«Considerad la fuerza y la divina energía que son concedidas a aquellos que se acercan a los iconos de los santos con fe y conciencia pura. Por esto, hermanos, permanezcamos sobre la roca de la fe, en la Tradición de la Iglesia sin desplazar los límites que a ésta han fijado los santos Padres. No demos beligerancia a aquellos que quieren innovar y con ello deshacer el edificio de la Iglesia santa católica y apostólica. Si se deja actuar a los que tienen estas ideas, poco a poco el cuerpo entero de la Iglesia será destruido. No, hermanos míos, no, hijos de la Iglesia que amáis a vuestra madre, no la despojéis de sus vestiduras. Recibidla tal como yo os la presento. Aprended que Dios dijo con respecto a ella: “Tú eres hermosa, amiga mía, no hay defecto alguno en ti” (Cant 4, 7).
No aceptemos que se nos enseñe una fe nueva que estaría en desacuerdo con la Tradición de los santos Padres. El divino apóstol declara: “Si alguno os anunciare otra cosa que lo que habéis recibido, que sea anatema” (Gal 1, 9).
Adoremos los iconos, no ofrecemos con ello nuestra adoración a la materia, pero a través de ella a los representados, pues, como dice el divino Basilio “la veneración del ícono se transmite al prototipo” (San Juan Damasceno, Defensa de las imágenes).
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