sábado, 28 de diciembre de 2024

TODAVÍA NO HABLAN Y YA CONFIESAN A CRISTO

Masacre de los inocentes. Nicolás Poussin

«Nace un niño pequeño, un gran Rey. Los magos son atraídos desde lejos; vienen para adorar al que todavía yace en el pesebre, pero que reina al mismo tiempo en el cielo y en la tierra. Cuando los magos le anuncian que ha nacido un Rey, Herodes se turba, y, para no perder su reino, lo quiere matar; si hubiera creído en él, estaría seguro aquí en la tierra y reinaría sin fin en la otra vida.

¿Qué temes, Herodes, al oír que ha nacido un Rey? Él no ha venido para expulsarte a ti, sino para vencer al Maligno. Pero tú no entiendes estas cosas, y por ello te turbas y te ensañas, y, para que no escape el que buscas, te muestras cruel, dando muerte a tantos niños.

Ni el dolor de las madres que gimen, ni el lamento de los padres por la muerte de sus hijos, ni los quejidos y los gemidos de los niños te hacen desistir de tu propósito. Matas el cuerpo de los niños, porque el temor te ha matado a ti el corazón. Crees que, si consigues tu propósito, podrás vivir mucho tiempo, cuando precisamente quieres matar a la misma Vida.

Pero aquél, fuente de la gracia, pequeño y grande, que yace en el pesebre, aterroriza tu trono; actúa por medio de ti, que ignoras sus designios, y libera las almas de la cautividad del demonio. Ha contado a los hijos de los enemigos en el número de los adoptivos.

Los niños, sin saberlo, mueren por Cristo; los padres hacen duelo por los mártires que mueren. Cristo ha hecho dignos testigos suyos a los que todavía no podían hablar. He aquí de qué manera reina el que ha venido para reinar. He aquí que el liberador concede la libertad, y el salvador la salvación.

Pero tú, Herodes, ignorándolo, te turbas y te ensañas y, mientras te encarnizas con un niño, lo estás enalteciendo y lo ignoras.

¡Oh gran don de la gracia! ¿De quién son los merecimientos para que así triunfen los niños? Todavía no hablan, y ya confiesan a Cristo. Todavía no pueden entablar batalla valiéndose de sus propios miembros, y ya consiguen la palma de la victoria».

(De los sermones de san Quodvultdeus, obispo. Sermón 2 sobre el Símbolo: PL 40, 655).


 

viernes, 27 de diciembre de 2024

PIADOSA MEDITACIÓN SOBRE EL APÓSTOL JUAN

San Juan Evangelista 
de Jusepe Leonardo

«San Juan, eres tú el discípulo del amor. Eres quien ha escrito: ‘El que no ama no conoce a Dios, porque Dios es caridad’.

Pedro es la fogosidad, pero tú eres el amor. Y, sin duda, convenía más Pedro para ser el Jefe de la Iglesia, pero eres tú quien ha seguido a Jesús camino del Calvario.

Y, por ser amante, eres también ‘el discípulo a quien amaba Jesús’. Y cuando hablaba Jesús, tú eras el que primero entendía. En la mañana de la Resurrección, cuando se trataba de ver si la tumba había quedado verdaderamente vacía, eras quien más a prisa corría, y cuando Jesús se apareció al borde del lago, tú fuiste el que dijo primero: ‘Es el Maestro’.

En el Colegio apostólico eres tú la intuición del corazón.

Tu evangelio es el evangelio del amor. Eres quien nos ha transmitido, no solo el discurso anunciando la Eucaristía, sino también el discurso que siguió a la Cena, que es el supremo mensaje del amor.

* * *

San Juan, el más dulce entre los discípulos, en la tradición iconográfica se te simboliza con el águila, el pájaro real que se cierne sobre las cumbres. El vuelo del amor sobrepasa a todos los vuelos.

Y has llegado a vivir más que todos los demás. En tus últimos días, según cuenta la tradición, no tenías ya más que un precepto en los labios: ‘Hijitos míos, amaos los unos a los otros’.

Y por ser el discípulo del amor, ha existido un lazo especial entre la Virgen y tú. A creer todavía en la tradición, es junto a ti a donde vino a consumir sus últimos días en la tierra; a ti es a quien Jesús la confió, tú eras quien nos representaba a todos nosotros cuando desde la cruz musitó, poco antes de expirar: ‘Hijo he ahí a tu madre’ y ‘Madre, he ahí a tu hijo’».

(Jacques Leclercq, Siguiendo el año litúrgico, Madrid 1957, p. 93).


 

jueves, 26 de diciembre de 2024

MISA TRADICIONAL DE NAVIDAD EN SANTIAGO DE CHILE

Nuestra Señora de la Victoria
Santiago de Chile

Publico algunas fotografías de la Santa Misa celebrada ayer, fiesta de la Natividad del Señor, en la iglesia Nuestra Señora de la Victoria de Santiago. La Misa estuvo presidida por el padre Jorge Herrera y concluyó con el siempre emotivo rito de la adoración del Niño-Dios. La belleza de los ornamentos, del canto y de la liturgia en general, parecían unirse al regocijo de los ángeles por el nacimiento del Salvador: Gloria in excelsis Deo et in terra pax hominibus bonae voluntatis.

