Palabras cargadas de maternal consuelo que Nuestra Señora de Guadalupe dirigió a San Juan Diego en la madrugada del 12 de diciembre de 1531:
– «¿Qué pasa, el más pequeño de mis hijos? ¿A dónde
vas, a dónde te diriges?».
– «Oye y pon bien en tu corazón, hijo mío el más
pequeño: nada te asuste, nada te aflija, tampoco se altere tu corazón, tu
rostro; no temas esta enfermedad ni ninguna otra enfermedad o algo molesto,
angustioso o doliente.»
«¿No estoy aquí yo, que soy tu Madre? ¿No estás bajo
mi sombra y resguardo? ¿No soy yo la fuente de tu alegría? ¿No estás en el
hueco de mi manto, en donde se cruzan mis brazos? ¿Tienes necesidad de alguna
otra cosa?»
«Que ninguna otra cosa te aflija, te perturbe; que no
te preocupe con pena la enfermedad de tu tío, porque de ella no morirá por
ahora. Ten por seguro que ya sanó.»
«Sube hijo mío el más pequeño, a la cumbre del cerro,
a donde me viste y te di órdenes. Allí verás que haya variadas flores:
córtalas, reúnelas, ponlas todas juntas. Luego baja aquí; tráelas aquí,
delante de mí.»
– «Hijo mío el menor, estas diferentes flores son la
prueba, la señal que llevarás al Obispo; de mi parte le dirás que vea en ellas
lo que quiero, y que con esto se realice mi voluntad y mi deseo. Y tú… tú eres
mi mensajero, en ti pongo toda mi confianza. Y con toda energía te mando que
solamente en presencia del Obispo abras tu ayate y le enseñes lo que llevas. Le
contarás bien todo, le dirás que te mandé que subieras a la cumbre del cerrito
a cortar flores, y todo lo que viste y admiraste, para que puedas convencer al
gobernante sacerdote, para que luego ponga todo lo que está de su parte para
que se haga, se levante mi templo que le he pedido».
Fuente: encuentra.com

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