domingo, 29 de septiembre de 2024

ORACIÓN A SAN MIGUEL

San Miguel de Rafael Sanzio


Sancte Michäel Archangele, defende nos in proelio:
contra nequitiam et insidias diaboli 
esto praesidium.
Imperet illi Deus, supplices deprecamur;
tuque, Princeps militiae coelestis,
Satanam aliosque spiritus malignos,
qui ad perditionem animarum pervagantur in mundo,
divina virtute, in infernum detrude.
Amen.

* * *

San Miguel Arcángel, defiéndonos en la batalla,
sé nuestro amparo contra la maldad 
y las asechanzas del diablo.
Pedimos suplicantes que Dios lo mantenga bajo su imperio; 
y tú, Príncipe de la milicia celestial, 
arroja al infierno con el poder divino, 
a Satanás y a los otros espíritus malvados, 
que andan por el mundo 
tratando de perder a las almas. 
Amén.

 

viernes, 27 de septiembre de 2024

POR EL CAMINO DE LA CRUZ

Tintoretto, Subida al Calvario
Imagen: wikioo.org/es

«Estamos ahora en el camino del Calvario, por donde Cristo arrastra su Cruz. ¿Vamos a permitir que la lleve solo? Si el mundo se ha de redimir por el sufrimiento, ¿por qué ha de ser únicamente Jesús quien padezca? No, carguemos también nosotros con nuestra cruz –esa cruz que han de abrazar todos sus seguidores (Cfr. Mt 16, 24)– y unamos nuestro dolor al de Nuestro Señor para la redención del mundo. Seámosle fieles en el sufrimiento y que Él nos conduzca al Calvario para morir con Él. Muramos, sí, y adquiramos una nueva vida después de esta muerte en Cristo y con Cristo». 

(San Josemaría Escrivá, Apuntes de una meditación sobre la Pasión del Señor, 1937).


 

sábado, 21 de septiembre de 2024

BENEDICTO XVI TRAZA UN PERFIL DE SAN MATEO

San Mateo. Basílica de San Juan de Letrán

«Mateo está siempre presente en las listas de los Doce elegidos por Jesús (cf. Mt 10, 3; Mc 3, 18; Lc 6, 15; Hch 1, 13). En hebreo, su nombre significa "don de Dios". El primer Evangelio canónico, que lleva su nombre, nos lo presenta en la lista de los Doce con un apelativo muy preciso:  "el publicano" (Mt 10, 3). De este modo se identifica con el hombre sentado en el despacho de impuestos, a quien Jesús llama a su seguimiento:  "Cuando se iba de allí, al pasar vio Jesús a un hombre llamado Mateo, sentado en el despacho de impuestos, y le dijo:  "Sígueme". Él se levantó y le siguió" (Mt 9, 9). También san Marcos (cf. Mc 2, 13-17) y san Lucas (cf. Lc 5, 27-30) narran la llamada del hombre sentado en el despacho de impuestos, pero lo llaman "Leví". Para imaginar la escena descrita en Mt 9, 9 basta recordar el magnífico lienzo de Caravaggio, que se conserva aquí, en Roma, en la iglesia de San Luis de los Franceses.

Los Evangelios nos brindan otro detalle biográfico:  en el pasaje que precede a la narración de la llamada se refiere un milagro realizado por Jesús en Cafarnaúm (cf. Mt 9, 1-8; Mc 2, 1-12), y se alude a la cercanía del Mar de Galilea, es decir, el Lago de Tiberíades (cf. Mc 2, 13-14). De ahí se puede deducir que Mateo desempeñaba la función de recaudador en Cafarnaúm, situada precisamente "junto al mar" (Mt 4, 13), donde Jesús era huésped fijo en la casa de Pedro.

Basándonos en estas sencillas constataciones que encontramos en el Evangelio, podemos hacer un par de reflexiones. La primera es que Jesús acoge en el grupo de sus íntimos a un hombre que, según la concepción de Israel en aquel tiempo, era considerado un pecador público. En efecto, Mateo no sólo manejaba dinero considerado impuro por provenir de gente ajena al pueblo de Dios, sino que además colaboraba con una autoridad extranjera, odiosamente ávida, cuyos tributos podían ser establecidos arbitrariamente. Por estos motivos, todos los Evangelios hablan en más de una ocasión de "publicanos y pecadores" (Mt 9, 10; Lc 15, 1), de "publicanos y prostitutas" (Mt 21, 31). Además, ven en los publicanos un ejemplo de avaricia (cf. Mt 5, 46:  sólo aman a los que les aman) y mencionan a uno de ellos, Zaqueo, como "jefe de publicanos, y rico" (Lc 19, 2), mientras que la opinión popular los tenía por "hombres ladrones, injustos, adúlteros" (Lc 18, 11).

