En una amena y ágil columna publicada en La Nuova Bussola Quotidiana, Stefano Chiappalone nos brinda una panorámica breve y completa de lo que fue la reciente peregrinación Summorum Pontificum 2024 ad Petri Sedem. En relación a este evento, justo hace 10 años, escribía Benedicto XVI al entonces delegado general de la peregrinación: «Estoy muy contento de que el ‘usus antiquior’ viva ahora una paz plena en la Iglesia, también entre los jóvenes, apoyado y celebrado por grandes cardenales». Aquí les dejo una traducción al español.
Fuente: lanuovabq.it
Con la Santa Misa celebrada por monseñor Marian Eleganti, obispo emérito de Chur, en la parroquia personal de Trinità dei Pellegrini, se clausuró la XIII edición de la peregrinación ad Petri Sedem del Populus Summorum Pontificum (25-27 de octubre). Desde 2012, realidades eclesiales y peregrinos vinculados a la liturgia tradicional de todo el mundo se reúnen anualmente en la Ciudad Eterna para rezar ante la tumba de Pedro y manifestar así su comunión con la Iglesia universal.
Como en años anteriores, la peregrinación estuvo
precedida por el noveno encuentro de Pax Liturgica, que tuvo lugar el 25
de octubre en el Augustinianum, con la presencia de los cardenales
Gerhard Ludwig Müller y Robert Sarah, y de monseñor Eleganti (el blog
Messainlatino ha ofrecido un detallado reportaje fotográfico del encuentro y de
la peregrinación, así como un resumen de los discursos). Por la tarde, la
peregrinación comenzó oficialmente con las Vísperas en la Basílica de Santa Maria
ad Martyres (Panteón), oficiadas por monseñor Eleganti. El sábado por la
mañana partió de la Basílica de los Santos Celso y Juliano la impresionante
procesión hacia San Pedro para el momento central de la peregrinación, que
reunió a unas 800-900 personas según las primeras estimaciones.
La participación se ha hecho aún más significativa en
los últimos años, después de que el motu proprio Traditionis Custodes
aboliera Summorum Pontificum (pero no ciertamente a quienes se reconocen
en él) e impusiera drásticas restricciones al antiguo rito incluso dentro de la
basílica vaticana. Para estos fieles está abierta, sí, pero no del todo, ya que
desde el año pasado en el momento (¡y en el lugar!) culminante de la
peregrinación se les permite la adoración eucarística pero no la misa en el
altar de la cátedra. Ahora bien, ¿qué intenciones animan este aluvión de gente
deseosa de rezar en latín y según un rito que periódicamente se quiere
desechar? La peregrinación, leemos en la página web de Populus Summorum
Pontificum, reúne a «fieles, sacerdotes y religiosos de todo el mundo, que
desean participar en la nueva evangelización al ritmo de la forma
extraordinaria del rito romano» y «dar testimonio de la eterna juventud de la
liturgia tradicional».
«Somos, sencillamente, católicos que han comprendido
que la solución a la crisis de la Iglesia pasa por dejar a un lado el alimento
insustancial que ha matado de hambre y debilitado la ecumene en los últimos
cincuenta años, como demuestran todos los indicios sociológicos, y volver a la
comida sustanciosa que ha nutrido abundantemente a la Iglesia durante casi dos
mil años»; así abría el encuentro del viernes Rubén Peretó Rivas, director del
Centro Internacional de Estudios Litúrgicos. Pero con más fuerza aún hablan las
historias de quienes, a través de la belleza de la liturgia, han encontrado el
camino «de vuelta a casa», en el seno de la Iglesia: es el caso de Yeng Pin
Chan, una joven diseñadora china criada en una familia atea, que en 2021 en
Londres se topó con un «mundo nuevo» en la Misa (tanto del novus ordo
como del rito antiguo) celebrada en el Oratorio de Brompton. La llevó allí su
novio italiano, que a su vez volvió a la fe «por caminos litúrgicos». En
resumen, gracias a estas misas, Yeng Pin Chan descubrió qué corazón latía
dentro de ese arte cristiano que ya admiraba. Y en 2023 fue bautizada con el
nombre de Elena.
En su intervención, el Cardenal Müller recordó la
responsabilidad de los pastores de transmitir el depositum fidei sin
ceder a las modas. La infalibilidad del Papa está ligada a esta tarea, contra
la falsa acusación protestante que confunde infalibilidad con arbitrariedad. En
su homilía del sábado, durante la adoración y bendición Eucarística en San
Pedro, Müller subrayó que «al final de la peregrinación ad Petri Cathedram
adoramos a Cristo, el Hijo de Dios vivo», llamando la atención sobre la radical
«diferencia entre fe e ideología. El cristianismo no es una teoría abstracta
sobre los orígenes del cosmos y de la vida, ni una ideología para mejorar la
sociedad, sino el encuentro con una Persona», es decir, Cristo que, como hace
dos mil años, «hoy habla directamente a cada individuo a través de la enseñanza
de la Iglesia» y «en los siete sacramentos nos da su gracia». Aunque la
secularización nos empuja a «vivir como si Dios no existiera», los frutos
amargos de esta perspectiva existencial ya se han manifestado en las ideologías
del siglo XX y en las de la actualidad: «el nazismo y el fascismo en Alemania e
Italia, el comunismo en China, el consumismo capitalista y las ideologías de
género y del transhumanismo que han transformado el mundo en un desierto nihilista».
Por el contrario, «el cristianismo es la religión de la verdad y de la
libertad, del amor y de la vida».
No «guardianes de museos», sino «creyentes unidos a
Jesús por una amistad personal», fue la exhortación de Müller. Y a juzgar por
los jóvenes presentes y las numerosas familias con niños, había muy pocos
guardianes de museos. También a Cristo conducen los «magníficos testimonios de la
cultura grecorromana cristianizada de cuyas fuentes bebemos. Es la síntesis de
fe y razón, abierta a todas las culturas, que se manifestó en el Logos, es
decir, en Jesucristo», fuente de la “humanización del mundo” surgida del
cristianismo y de la paz a la que los cristianos están llamados a contribuir. «Si
la antigua Roma representaba la idea de paz entre los pueblos bajo el dominio
de la ley, la Roma cristiana encarna la esperanza de la unidad universal de
todos los pueblos en el amor de Cristo».
Una esperanza condensada en la Colecta de la Misa de
Cristo Rey (que en el calendario tradicional cae el último domingo de octubre),
con la que concluyó ayer la peregrinación en la iglesia de Trinità dei
Pellegrini: «para que la gran familia humana, disgregada por el pecado, se
someta a su dulcísimo imperio» («ut cunctæ famíliæ géntium, peccáti vúlnere
disgregátæ, eius suavíssimo subdántur império»). Unidad de los pueblos en
el amor a Cristo prefigurada también simbólicamente por las 95 banderas
nacionales (las de cada país en el que se celebra al menos una misa en el rito
antiguo) que desfilaron hacia San Pedro el sábado por la mañana, hacia el
corazón de la Roma cristiana. Una imagen que vale más que mil discursos sobre
la paz, junto con la prueba, una vez más, de lo que escribió en su momento
Benedicto XVI: «también los jóvenes descubren esta forma litúrgica, se sienten
atraídos por ella y encuentran en ella una forma, particularmente adecuada para
ellos, de encuentro con el Misterio de la Santísima Eucaristía». Entre los
numerosos fieles que ayer estaban arrodillados incluso fuera de Trinità dei
Pellegrini, la media de edad rondaba los treinta años. Quienes esperaban
una invasión de «bárbaros indietristas» quedaron decepcionados.