Órgano de la basílica de Nuestra
Señora de la Antigua Capilla
Discurso de Benedicto XVI durante la
ceremonia de bendición del nuevo órgano de la basílica de «Nuestra Señora de la
Antigua Capilla» en Ratisbona, 13 de septiembre de 2006.
Fuente: vatican.va
Queridos amigos:
Esta venerable casa de Dios, la basílica
de "Nuestra Señora de la Antigua Capilla", como vemos, ha sido
restaurada de modo espléndido, y cuenta ahora con un nuevo órgano que, en este
momento, será bendecido y destinado solemnemente a su finalidad: la glorificación de Dios y la edificación de
la fe.
Fue un canónigo de esta colegiata, Carl
Joseph Proske, quien dio en el siglo XIX un impulso esencial a la renovación de
la música sacra. El canto gregoriano y la antigua polifonía vocal clásica se
integraron en la composición litúrgica. El cuidado de la música sagrada
litúrgica en la “Antigua Capilla” tenía una importancia que se extendía más
allá de los confines de la región y hacía de Ratisbona un centro del movimiento
de reforma de la música sacra, cuyo influjo llega hasta el presente.
En la constitución sobre la sagrada
liturgia del concilio Vaticano II, Sacrosanctum Concilium, se pone de
relieve que “el canto sagrado, unido a las palabras, constituye una parte
necesaria o integral de la liturgia solemne” (n. 112). Esto significa que la
música y el canto son algo más que un embellecimiento —tal vez superfluo— del
culto, pues forman parte de la actuación de la liturgia, más aún, son liturgia.
Por tanto, una solemne música sacra con coro, órgano, orquesta y canto del
pueblo no es una añadidura que enmarca y hace agradable la liturgia, sino un
modo importante de participación activa en el acontecimiento cultual.
El órgano, desde siempre y con razón, se
considera el rey de los instrumentos musicales, porque recoge todos los sonidos
de la creación y —como se ha dicho hace poco— da resonancia a la plenitud de
los sentimientos humanos, desde la alegría a la tristeza, desde la alabanza a
la lamentación. Además, trascendiendo la esfera meramente humana, como toda
música de calidad, remite a lo divino. La gran variedad de los timbres del
órgano, desde el piano hasta el fortísimo impetuoso, lo convierte en un
instrumento superior a todos los demás. Es capaz de dar resonancia a todos los
ámbitos de la existencia humana. Las múltiples posibilidades del órgano nos
recuerdan, de algún modo, la inmensidad y la magnificencia de Dios.
El salmo 150, que acabamos de escuchar y
de seguir interiormente, habla de trompas y flautas, de arpas y cítaras, de
címbalos y tímpanos: todos estos
instrumentos musicales están llamados a dar su contribución a la alabanza del
Dios trino. En un órgano, los numerosos tubos y los registros deben formar una
unidad. Si en alguna parte algo se bloquea, si un tubo está desafinado, tal vez
en un primer momento solamente lo perciba un oído ejercitado. Pero si varios
tubos no están bien entonados, entonces se produce un desafinamiento, y esto
comienza a ser insoportable. También los tubos de este órgano están expuestos a
cambios de temperatura y a factores de desgaste.
Esta es una imagen de nuestra comunidad
en la Iglesia. Del mismo modo que en el órgano una mano experta debe hacer
continuamente que las desarmonías se transformen en la debida consonancia, así
también en la Iglesia, dentro de la variedad de los dones y los carismas,
mediante la comunión en la fe debemos encontrar siempre el acorde en la
alabanza a Dios y en el amor fraterno. Cuanto más nos dejemos transformar en
Cristo a través de la liturgia, tanto más seremos capaces de transformar
también el mundo, irradiando la bondad, la misericordia y el amor de Cristo a
los hombres.
En definitiva, los grandes compositores,
cada uno a su modo, con su música querían glorificar a Dios. Johann Sebastian
Bach escribió en el título de muchas de sus partituras las letras S.D.G.: soli Deo gloria, solamente para gloria
de Dios. También Anton Bruckner ponía al inicio las palabras: “Dedicado a Dios”.
Ojalá que la grandiosidad de la capilla
y la liturgia enriquecida por la armonía del nuevo órgano y el canto solemne
guíen a todos los que frecuentan esta magnífica basílica a la alegría de la fe.
Es mi deseo en el día de la inauguración de este nuevo órgano.