Extracto
de la catequesis de Benedicto XVI sobre el apóstol Bernabé:
“«Bernabé», que significa
"hijo de la exhortación" (Hch 4, 36) o "hijo del consuelo",
es el sobrenombre de un judío levita oriundo de Chipre. Habiéndose establecido
en Jerusalén, fue uno de los primeros en abrazar el cristianismo, tras la resurrección
del Señor. Con gran generosidad vendió un campo de su propiedad y entregó el
dinero a los Apóstoles para las necesidades de la Iglesia (cf. Hch 4, 37). Se
hizo garante de la conversión de Saulo ante la comunidad cristiana
de Jerusalén, que todavía desconfiaba de su antiguo perseguidor (cf. Hch
9, 27). Enviado a Antioquía de Siria, fue a buscar a Pablo, en Tarso, donde se
había retirado, y con él pasó un año entero, dedicándose a la evangelización de
esa importante ciudad, en cuya Iglesia Bernabé era conocido como profeta y
doctor (cf. Hch 13, 1).
Así,
Bernabé, en el momento de las primeras conversiones de los paganos, comprendió
que había llegado la hora de Saulo, el cual se había retirado a Tarso, su
ciudad. Fue a buscarlo allí. En ese momento importante, en cierta forma,
devolvió a Pablo a la Iglesia; en este sentido, le entregó una vez más al
Apóstol de las gentes. La Iglesia de Antioquía envió a Bernabé en misión, junto
a Pablo, realizando lo que se suele llamar el primer viaje misionero del
Apóstol. En realidad, fue un viaje misionero de Bernabé, pues él era el
verdadero responsable, al que Pablo se sumó como colaborador, recorriendo las
regiones de Chipre y Anatolia centro-sur, en la actual Turquía, con las
ciudades de Atalía, Perge, Antioquía de Pisidia, Iconio, Listra y Derbe (cf.
Hch 13-14). Junto a Pablo, acudió después al así llamado concilio de Jerusalén,
donde, después de un profundo examen de la cuestión, los Apóstoles con los
ancianos decidieron separar de la identidad cristiana la práctica de la
circuncisión (cf. Hch 15, 1-35). Sólo así, al final, permitieron oficialmente
que fuera posible la Iglesia de los paganos, una Iglesia sin circuncisión: somos
hijos de Abraham solamente por la fe en Cristo”. (Benedicto XVI, Audiencia General, miércoles 31 de enero
de 2007)
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