Este año se cumple el
centenario del Motu Proprio Doctoris Angelici del Papa San Pio X. Dado en Roma pocos meses antes de su marcha al
cielo, el Papa Sarto volvía a proponer a Santo Tomás de Aquino como camino
seguro para el estudio de las ciencias sagradas. Si durante este siglo se
hubiese prestado una delicada obediencia a las disposiciones de este documento,
cuantas lágrimas, dolores y tragedias se podrían haber evitado en la vida de la
Iglesia.
“No se puede admitir la
opinión de algunos ya antiguos, según la cual es indiferente, para la verdad de
la Fe, lo que cada cual piense sobre las cosas creadas, con tal que la idea que
tenga de Dios sea correcta, ya que un conocimiento erróneo acerca de la naturaleza
de las cosas lleva a un falso conocimiento de Dios; por eso se deben conservar
santa e invioladamente los principios filosóficos establecidos por Santo Tomás,
a partir de los cuales se aprende la ciencia de las cosas creadas de manera
congruente con la Fe, se refutan los errores de cualquier época, se puede
distinguir con certeza lo que sólo a Dios pertenece y no se puede atribuir a
nadie más, se ilustra con toda claridad tanto la diversidad como la analogía
que existen entre Dios y sus obras. El Concilio Lateranense IV expresaba así
esta diversidad y esta analogía: «mientras más semejanza se afirme entre el
Creador y la criatura, más se ha de afirmar la desemejanza».
Por lo demás, hablando
en general, estos principios de Santo Tomás no encierran otra cosa más que lo
que ya habían descubierto los más importantes filósofos y Doctores de la
Iglesia, meditando y argumentando sobre el conocimiento humano, sobre la
naturaleza de Dios y de las cosas, sobre el orden moral y la consecución del
fin último. Con un ingenio casi angélico, desarrolló y acrecentó toda esta
cantidad de sabiduría recibida de los que le habían precedido, la empleó para
presentar la doctrina sagrada a la mente humana, para ilustrarla y para darle
firmeza; por eso, la sana razón no puede dejar de tenerla en cuenta, y la
Religión no puede consentir que se la menosprecie. Tanto más cuanto que si la
verdad católica se ve privada de la valiosa ayuda que le prestan estos
principios, no podrá ser defendido buscando, en vano, elementos en esa otra
filosofía que comparte, o al menos no rechaza los principios en que se apoyan
el Materialismo, el Monismo, el Panteísmo, el Socialismo y las diversas clases
de Modernismo. Los puntos más importantes de la filosofía de Santo Tomás, no
deben ser considerados como algo opinable, que se pueda discutir, sino que son
como los fundamentos en los que se asienta toda la ciencia de lo natural y de
lo divino. Si se rechazan estos fundamentos o se los pervierte, se seguirá
necesariamente que quienes estudian las ciencias sagradas ni siquiera podrán
captar el significado de las palabras con las que el magisterio de la Iglesia
expone los dogmas revelados por Dios.
Por esto quisimos
advertir a quienes se dedican a enseñar la filosofía y la sagrada teología, que
si se apartan de las huellas de Santo Tomás, principalmente en cuestiones de
metafísica, no será sin graves daños”.
(Extracto del Motu Proprio Doctoris Angelici de San
Pio X, sobre el estudio de la doctrina de Santo Tomás de Aquino, 29 de junio de
1914).
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