lunes, 29 de julio de 2024

LA MISTERIOSA PERSECUCIÓN DE LA MISA TRADICIONAL

El motu proprio Traditiones Custodes se presentó al mundo avalado por una encuesta al episcopado mundial cuyos resultados aún se desconocen. Probablemente se trató de una encuesta muy selectiva como algunos han puesto de manifiesto. Según Mons. Georg Gänswein, «siguió siendo un misterio también para Benedicto el motivo por el que no se divulgaron los resultados de la consulta a los obispos realizada por la Congregación para la Doctrina de la Fe, que habrían permitido comprender con mayor precisión todas las implicaciones de la decisión del Papa Francisco» (Cf. Nada más que la verdad. Mi vida al lado de Benedicto XVI, Bilbao 2023, p.303).

En un reciente artículo publicado en su blog y traducido al francés por Riposte Catholique, Mons. Rob Mutsaerts, obispo auxiliar de Den Bosch (una voz claramente no escuchada por los consultores de Traditiones Custodes), escribía respetuosamente pero con la parresía que lo caracteriza:

«Mientras tanto, en América, crece el número de jóvenes que prefieren celebrar la misa tradicional en latín los domingos. Esto no tiene nada que ver con un rechazo del Vaticano II, como a veces se sugiere. Simplemente ya no es asunto para ellos. No son nostálgicos, son demasiado jóvenes para eso; no son de antes del Concilio, sino de después Concilio. Quieren ser fieles a la Iglesia y tienen preferencia por la liturgia donde se expresa especialmente lo sagrado. La Iglesia se caracteriza por un legítimo pluralismo litúrgico, dada la variedad de ritos permitidos. Traditiones Custodes es innecesariamente duro y cruel. Ataca precisamente el rito que ha guiado a la Iglesia a través del tiempo durante 1.500 años. Habrá que esperar un próximo pontificado que corrija este error. Y lo digo como obispo convencido del Novus Ordo».

«Sigue siendo extraño que se combata de manera tan despiadada a la Misa Tradicional en latín, mientras que todos los demás ritos quedan intactos y no se toman medidas ni siquiera contra los peores abusos del Novus Ordo. Y todo esto cuando las parroquias del Novus Ordo se van vaciando y solo son frecuentadas por personas jubiladas, mientras las misas tridentinas tienen generalmente una buena asistencia de jóvenes y mayores. Consideremos la peregrinación anual de París a Chartres. ¡Este año fueron más de 20.000 personas, entre ellos 15.000 jóvenes! Roma ve esto como un problema. De ser así, ¡bendito problema!».

Solo añadir que mientras los enemigos de la Iglesia se mofan de sus misterios pública y descaradamente, otros, dentro de ella, se dan el lujo y el tiempo de perseguir a sus hermanos en la fe que no buscan más que exaltar la majestad y gloria de Dios en el culto y celebrar los divinos misterios con especial dignidad.


Texto original en holandés: vitaminexp.blogspot.com
Traducción francesa: riposte-catholique.fr


martes, 23 de julio de 2024

LA NOBLE SENCILLEZ DE LA LITURGIA

Iglesia Natividad de María de Ichuac
(Chiloé-Chile 1880) 
Patrimonio mundial de UNESCO

Publico en español el apartado IV del artículo de don Enrico Finotti In conspectu divinae maistatis tuae. Don Finotti, nos ofrece en estas líneas una recta comprensión del concepto de noble sencillez, aquella que el Concilio Vaticano II pidió que resplandeciera en los ritos litúrgicos (Ritus nobili simplicitate fulgeant). También se detiene a mostrar cómo una interpretación ideológicamente sesgada de esta expresión está a la base de un brutal empobrecimiento de la liturgia que ha opacado de modo considerable la idea de la Majestad de Dios en el culto.



El concepto de noble sencillez
Don Enrico Finotti

Fuente: liturgiaculmenetfons.it (p.6)

La Constitución litúrgica Sacrosanctum Concilium habla de noble sencillez:

 

Los ritos deben resplandecer con una noble sencillez, deben ser breves, claros evitando las repeticiones inútiles; adaptados a la capacidad de los fieles, y, en general, no deben tener necesidad de muchas explicaciones (SC 34).

Esta afirmación recomienda, en realidad, una vuelta al Rito Romano antiguo y clásico que, según el genio romano, tiene características bastante singulares y admirables: oraciones breves, gestos solemnes y ritos majestuosos en su sencillez lineal. En este sentido, el Rito Romano es un modelo excelso que debe inspirar la liturgia de todo el Orbe. Roma, en efecto, conduce toda la Iglesia a lo esencial del dogma y a la forma más noble del culto.

