Como
homenaje al Corazón Sacratísimo de Jesús cuya fiesta celebra hoy la Iglesia, reproduzco una devota y profunda reflexión del Santo Papa Juan Pablo II a una de las invocaciones de las letanías al Sagrado Corazón: Cor Iesu,
fornax ardens caritatis, miserere nobis;
Corazón de Jesús, horno ardiente de caridad, ten piedad de nosotros.
“Corazón de Jesús, horno
ardiente de caridad.
Durante la oración del Angelus
deseamos dirigir, juntamente con la Madre de Dios, nuestros corazones hacia el
Corazón de su Hijo Divino. Nos hablan profundamente las invocaciones de estas
espléndidas letanías, que rezamos o cantamos sobre todo en el mes de junio. Que
la Madre nos ayude a entender mejor los misterios del Corazón de su Hijo.
Horno de caridad. El horno arde. Al
arder, quema todo lo material, sea leña u otra sustancia fácilmente
combustible. El Corazón de Jesús, el Corazón humano de Jesús, quema con el amor
que lo colma. Y este es el amor al Eterno Padre y el amor a los hombres; a las
hijas y los hijos adoptivos. El horno, quemando, poco a poco se apaga. El
Corazón de Jesús, en cambio, es horno inextinguible. En esto se parece a la zarza ardiente del libro del Éxodo, en
la que Dios se reveló a Moisés. Era una zarza que ardía con el fuego, pero...
no se consumía (Ex 3,2).
Efectivamente,
el amor que arde en el Corazón de Jesús es sobre todo el Espíritu Santo, en el
que Dios-Hijo se une eternamente al Padre. El Corazón de Jesús, el Corazón
humano del Dios-Hombre, está abrazado por la llama viva del Amor Trinitario, que jamás se extingue.
Corazón de Jesús, horno
ardiente de caridad.
El horno, mientras arde, ilumina las tinieblas de la noche y calienta los
cuerpos de los viandantes ateridos. Hoy queremos rogar a la Madre del Verbo
Eterno, para que en el horizonte de la vida de cada uno de nosotros no cese
nunca de arder el Corazón de Jesús, horno
ardiente de caridad. Para que Él nos revele el Amor que no se extingue ni
se deteriora jamás, el Amor que es eterno. Para que ilumine las tinieblas de la
noche terrena y caliente los corazones.
¡Cuánto
se alegra la Iglesia por el hecho de que en este Corazón Divino se enciendan de
amor los corazones humanos!...
Dándole
las gracias por el único amor capaz de transformar el mundo y la vida humana,
nos dirigimos con la Virgen Inmaculada, en el momento de la Anunciación, al Corazón
Divino que no cesa de ser horno ardiente
de caridad. Ardiente: como la zarza
que Moisés vio al pie del monte Horeb”. (Angelus,
23 de junio, 1985)
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