lunes, 14 de agosto de 2023

MARÍA LA GRANDE. UNA FERVIENTE SÚPLICA DE SAN ANSELMO

La Asunción de la Virgen. Anónimo del siglo XVII.
Museo Santa Clara, Bogotá.

Publico la primera parte de una oración de San Anselmo dirigida a Santa María para excitar en sí el amor de Dios y de su bienaventurada Madre.

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«esforzaos en alabar sus méritos, en amar su felicidad, en admirar su elevación, en implorar su benevolencia»

«¡Oh María, María la grande, la mayor de las bienaventuradas Marías, la mayor de todas las mujeres! ¡Oh gran Señora!, mi corazón quiere amaros, mi boca desea alabaros, mi espíritu desea veneraros, mi alma aspira a rogaros, todo mi ser se recomienda a tu protección. ¡Oh corazón de mi alma!, esfuérzate, y vosotras, profundidades íntimas de mi mismo, tanto como podéis, si lo podéis, esforzaos en alabar sus méritos, en amar su felicidad, en admirar su elevación, en implorar su benevolencia, porque tenéis cada día necesidad de su patrocinio; al tener necesidad lo deseáis, vuestro deseo suplica; vuestras súplicas obtendrán, si no según vuestros deseos, ciertamente más allá de vuestros méritos.

¡Oh Reina de los ángeles, Soberana del mundo, Madre de aquel que purifica el mundo!, confieso que mi corazón está demasiado manchado para que no tenga que avergonzarme de dirigirme a ti, la pureza misma, y, volviéndome a ella, pueda ser digna de tocarla. ¡Oh Madre de aquel que ilumina mi corazón, nutricia de aquel que salvó mi alma!, todo mi corazón te suplica en cuanto puede. Escúchame, ¡oh Señora mía! séme propicia, ayúdame con tu omnipotencia, a fin de que queden purificadas las manchas de mi alma, que las tinieblas reciban la luz, que mi tibieza se abrase, que yo me despierte de mi torpor en la espera de aquel día en que tu bienaventurada santidad, que supera a todas las demás, a excepción de tu Hijo, dominador de todas las cosas, será exaltada, a causa de tu Hijo omnipotente y glorioso, por la bendición de tus hijos de la tierra. Por encima de todo (a excepción de mi Señor y mi Dios, Dios de todas las cosas, Hijo tuyo), que mi corazón te conozca y admire, te ame y te implore no con el ardor de un ser imperfecto que no tiene más que deseos, sino tanto como debe hacerlo el que ha sido creado y salvado, rescatado y resucitado por tu Hijo». (San Anselmo, Obras completas II, BAC, Madrid 2009, p. 313-314).


 

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