En
la Forma Extraordinaria del Rito Romano, concluido el prefacio con el rezo del Sanctus, nos topamos con una solemne
rúbrica que señala los gestos con que el sacerdote debe comenzar la recitación
silenciosa del Canon. Dice así:
Sacerdos extendens, elevans aliquantulum et
jungens manus, elevansque ad cælum oculos, et statim demittens, profunde
inclinatus ante Altare, manibus super eo positis, dicit secreto:
Te ígitur, clementíssime Pater…
El sacerdote, extendiendo y elevando un poco
sus manos para luego unirlas, junto con elevar sus ojos al cielo para bajarlos
de inmediato, profundamente inclinado ante el Altar y con las manos puestas
sobre él, dice en secreto:
A Ti, pues, Padre clementísimo…
Es
imposible imaginar una gestualidad tan sencilla y al mismo tiempo tan llena de
sacralidad. Una bella sincronía de movimientos, cada uno cargado de sentido, parece
elevar hacia lo alto el ser entero del celebrante, para luego abatirlo en
humilde reverencia sobre el altar, símbolo de Cristo, que besa con santa
unción. Súplica, estupor, adoración, amor filial, oración silenciosa y
recogida, se dan cita para acompañar al sacerdote en su entrada regia al Sancta Sanctorum de la Misa. Nada de
esto ha permanecido en el Novus Ordo.
El celebrante inicia la Plegaria Eucarística como si se tratara de una oración
más de la misa; entra en el Sancta Sanctorum del Canon «como Pedro por su
casa», como dice el adagio popular, incluso hasta cantando. Triste.
No hay comentarios:
Publicar un comentario