viernes, 22 de diciembre de 2023

O ADMIRABILE COMMERCIUM! EL MISTERIO DE LA NAVIDAD

Murillo. La adoración de los pastores.

Dice San Ireneo que «este es el motivo por el cual el Verbo se hizo hombre, y el Hijo de Dios, Hijo del hombre: para que el hombre, al entrar en comunión con el Verbo y recibiendo así la filiación divina, se convirtiera en hijo de Dios» (Adversus haereses, 3, 19, 1). En continuidad con esta antigua tradición patrística, el Beato Columba Marmión nos recuerda que la gracia propia del misterio de la Navidad consiste en el maravilloso intercambio que Dios ha establecido con su nacimiento en la tierra: asume nuestra condición humana para hacernos partícipes de su condición divina.

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«¿Cuál es, me preguntaréis, la gracia íntima del misterio de la Navidad? ¿De qué gracia se trata, cuando quiere la Iglesia con sumo interés que nos dispongamos a recibirla? ¿Qué fruto hemos de sacar de la contemplación del Niño Dios?

En la primera misa, la de la medianoche, nos lo indica nuestra madre la Iglesia. Hecha la ofrenda del pan y del vino que dentro de breves momentos se convertirán, en virtud de las palabras de la consagración, en el cuerpo y la sangre de Jesucristo, resume sus anhelos y votos en la siguiente oración: Dígnate, Señor, aceptar la oblación que te presentamos en la solemnidad de este día, y haz que con tu gracia y mediante este intercambio santo y sagrado reproduzcamos en nosotros la imagen de Aquel que unió contigo nuestra naturaleza.

Pedimos, pues, la gracia de tener parte en esta divinidad con la cual está unida nuestra humanidad. Hay como un intercambio: Dios, al encarnarse, toma nuestra naturaleza humana, y a cambio nos da una participación en su naturaleza divina.

Este pensamiento, tan conciso en su forma, se halla expresado de modo más explícito en la secreta de la segunda Misa: Haz, Señor, que nuestras ofrendas sean conformes con los misterios de Navidad, que hoy celebramos, y así como el niño que acaba de nacer con naturaleza humana resplandece también como Dios, del mismo modo esta sustancia terrestre (a la que se une) nos comunique lo que hay en el Él de divino.

La gracia propia de la celebración del misterio de este día consiste en hacernos partícipes de la Divinidad a la cual ha quedado unida nuestra humanidad en la persona de Jesucristo, y recibir este divino don por medio de esta misma Humanidad…

¡Oh comercio admirable!, cantaremos el día de la octava, el Creador del género humano, vistiéndose de un cuerpo animado, se dignó nacer de una Virgen, y presentándose en el mundo como un hombre, nos ha hecho partícipes de su divinidad». (Dom Columba Marmión, Jesucristo en sus Misterios, VII).


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