En
himnos y villancicos de navidad resuena un mismo eco: el eco de una invitación proclamada
en Belén: Venite in Bethleme! ¡Venid a
Belén! Venid a esta humilde aldea a contemplar con estupor el más grande
misterio acaecido sobre la tierra. “Venid, dirá Fray Luis de Granada, a ver
al Hijo de Dios, no en el seno del Padre, sino en los brazos de la Madre; no
entre los coros de los Ángeles, sino entre unos viles animales; no asentado a
la diestra de la Majestad en las alturas, sino reclinado en un pesebre de
bestias; no tronando ni relampagueando en el cielo, sino llorando y temblando
de frío en un establo” (Vida de Jesucristo,
Madrid 1990, p. 32).
Sí, venite, adoremus; venite, adoremus Dominum.
miércoles, 24 de diciembre de 2014
miércoles, 17 de diciembre de 2014
martes, 9 de diciembre de 2014
EL CALVARIO PERPETUADO EN LA MISA
Recojo estas piadosas y profundas reflexiones del Beato J. H. Newman sobre la grandeza y sentido de la Santa Misa. ¡Cuánta riqueza en los graneros de la tradición de la Iglesia!
“Te adoro, Señor y Dios
mío, con el más profundo temor reverencial por tu pasión y crucifixión, en
sacrificio por nuestros pecados. Tú sufriste ciertamente dolores incomunicables
en tu alma sin pecado. Fuiste expuesto en tu cuerpo inocente a tormentos
ignominiosos, mezclados de dolor y vergüenza. Fuiste desnudado y fieramente
flagelado, vibrando tu sagrado cuerpo bajo el azote como los árboles bajo las
ráfagas de la tempestad. Así destrozado, fuiste, suspendido de la Cruz,
desvestido, un espectáculo para todos los que te veían temblar y morir. ¡Cuánto
implica todo esto, Dios Poderoso! ¡Qué profundidad vemos aquí que no podemos
penetrar! Mi Dios, sé bien que pudiste habernos salvado con tu Palabra, sin
sufrir tú mismo, pero elegiste adquirirnos al precio de tu sangre. Contemplo en
ti la víctima elevada sobre el Calvario, y sé y declaro solemnemente que esa
muerte tuya fue una expiación por los pecados del mundo entero. Creo y sé que
tú sólo pudiste haber ofrecido una expiación meritoria, porque era tu divina
naturaleza que otorgaba dignidad a tus sufrimientos. Antes que yo pereciera de
acuerdo a lo que merecía, tú fuiste clavado al Árbol y moriste”.
“Semejante sacrificio no
podía ser olvidado.
No iba a ser, no podía ser, un mero acontecimiento en la historia del mundo,
que fuera hecho y terminado, muerto excepto en sus oscuros efectos no
reconocidos. Si esa gran muerte fue lo que creemos que fue, lo que sabemos que
es, debe permanecer presente aunque ya pasó, debe ser un hecho establecido para
todos los tiempos. Nuestra propia reflexión cuidadosa sobre el mismo nos dice
esto, y entonces, cuando se nos cuenta que tú, Señor, aunque has ascendido a
la gloria, has renovado y perpetuado tu
sacrificio hasta el fin de todas las cosas, no sólo es la noticia más
conmovedora y gozosa porque da testimonio de un Señor y Salvador tan compasivo,
sino que lleva consigo el pleno asentimiento y simpatía de nuestra razón.
Aunque no hubiéramos podido ni siquiera atreveros a anticipar una doctrina tan
maravillosa, ahora que se nos comunica, adoramos su misma conveniencia a tus
perfecciones, así como su infinita compasión para nosotros. Sí, mi Señor,
aunque has dejado el mundo, eres ofrecido en la Misa diariamente, y, aunque no
puedes sufrir dolor y muerte, te haces sujeto de indignidad y limitación para
llevar hasta la plenitud tu misericordia hacia nosotros. Te humillas
diariamente, pues, siendo infinito, no puedes finalizar tu humillación mientras
existan aquellos por quienes te sometiste e ella. Por eso permaneces sacerdote
para siempre”.
