgia romana que entró en vigor en 1962 es una facultad concedida para el bien de los fieles y, por lo tanto, debe interpretarse en sentido favorable a los fieles, que son sus principales destinatarios;
c)
favorecer la reconciliación en el seno de la Iglesia».
A la luz de estos objetivos y teniendo en cuenta lo vivido en este último par de años es natural que surjan algunas interrogantes: ¿El usus antiquior de la misa ya no se considera un tesoro precioso que deba conservarse? ¿Por qué se consultó solo a la jerarquía y no a los fieles laicos (vivimos tiempos de sinodalidad), siendo que ellos eran los principales destinatarios de este valioso beneficio? ¿Se ha favorecido la reconciliación en la Iglesia o más bien se han exacerbado los ánimos y las contiendas litúrgicas?
Summorum Pontificum es un documento hecho con sabiduría y amor pastoral, largamente estudiado y rezado en profundidad. Decía Benedicto XVI justo antes de iniciar el articulado de la Carta Apostólica: «Después de la consideración por parte de nuestro predecesor Juan Pablo II de las insistentes peticiones de estos fieles, después de escuchado a los Padres Cardenales en el consistorio del 22 de marzo de 2006, y haber reflexionado profundamente sobre cada uno de los aspectos de la cuestión, invocando al Espíritu Santo y contando con la ayuda de Dios, con las presentes Cartas Apostólicas establecemos lo siguiente…»
Pero la mayor esperanza de resurrección de Summorum Pontificum se funda en las palabras con que Benedicto XVI termina la Carta explicativa a los obispos adjunta al motu proprio: «Confío a la potente intercesión de María, Madre de la Iglesia, estas nuevas normas…»
(Los destacados son nuestros)
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