Ahora bien, la simplificación de los ritos y su mayor inteligibilidad por parte de los fieles ha sido un objetivo constante de la Iglesia que, a lo largo de los siglos, siempre ha velado por su participatio actuosa (activa participación). La cuestión se trató explícitamente en el Concilio Tridentino, aunque debió resolverse en el contexto apologético de la herejía luterana.

Quienes, bien formados y dóciles a las indicaciones graduales de la Iglesia, se pusieron a trabajar en una aplicación inteligente de la reforma litúrgica obtuvieron los frutos esperados y los fieles se beneficiaron de la mesura de sus pastores. Sin embargo, muchos otros, obcecados por la ideología del progresismo indiscriminado, no respetaron los límites señalados y, en nombre de una noble simplicidad, socavaron el edificio litúrgico, alterando su estructura y alienando o modificando sus elementos internos. Y así, una creatividad temeraria despojó de inmediato toda sacralidad; abandonada la gravitas sacerdotal y el necesario protocolo de las rúbricas, se extinguió la percepción de la Majestad divina. En realidad, ni siquiera el novus Ordo Missae prescinde de la devoción interior y de la veneración exterior, de la gravedad del gesto, del andar solemne, de la genuflexión y de la profunda inclinación que corresponde coram Deo. Las manos juntas, el silencio, la pronunciación grave y el canto melódico son actitudes siempre necesarias para manifestar cómo se debe estar ante la Majestad de Dios. Abandonar todo esto en nombre de la sencillez o de una supuesta autenticidad está muy lejos del camino justo que introduce en la verdadera ars celebrandi.

Un ulterior pasaje de la Constitución litúrgica Sacrosanctum Concilium debe ser considerado:

 

Los Ordinarios, al promover y favorecer un arte auténticamente sacro, busquen más una noble belleza que la mera suntuosidad. Esto se ha de aplicar también a las vestiduras y ornamentación sagrada (SC 124).

 

En segundo lugar, el Concilio quiso también asegurar un mayor cuidado y calidad de los ritos sagrados para que nada impropio, inútil o mediocre empañara la pureza y nobleza de los santos misterios:

 

Procuren cuidadosamente los obispos que sean excluidas de los templos y demás lugares sagrados aquellas obras artísticas que repugnen a la fe, a las costumbres y a la piedad cristiana y ofendan el sentido auténticamente religioso, ya sea por la depravación de las formas, ya sea por la insuficiencia, la mediocridad o la falsedad del arte (SC 124).

 

Este oportuno llamamiento, allí donde se aplicó con competente equilibrio y sentido común, ha producido una auténtica reforma inspirada en una mayor belleza y calidad en el arte sagrado y en los ritos litúrgicos, alentada también por una sensibilidad paralela del Estado que ha colaborado con competencia en la restauración y conservación de los bienes artísticos de la Iglesia. Desgraciadamente, una visión ideológica desvió la justa medida, provocando un expolio sistemático de la tradición artística y ritual consagrada a lo largo de los siglos, como si el pasado, por ser pasado, debiera ser demolido y sustituido totalmente por la modernidad.

Sobre todo, con el recurso a expresiones conciliares como evitar la mera suntuosidad o buscar una noble belleza, se quitó todo aspecto de riqueza y solemnidad. El barroco fue especialmente incriminado y sus expresiones consideradas del todo anticonciliares. Se contrapusieron, en cambio, espacios, mobiliarios y ornamentos absolutamente de escaso valor, a veces hasta el disgusto. Las ricas vestiduras, preciosas y espléndidas, fueron abandonadas hasta el punto de incomodar su uso e incluso su conservación. Un inmenso patrimonio de fe y cultura se olvidó de repente; se causaron daños irreparables a las sacristías y se vaciaron los armarios. También causó un efecto problemático la decisión de la Capilla Papal (sobre todo en los primeros años de la reforma) de despedirse por completo y de inmediato de los ornamentos antiguos para adoptar el gusto moderno.