Ante estas referencias, salta a la vista un dato:  Jesús no excluye a nadie de su amistad. Es más, precisamente mientras se encuentra sentado a la mesa en la casa de Mateo-Leví, respondiendo a los que se escandalizaban porque frecuentaba compañías poco recomendables, pronuncia la importante declaración:  "No necesitan médico los sanos sino los enfermos; no he venido a llamar a justos, sino a pecadores" (Mc 2, 17).

La buena nueva del Evangelio consiste precisamente en que Dios ofrece su gracia al pecador. En otro pasaje, con la famosa parábola del fariseo y el publicano que subieron al templo a orar, Jesús llega a poner a un publicano anónimo como ejemplo de humilde confianza en la misericordia divina:  mientras el fariseo hacía alarde de su perfección moral, "el publicano (...) no se atrevía ni a elevar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo:  "¡Oh Dios, ten compasión de mí, que soy pecador!"". Y Jesús comenta:  "Os digo que este bajó a su casa justificado y aquel no. Porque todo el que se ensalce, será humillado; y el que se humille, será ensalzado" (Lc 18, 13-14). Por tanto, con la figura de Mateo, los Evangelios nos presentan una auténtica paradoja:  quien se encuentra aparentemente más lejos de la santidad puede convertirse incluso en un modelo de acogida de la misericordia de Dios, permitiéndole mostrar sus maravillosos efectos en su existencia.

A este respecto, san Juan Crisóstomo hace un comentario significativo:  observa que sólo en la narración de algunas llamadas se menciona el trabajo que estaban realizando esas personas. Pedro, Andrés, Santiago y Juan fueron llamados mientras estaban pescando; y Mateo precisamente mientras recaudaba impuestos. Se trata de oficios de poca importancia —comenta el Crisóstomo—, "pues no hay nada más detestable que el recaudador y nada más común que la pesca" (In Matth. Hom.:  PL 57, 363). Así pues, la llamada de Jesús llega también a personas de bajo nivel social, mientras realizan su trabajo ordinario.

Hay otra reflexión que surge de la narración evangélica:  Mateo responde inmediatamente a la llamada de Jesús:  "Él se levantó y lo siguió". La concisión de la frase subraya claramente la prontitud de Mateo en la respuesta a la llamada. Esto implicaba para él abandonarlo todo, en especial una fuente de ingresos segura, aunque a menudo injusta y deshonrosa. Evidentemente Mateo comprendió que la familiaridad con Jesús no le permitía seguir realizando actividades desaprobadas por Dios.

Se puede intuir fácilmente su aplicación también al presente:  tampoco hoy se puede admitir el apego a lo que es incompatible con el seguimiento de Jesús, como son las riquezas deshonestas. En cierta ocasión dijo tajantemente:  "Si quieres ser perfecto, anda, vende lo que tienes y dáselo a los pobres, y tendrás un tesoro en los cielos; luego ven, y sígueme" (Mt 19, 21). Esto es precisamente lo que hizo Mateo:  se levantó y lo siguió. En este "levantarse" se puede ver el desapego de una situación de pecado y, al mismo tiempo, la adhesión consciente a una existencia nueva, recta, en comunión con Jesús.

Recordemos, por último, que la tradición de la Iglesia antigua concuerda en atribuir a san Mateo la paternidad del primer Evangelio. Esto sucedió ya a partir de Papías, obispo de Gerápolis, en Frigia, alrededor del año 130. Escribe Papías:  "Mateo recogió las palabras (del Señor) en hebreo, y cada quien las interpretó como pudo" (en Eusebio de Cesarea, Hist. eccl. III, 39, 16). El historiador Eusebio añade este dato:  "Mateo, que antes había predicado a los judíos, cuando decidió ir también a otros pueblos, escribió en su lengua materna el Evangelio que anunciaba; de este modo trató de sustituir con un texto escrito lo que perdían con su partida aquellos de los que se separaba" (ib., III, 24, 6).

Ya no tenemos el Evangelio escrito por san Mateo en hebreo o arameo, pero en el Evangelio griego que nos ha llegado seguimos escuchando todavía, en cierto sentido, la voz persuasiva del publicano Mateo que, al convertirse en Apóstol, sigue anunciándonos la misericordia salvadora de Dios. Escuchemos este mensaje de san Mateo, meditémoslo siempre de nuevo, para aprender también nosotros a levantarnos y a seguir a Jesús con decisión». (BENEDICTO XVI, AUDIENCIA GENERAL, Miércoles 30 de agosto de 2006).

Fuente: vatican.va

martes, 17 de septiembre de 2024

ÉL NOS HA HECHO


«Dije entonces a todas las cosas que están fuera de las puertas de mi carne: ‘Decidme algo de mi Dios, ya que vosotras no lo sois; decidme algo de él’. Y exclamaron todas con grande voz: Él nos ha hecho. Mi pregunta era mi mirada; su respuesta, su belleza».

