Christus apparuit nobis:
venite adoremus! Es la sencilla y fundamental invitación que la Iglesia nos dirige en estos días posteriores a la Epifanía
del Señor. Nada más nacer, Cristo comienza a manifestarse gradualmente: a los pastores, a los reyes de oriente, al pueblo de Israel, al mundo entero. Y su manifestación
es la más plena irrupción de luz, de alegría y de belleza que este pobre
mundo nuestro, desfigurado, tenebroso y triste por la fuerza destructora del pecado, ha podido recibir. Solo esta epifanía de gracia salva al mundo y lo vuelve habitable. Con particular sabiduría lo predicaba San Proclo de Constantinopla en el siglo V: “Cristo apareció en el mundo, y, al embellecerlo y acabar con su
desorden, lo transformó en brillante y jubiloso”. Sí, venite adoremus, vamos y adoremos.
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