Todo esto fue percibido como una orden al despojo total de la solemnidad y de la excelencia ligadas a la trascendencia. Pero con esto se produjo el colapso total de la majestad de los ritos: en lugar de orientarse a la majestad del Todopoderoso ante quien había que comparecer con suprema dignidad, ahora debían ser funcionales, solo al servicio horizontal de la asamblea y a un mero carácter didáctico. Cayó el papel del sumo sacerdote y tomó el relevo el animador del culto. Las vestiduras sagradas se convirtieron en distintivos para el servicio y perdieron su carácter sagrado que volvía a los ministros dignos de acceder a la Majestad de Dios. La desaparición de las oraciones para revestirse quitó a los ornamentos su carácter sacramental, que debía significar el revestirse con las virtudes celestiales de los que se preparaban para asumir con piedad las vestiduras simbólicas. El ícono del espléndido vestido del sumo sacerdote Arón, que estaba siendo preparado con esmero para acceder a la majestad de Dios (cfr. Ex 39), se evadió por completo: el sacerdote se convirtió en un director de escena.

En este contexto, no es de extrañar que los sacerdotes se molesten en llevar ornamentos antiguos y preciosos, que se sientan incómodos de llevarlos con dignidad ante el pueblo, que se sientan casi humillados por un supuesto juicio de conservadurismo y de extrañeza frente a las exigencias pastorales del momento. Pero ante esta situación tan modesta, espontánea, libre y funcional, como se suele decir, ¿cómo podrá estar presente en el sacerdote y en el pueblo que lo observa, el sentido de la divina Majestad? ¿Tendrá que resignarse Dios mismo al bajo perfil de sus ministros y aprobar ese gris monótono de sus ritos para ser acogido y escuchado? Decididamente no. Dios permanece Majestad infinita y el Kyrios se sienta con majestad a la derecha del Padre, y su mirada no puede sino llamar a sus sacerdotes y al pueblo entero a la noble belleza de los padres que, al comprender correctamente su sentido, sabían que la pobreza se detiene a los pies del altar. En efecto, como dice el salmo: Delante de Él la majestad y la magnificencia, en su santuario la fortaleza y el esplendor (Sal 95, 6).

lunes, 15 de julio de 2024

EL LLANTO DEL SALVADOR

San Buenaventura fue un asiduo contemplativo del Divino Crucificado. De una de sus obras místicas son estas palabras piadosas e incisivas sobre las lágrimas del Redentor:

«Para desahogar la ternura de la infinita piedad, el buen Jesús, fuente de toda misericordia, lloró por nosotros miserables, y no una vez sola, sino muchas. Primeramente en la tumba de Lázaro, después sobre la ciudad y, por último, en la Cruz, brotaron de aquellos piadosísimos ojos arroyos de lágrimas en expiación de todos los pecados; fue copioso el llanto del Salvador, que lamentaba ya la miseria de la flaqueza humana, ya la profunda ceguedad de los corazones, ya la suma perversidad de los obstinados en la malicia.

¡Oh corazón duro, insensato y perverso, digno de ser llorado como muerto a la verdadera vida!, llora por ti la Sabiduría del Padre ¿y tú entre tantas miserias te diviertes y ríes? Considera a tu médico que llora y haz, como en la muerte del hijo unigénito, llanto doloroso; día y noche, cual torrente, vierte lágrimas; no te des punto de reposo, no calles la pupila de tus ojos» (Jer 6, 26; Lament 2, 18).

San Buenaventura, El árbol de la vida, en Diez Opúsculos Místicos, Buenos Aires 1947, p.136.



 

jueves, 11 de julio de 2024

SAN BENITO PATRONO DE EUROPA

Hace 60 años, mediante la Carta Apostólica PACIS NUNTIUS (24 de octubre de 1964), el Papa Pablo VI proclamaba a San Benito patrono principal de Europa. Dejo a continuación un extracto de esta Carta Apostólica. 

Fuente: vatican.va

* * *

«Mensajero de paz, realizador de unión, maestro de civilización y, sobre todo, heraldo de la religión de Cristo y fundador de la vida monástica en Occidente: estos son los justos títulos de la exaltación de san Benito Abad.

A la caída del Imperio Romano, ya exhausto, mientras algunas regiones de Europa parecían sumirse en las tinieblas y otras carecían aún de civilización y de valores espirituales, fue él con constante y asiduo empeño quien hizo nacer en éste nuestro Continente la aurora de una nueva era. Principalmente él y sus hijos llevaron con la cruz, con el libro y el arado el progreso cristiano a las poblaciones desparramadas desde el Mediterráneo hasta Escandinavia, desde Irlanda hasta las llanuras de Polonia.