(San Agustín, Las confesiones, L 10, c. 6)


 

jueves, 12 de septiembre de 2024

MARÍA, MADRE AMABLE

«Celebramos hoy la fiesta del “Nombre de María”… María, la Madre del Señor, recibió del pueblo fiel el título de “Abogada”, pues es nuestra abogada ante Dios. Desde las bodas de Caná la conocemos como la mujer benigna, llena de solicitud materna y de amor, la mujer que percibe las necesidades ajenas y, para ayudar, las lleva ante el Señor.

Hoy hemos escuchado en el evangelio cómo el Señor la entrega como Madre al discípulo predilecto y, en él, a todos nosotros. En todas las épocas los cristianos han acogido con gratitud este testamento de Jesús, y junto a la Madre han encontrado siempre la seguridad y la confiada esperanza que nos llenan de gozo en Dios y en nuestra fe en él.

Acojamos también nosotros a María como la estrella de nuestra vida, que nos introduce en la gran familia de Dios. Sí, el que cree nunca está solo».

(Extracto de la homilía pronunciada por el papa Benedicto XVI, el 12 de septiembre de 2006, en Ratisbona).




 

lunes, 9 de septiembre de 2024

O BEATA TRINITAS!

Santísima Trinidad de Antonio de Pereda
Imagen: wikioo.org/es

 «Dios, bien sumo e infinito, se basta a sí mismo; en el conocimiento y amor de sí encuentra toda su felicidad. Siendo el ser infinitamente perfecto, el conocimiento y el amor son en El esencialmente fecundos, y de esta fecundidad brota el misterio de su vida íntima, el misterio trinitario. El Padre desde toda la eternidad se conoce perfectamente a sí mismo y, conociéndose, engendra al Verbo, Idea substancial, en el cual el Padre expresa y al cual comunica toda su esencia, divinidad y bondad infinita. El Verbo es así “el resplandor de la gloria e imagen de la sustancia” del Padre (Heb 1, 3); pero resplandor e imagen sustancial, porque tiene en sí la misma naturaleza y las mismas perfecciones del Padre. Desde toda la eternidad el Padre y el Hijo se contemplan mutuamente y se aman infinitamente por la infinita indivisible perfección que ambos poseen; amándose, sintiéndose atraídos el uno al otro, el uno al otro se entregan, volcando toda su naturaleza y esencia divina en una tercera persona, el Espíritu Santo, que es el término, la prenda y el don sustancial de su mutuo amor. Así la misma naturaleza y vida divina circula del Padre al Hijo, y del Padre y del Hijo se vuelca en el Espíritu Santo. De este modo la Trinidad se nos presenta como el misterio de la vida íntima de Dios, misterio que brota de aquellas operaciones perfectísimas de conocimiento y amor con que El se conoce y se ama a sí mismo.

El misterio trinitario, mejor que ningún otro, nos muestra que nuestro Dios es el Dios vivo, que su vida es esencialmente fecunda, tan fecunda que el Padre puede comunicar al Hijo toda su naturaleza y esencia divina, y el Padre y el Hijo pueden comunicarla al Espíritu, sin quedar privados de ella, sino poseyéndola todos tres con la misma perfección infinita. La Trinidad, mejor que ningún otro misterio, nos revela la perfección de la bondad de Dios. Ósea, nos dice que Dios es bueno, no solo porque es el bien infinito, sino también porque comunica todo este su bien: del Padre al Hijo, del Padre y el Hijo al Espíritu Santo. Mientras que en la obras que Dios realiza fuera de sí derrama solo parcialmente su bien, en el seno de la Trinidad lo comunica integralmente, necesariamente, de tal modo que su vida íntima consiste precisamente en esta eterna, necesaria y absoluta comunicación de todo bien, de todo su ser. El misterio trinitario nos permite así intuir que en Dios hay un océano ilimitado e inagotable de bondad, de amor, de fecundidad y de vida; preciosa intuición porque, mejor que cualquier otra, es capaz de desarrollar en nosotros el sentimiento de la infinita grandeza de Dios». (Gabriel de S. M. Madalena O.C.D., Intimidad divina, Ed. El Monte Carmelo, Burgos 1961, pp. 979-981).

lunes, 2 de septiembre de 2024

ELOGIO A LA MISA TRIDENTINA

Monseñor Marian Eleganti, obispo auxiliar emérito de Coira, Suiza, aprecia la misa tradicional. En una reciente entrevista publicada en Kath.ch, a la pregunta ¿Qué le aporta la misa tridentina?, ha respondido:

«Que la misa no es un taller y que expresa mucho mejor la centralidad de Dios o de Jesucristo. La liturgia tridentina tiene oraciones muy profundas, que me gusta mucho rezar por su contenido. Me gustan las oraciones de acompañamiento que recita el sacerdote. No entiendo por qué se abandonaron en la reforma litúrgica, porque le ayudan a sintonizar con este misterio, a entrar en él y a realizarlo».

Fuente: www.kath.ch