Es justo manifestar un agradecido reconocimiento a la Asociación Magníficat que por más de medio siglo ha promovido la celebración del Vetus Ordo en Chile; asimismo, al Cardenal Fernando Chomalí por su interés en que no dejen de ofrecerse a los fieles las riquezas litúrgicas contenidas en el misal de 1962 promulgado por San Juan XXIII. Ojalá cada diócesis pudiera ofrecer también el agua cristalina de esta liturgia que apaga la sed de muchos corazones.  

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martes, 24 de diciembre de 2024

«MIRAD QUE TENEMOS A CRISTO CONVERTIDO EN NIÑO; CREZCAMOS CON ÉL»

Pedro Pablo Rubens. Adoración de los pastores

En sus sermones de Navidad San Agustín se complace en presentar el doble nacimiento de Cristo: su nacimiento eterno del Padre y su nacimiento terreno de la Madre. Con su maestría retórica y su sabia piedad, Agustín recrea en hermosos textos la paradoja que la providencia divina ha inaugurado en Belén: Dios se humilla y abaja para ensalzarnos y levantarnos. La contemplación de este proceder divino es camino fácil para cautivar nuestro corazón y ofrecerlo en adoración al Niño-Dios.

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«Yace en un pesebre, pero contiene al mundo; toma el pecho, pero alimenta a los ángeles; está envuelto en pañales, pero nos reviste de inmortalidad; es amamantado, pero también adorado; no halla lugar en el establo, pero se construye un templo en los corazones de los creyentes. Para que la debilidad se hiciera fuerte, se hizo débil la fortaleza. Sea objeto de admiración, antes que de desprecio, su nacimiento en la carne y reconozcamos en ella la humildad, por causa nuestra, de tan grande excelsitud. Encendamos en ella nuestra caridad para llegar a su eternidad». (San Agustín, Sermón 190, 4).

«Al hacerse carne, el Verbo del Padre que hizo los tiempos hizo para nosotros en el tiempo el día de su nacimiento. Por su nacimiento humano quiso reservarse un día aquel sin cuya voluntad divina no transcurre ni un solo día. Existiendo junto al Padre, precede a todos los siglos; al nacer de madre, se introdujo en este día en el curso de los años. Se hizo hombre quien hizo al hombre. De esa manera toma el pecho quien gobierna los astros; siente hambre el pan, sed la fuente; duerme la luz; el camino se fatiga en la marcha; falsos testigos acusan a la verdad, un juez mortal juzga al juez de vivos y muertos, gente injusta condena a la justicia; la disciplina es castigada con azotes, el racimo coronado de espinas, la base colgada de un madero; la fortaleza aparece debilitada, la salud herida, la vida muerta. Ni él que por nosotros sufrió tantos males hizo mal alguno, ni nosotros que por él recibimos tantos bienes merecíamos bien alguno. Con todo, para librarnos a nosotros, a pesar de ser indignos, aceptó sufrir tales ignominias y otras parecidas. Con esa finalidad, el que existía como hijo de Dios desde antes de los siglos sin un primer día, se dignó hacerse hijo del hombre en los últimos días. Y nacido del Padre sin ser hecho por él, fue hecho en la madre que él había hecho. Comenzó a existir aquí al nacer de aquella que nunca y en ningún lugar hubiera podido existir a no ser por él» (San Agustín, Sermón 191, 1).

Francisco Zurbarán. Virgen con el Niño

«Cuando se nos leyó el evangelio, escuchamos las palabras mediante las cuales los ángeles anunciaron a los pastores el nacimiento del Señor Jesucristo de una virgen: Gloria a Dios en los cielos, y paz a los hombres de buena voluntad. Palabras de fiesta y de congratulación no sólo para la única mujer cuyo seno había dado a luz al niño, sino también para el género humano, en cuyo beneficio la virgen había alumbrado al Salvador. En verdad era digno y de todo punto conveniente que la que había procreado al Señor de cielo y tierra, habiendo permanecido virgen después de dar a luz, viera celebrado su alumbramiento no con ritos humanos realizados por algunas humildes mujeres, sino con divinos cánticos de alabanza de los ángeles. Por lo tanto, digámoslo también nosotros, y digámoslo con el mayor regocijo que nos sea posible; nosotros que no anunciamos su nacimiento a pastores de ovejas, sino que lo celebramos en compañía de sus ovejas; digamos también nosotros -repito- con un corazón lleno de fe y con voz devota: Gloria a Dios en el cielo, y en la tierra paz a los hombres de buena voluntad. Meditemos con fe, esperanza y caridad estas palabras divinas, este cántico de alabanza a Dios, este gozo angélico, considerado con toda la atención de que seamos capaces. Tal como creemos, esperamos y deseamos, también nosotros seremos «gloria a Dios en las alturas» cuando, una vez resucitado el cuerpo espiritual, seamos llevados al encuentro con Cristo en las nubes, a condición de que ahora, mientras nos hallamos en la tierra, busquemos la paz con buena voluntad. (San Agustín, Sermón 193, 1)