Con la Cruz, es decir, con la ley de Cristo, dio consistencia y desarrollo a los ordenamientos de la vida pública y privada. A este respecto cabe recordar que enseñó a la humanidad la primacía del culto divino por medio del "Opus Dei", o sea de la oración litúrgica y ritual. Y así fue como consolidó la unidad espiritual de Europa en virtud de la cual pueblos divididos en el campo lingüístico, étnico y cultural advirtieron que constituían el único pueblo de Dios; unidad que, gracias al esfuerzo constante de aquellos monjes que siguieron a tan insigne maestro, llegó a ser la característica distintiva de la Edad Media. Todos los hombres de buena voluntad de nuestros tiempos tratan de reconstruir esta unidad que, como afirma San Agustín, es "ejemplar y tipo de belleza absoluta", y que, por desgracia, ha sido rota en una confusión de acontecimientos históricos.

Con el libro, o sea con la cultura, el mismo San Benito, de quien tantos monasterios tomaron nombre y vigor, salvó con providencial solicitud, en el momento en que el patrimonio humanista estaba desperdigándose, la tradición clásica de los antiguos, transmitiéndola intacta a la posteridad y restaurando el culto del saber.

Fue con el arado, en fin, es decir, con el cultivo de los campos y con otras iniciativas análogas, como consiguió transformar tierras desiertas y selváticas en campos fertilísimos y en graciosos jardines; y uniendo la oración al trabajo material, según su famoso lema "ora et labora", ennobleció y elevó el esfuerzo humano…

Sea, pues, tan insigne Santo el que acoja Nuestros votos y así como en otro tiempo con la luz de la civilización cristiana logró disipar las tinieblas e irradiar el don de la paz, así también ahora presida toda la vida europea y con su intercesión la desarrolle y la incremente cada vez más».


domingo, 7 de julio de 2024

NECESIDAD DE SUMMORUM PONTIFICUM

Hace 17 años el Papa Benedicto XVI ponía generosamente al alcance de todos el rico tesoro del misal de San Pio V. Hoy, por el contrario, muchos quieren volver a enterrarlo -es demasiado seductor-, o simplemente permitirlo como golosina para grupos acotados que, como niños caprichosos, se obstinan en reclamarlo. Benedicto XVI, inteligente y visionario como pocos, percibió desde un primer momento que la prohibición del rito antiguo ponía en entredicho la misma fidelidad de la reforma a la tradición litúrgica plurisecular de la Iglesia. Por eso siempre se opuso a la restricción del viejo misal. Pocos meses antes de la publicación del motu proprio Summorum Pontificum y muy en sintonía con el Papa, Dom Christopher Zielinski OSB, comentaba que «el rito antiguo se convierte en un tesoro vivo de la Iglesia y proporciona también un criterio de devoción, de misterio y de catequesis hacia el que deberían encaminarse las celebraciones del Novus Ordo. En otras palabras, la misa tridentina es el eslabón perdido; y hasta que no sea redescubierta en toda su fiel verdad y belleza, el Novus Ordo no se ajustará al crecimiento orgánico y al cambio natural que ha caracterizado a la liturgia desde sus inicios».* Es exactamente lo que buscaba el Papa Ratzinger; a su vez, intentaba crear una atmósfera de mutua comprensión que fortaleciera la reconciliación al interior de la Iglesia. El gran Benedicto, que ya goza del esplendor de la liturgia celestial, nos ayude a hacer fructificar su valioso legado doctrinal y litúrgico.

*Cf introiboadaltaredei.wordpress.com /2007/05/


lunes, 1 de julio de 2024

LA SANGRE DE CRISTO, PRECIO DE NUESTRA REDENCIÓN

Omnipotente y sempiterno Dios, que constituiste a tu Unigénito Hijo Redentor del mundo, y quisiste ser aplacado con su Sangre, te suplicamos nos concedas, que de tal modo veneremos con solemne culto el precio de nuestra salvación, y seamos preservados en la tierra, por su virtud, de los males de la vida presente, que gocemos de sus frutos eternos en el cielo. Por el mismo Jesucristo Nuestro Señor, tu Hijo, que contigo vive y reina en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén.

Omnípotens sempitérne Deus, qui unigénitum Fílium tuum mundi Redemptórem constituísti, ac ejus Sánguine placári voluísti: concéde, quǽsumus, salútis nostræ prétium sollémni cultu ita venerári, atque a præséntis vitæ malis ejus virtúte deféndi in terris; ut fructu perpétuo lætémur in coelis. Per eúndem Dominum Nostrum Iesum Christum, Filium tuum, qui tecum vivit et regnat in unitáte Spíritus Sancti, Deus, per ómnia sæcula sæculórum. Amen.

(Colecta de la fiesta de la Preciosísima Sangre de Nuestro Señor Jesucristo. Misal Romano 1962, 1° de julio)