martes, 8 de abril de 2025

MIRAR EL ROSTRO DOLIENTE DE DIOS

Imagen: wikiart.org

«Quiero que penséis que ese rostro, al que escupieron con tanta dureza, era el rostro mismo de Dios; la frente y las cejas ensangrentadas por la corona de espinas, su cuerpo lacerado por el látigo y expuesto a las miradas, las manos clavadas al madero y, después, su costado atravesado por la lanza, eran la sangre y la carne sagrada, y las manos, y las sienes, y el costado, y los pies de Dios mismo, eso era lo que aquella enloquecida muchedumbre estaba mirando. Es una consideración tan tremenda que cuando lleguemos hasta el fondo por primera vez, no podremos pensar en otra cosa. Contemplémosla y, al tiempo, pidamos a Dios que la suavice un tanto, no sea que pueda con nosotros».

(San John H. Newman, Cuaresma con Newman. Once sermones de cuaresma, Phrónimos, c. 6. Versión Kindle). 





 

viernes, 4 de abril de 2025

LA MISERICORDIA DEL BUEN PASTOR

Texto de una carta de San Máximo el Confesor (580-662) en el que resalta la alegría, generosidad y extrema dulzura con que Jesucristo dispensa su misericordia a la oveja perdida o necesitada. Una lágrima, un sollozo, un suspiro, un lamento bastan para atraer sobre nosotros la mirada misericordiosa de Nuestro Salvador.

* * *

«Por ello clamaba: No he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores a que se conviertan. Y también: No tienen necesidad de médico los sanos, sino los enfermos. Por ello añadió que había venido a buscar la oveja que se había perdido, y que, precisamente, había sido enviado a las ovejas que habían perecido de la casa de Israel. Y, aunque no con tanta claridad, dio a entender lo mismo con la parábola de la dracma perdida: que había venido para restablecer en el hombre la imagen divina empañada con la fealdad de los vicios. Y acaba: Os digo que habrá alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta.

Así también, alivió con vino, aceite y vendas al que había caído en manos de ladrones y, desprovisto de toda vestidura, había sido abandonado medio muerto a causa de los malos tratos; después de subirlo sobre su cabalgadura, lo dejó en el mesón para que lo cuidaran, y, si bien dejó lo que parecía suficiente para su cuidado, prometió pagar a su vuelta lo que hubiera quedado pendiente.

Consideró que era un padre excelente aquel hombre que esperaba el regreso de su hijo pródigo, al que abrazó porque volvía con disposición de penitencia, y al que agasajo con amor paterno, sin pensar en reprocharle nada de todo lo que antes había cometido.

Por la misma razón, después de haber encontrado la ovejilla alejada de las cien ovejas divinas, que erraba por montes y collados, no volvió a conducirla al redil con empujones y amenazas, ni de malas maneras, sino que, lleno de misericordia, la puso sobre sus hombros y la volvió, incólume, junto a las otras».

(San Máximo el Confesor, Carta 11; Oficio de Lectura, miércoles de la IV semana de Cuaresma).