Meditaciones y
Devociones,
Ed. Agape Libros, Buenos Aires 2007, p 303-305.
miércoles, 3 de diciembre de 2014
TAREAS PARA EL NUEVO PREFECTO
El
pasado 26 de noviembre La Nuova Bussola
Quotidiana publicó una editorial del conocido liturgista don Nicola Bux
sobre las tareas más urgentes que, según su parecer, debería enfrentar el
Cardenal Sarah como nuevo Prefecto de la Congregación para el Culto Divino. A
continuación ofrezco una traducción al castellano.
“El
hombre que ora es el hombre por excelencia; es el acto supremo de la
autoconciencia de la fe. El culto es el acto más grande que él puede realizar,
porque lo une de nuevo con el origen, con Aquel que es el creador y el salvador
del hombre.
Pero
el culto católico padece actualmente un desequilibrio entre la forma
comunitaria, que ha crecido desmesuradamente después del Concilio, y la forma
personal, de hecho aniquilada justamente por el excesivo comunitarismo que mata
la participación devota. Este es uno de los problemas que el cardenal Robert
Sarah, nuevo prefecto de la Congregación para el Culto Divino, debería
afrontar. La forma comunitaria, en efecto, expresa la comunión, pero no se
trata de una fusión: el otro permanece como otro, no es absorbido ni reducido,
de modo análogo al misterio de la Trinidad: un solo Dios, una sola naturaleza
divina, pero al mismo tiempo tres personas.
Luego,
por encima de todo, el culto sirve para que el hombre pueda encontrar a Dios;
esa es su misión; sirve para introducir el hombre en la Presencia divina; hoy,
en el tiempo de la descristianización, esto ya no es evidente. Presencia evoca
algo a lo que acercarse, casi como tocarlo, pero que me supera, porque soy
pecador. Entonces se dispara la reacción de Pedro: "Apártate de mí, porque
soy un pecador." Presencia evoca lo "sagrado"; la liturgia es
sagrada, a causa de la Presencia divina. Y esta realidad "sagrada"
parece en ruinas, envuelta también en la crisis de la Iglesia, como ha escrito
Benedicto XVI.
De
este modo, muchos católicos, especialmente entre los jóvenes, simplemente
escapan de la 'liturgia-entretenimiento' -litur-tainment,
la llaman en América, donde el sacerdote imita a un conductor televisivo-, y
buscan el misterio en el majestuoso rito bizantino o en el sobrio rito romano
antiguo. Muchos obispos empiezan a darse cuenta de este fenómeno. Es un nuevo
movimiento litúrgico, en el actual sucederse de generaciones. ¡Dichoso quién se
haya dado cuenta a tiempo! De todo esto, la Congregación para el Culto Divino
debe tomar nota.
Por
otra parte, esta Congregación también es responsable de la “disciplina de los
sacramentos”. Y aquí tocaremos una tecla dolorosa: la indisciplina
generalizada, la falta de fidelidad al rito, que puede incluso afectar la
validez misma de los sacramentos (cfr.
Juan Pablo II, Vicesimus Quintus Annus, 1988), lesionan en la liturgia los
derechos de Dios, además del de los fieles. En la liturgia, la fe y la doctrina,
están mediadas por el rito: per preces et ritus, dice la Constitución litúrgica
(n.48); la fidelidad a los ritos y a los textos auténticos de la liturgia es
una exigencia de la lex orandi que
debe estar conforme con la lex credendi.
El rito, en fin, mide el tiempo de la música y estructura el espacio del arte,
haciéndolos capaces de comunicarle al hombre lo 'sagrado'; por esto poseen una
dimensión apostólica, misionera y apologética. El cardinal Sarah, que ha sido
secretario de Propaganda Fide, lo sabe bien”.
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