G.
K. Chesterton veía en la maravillosa grandeza de las catedrales medievales un
cumplimiento cabal de lo vaticinado por Jesucristo, cuando cabalgaba triunfante
hacia Jerusalén: “Os digo que si éstos callan gritarán las piedras” (Lc 19,
40). En efecto, “Cristo -dice Chesterton- profetizó la arquitectura gótica
aquél día en que las gentes educadas y
respetables protestaron contra la algazara de los haraganes que le aclamaron en
Jerusalén… Y así se alzaron, como ecos clamorosos de aquellos vítores, las
fachadas de las catedrales medievales, pobladas de caras chillonas y de bocas
abiertas. Y así, gritando las piedras, se pudo cumplir la profecía”. (Cf Ciudadano Chesterton. Una antropología escandalosa, Ed. Palabra, Madrid 2111,
p. 111).
Un estudioso del arte gótico ha escrito: “Lancemos una mirada sobre
una catedral gótica. Veremos, por decirlo así, un movimiento vertical
petrificado, en el cual la ley de la gravedad parece anulada. Veremos un
movimiento de inaudita fuerza, dirigido hacia arriba, opuesto a la natural
dirección de la gravedad pétrea. No hay muros; no hay masas que nos den la
impresión de realidad firme y material. Mil fuerzas particulares nos hablan,
sin dejar que nos demos cuenta de su materialidad, actuando como heraldos de
una expresión inmaterial, de un movimiento irreprimido de ascensión. En vano
buscamos una indicación —necesaria para nuestro sentimiento— que aluda a la
relación entre carga y fuerza. Dijérase que aquí no hay carga. Sólo percibimos
fuerzas, fuerzas libres, irreprimidas, fuerzas que se lanzan a lo alto con
indecible aliento. Es bien claro que aquí la piedra ha quedado despojada de su
peso material, que aquí la piedra sustenta una expresión insensible,
incorpórea, que aquí la piedra está como desmaterializada.” (W. Worringer, La
esencia del estilo gótico, Buenos Aires 1973).
Dicho con otras palabras, en las catedrales góticas las piedras se hacen
música, se vuelven canto gregoriano. El Papa Benedicto XVI también ha dicho que el templo
gótico invita hacia lo alto porque “la unidad de una catedral gótica, como es sabido, no es la unidad
estática de un templo clásico, sino una unidad nacida de la tensión dinámica de
diferentes fuerzas que empujan la arquitectura hacia arriba, orientándola hacia
el cielo” (Homilía en la Catedral de San Patricio, Nueva York 19 de abril
de 2008). El templo contemporáneo, en cambio, muchas veces no eleva, simplemente
ensancha.
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