Interesante columna de Camillo Langone publicada en el Foglio Quotidiano en diciembre pasado. La aversión hacia la misa tridentina dentro de la Iglesia es a veces tan incomprensible como brutal; solo la presencia de un poder preternatural –el diablo– puede dar razón de semejante furia.
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Fuente: ilfoglio.it
El enemigo del latín es el diablo. El cardenal Sarah
lo revela en su último libro“¿Existe Dios?”, publicado por Cantagalli: “El
proyecto de cancelar definitivamente la misa tradicional tridentina, es decir,
un rito que se remonta a san Gregorio Magno, una liturgia que tiene 1600 años,
una misa que ha hecho santos a muchos y que se ha celebrado por muchos santos,
si es real, me parece un insulto a la historia de la Iglesia y a la Santa
Tradición, un proyecto diabólico que querría romper con la Iglesia de Cristo,
de los Apóstoles y de los Santos". Así que el enemigo del latín es el
diablo. De hecho, sólo una maldad metafísica puede explicar tal implacabilidad
del clero progresista, o más bien nihilista, contra un rito tan objetivamente
bello, tan ampliamente apreciado por los fieles. Nadie fuera de la Iglesia lo
sabe, también porque sonaría incomprensible, pero la principal acusación contra
los católicos tradicionales es precisamente su amor por el latín. Y el acusador
por excelencia, según la etimología hebrea, es Satanás. Gracias al cardenal Sarah
sabemos que es inútil apelar a los obispos y pontífices para salvar la Misa en
latín (la autorización para celebrarla): hay que recurrir a San Miguel
Arcángel, el santo de los exorcismos.