«El Señor Jesús quiso ser hombre por nosotros. No os parezca vil la misericordia: es la Sabiduría que yace en la tierra. En el principio existía el Verbo, y el Verbo estaba junto a Dios, y el Verbo era Dios. ¡Oh alimento y pan de los ángeles! Tú llenas a los ángeles, tú los sacias sin que sientan hastío; de ti reciben la vida, la sabiduría, la felicidad. ¿Dónde te hallas por mí? En un establo angosto, envuelto en pañales, en un pesebre. ¿Por quién? Quien gobierna los astros toma el pecho; sacia a los ángeles, habla en el seno del Padre y calla en el seno de la madre. Pero, en el momento oportuno, ha de hablar para llenarnos de su evangelio. Por nosotros ha de padecer, por nosotros ha de morir; para dejarnos un ejemplo del premio que nos espera ha de resucitar; ante los ojos de sus discípulos ha de subir al cielo, y del cielo ha de volver para el juicio. Mirad, el que yacía en el pesebre se empequeñeció, pero no desapareció: recibió lo que no era, pero permaneció en lo que era. Ved que tenemos a Cristo convertido en niño; crezcamos con él» (San Agustín, Sermón 196, 3).



 


viernes, 13 de diciembre de 2024

ORACIÓN A SANTA LUCÍA

Imagen: wikipedia.org

Santa Lucía, que de la luz recibiste tu nombre, a Ti confiadamente acudo para que me alcances la luz celestial que me preserve del pecado y de las tinieblas del error.

También te imploro me conserves la luz de mis ojos, con una abundante gracia para usar de ellos según la voluntad de Dios.

Haz, Santa Lucía, que, después de haberos venerado y haber agradecido este ruego, pueda finalmente gozar en el Cielo de la luz eterna de Dios.

 

domingo, 8 de diciembre de 2024

170 AÑOS DEL DOGMA DE LA INMACULADA CONCEPCIÓN

Figuras bíblicas de María. Breve extracto de la Carta apostólica Ineffabilis Deus del beato Pío IX, en la que se proclama el dogma de la Inmaculada Concepción (8 de diciembre de 1854).

«Este eximio y sin par triunfo de la Virgen, y excelentísima inocencia, pureza, santidad y su integridad de toda mancha de pecado e inefable abundancia y grandeza de todas las gracias, virtudes y privilegios, viéronla los mismos Padres ya en el arca de Noé que, providencialmente construida, salió totalmente salva e incólume del común naufragio de todo el mundo; ya en aquella escala que vio Jacob que llegaba de la tierra al cielo y por cuyas gradas subían y bajaban los ángeles de Dios y en cuya cima se apoyaba el mismo Señor; ya en la zarza aquélla que contempló Moisés arder de todas partes y entré el chisporroteo de las llamas no se consumía o se gastaba lo más mínimo, sino que hermosamente reverdecía y florecía; ora en aquella torre inexpugnable al enemigo, de la cual cuelgan mil escudos y toda suerte de armas de los fuertes; ora en aquel huerto cerrado que no logran violar ni abrir fraudes y trampas algunas; ora en aquella resplandeciente ciudad de Dios, cuyos fundamentos se asientan en los montes santos a veces en aquel augustísimo templo de Dios que, aureolado de resplandores divinos, está lleno, de la gloria de Dios; a veces en otras verdaderamente innumerables figuras de la misma clase, con las que los Padres enseñaron que había sido vaticinada claramente la excelsa dignidad de la Madre de Dios, y su incontaminada inocencia, y su santidad, jamás sujeta a mancha alguna».




 

lunes, 2 de diciembre de 2024

ADVIENTO, UN TIEMPO ANHELADO

«Ha llegado, amadísimos hermanos, aquel tiempo tan importante y solemne, que, como dice el Espíritu Santo es tiempo favorable, día de la salvación, de la paz y de la reconciliación; el tiempo que tan ardientemente desearon los patriarcas y profetas y que fue objeto de tantos suspiros y anhelos; el tiempo que Simeón vio lleno de alegría, que la Iglesia celebra solemnemente y que también nosotros debemos vivir en todo momento con fervor, alabando y dando gracias al Padre eterno por la misericordia que en este misterio nos ha manifestado. El Padre por su inmenso amor hacia nosotros, pecadores, nos envió a su Hijo único, para librarnos de la tiranía y del poder del demonio, invitarnos al cielo e introducirnos en lo más profundo de los misterios de su reino, manifestarnos la verdad, enseñarnos la honestidad de costumbres, comunicarnos el germen de las virtudes, enriquecernos con los tesoros de su gracia y hacernos sus hijos adoptivos y herederos de la vida eterna.

La Iglesia celebra cada año el misterio de este amor tan grande hacia nosotros, exhortándonos a tenerlo siempre presente. A la vez nos enseña que la venida de Cristo no sólo aprovechó a los que vivían en el tiempo del Salvador, sino que su eficacia continúa, y aún hoy se nos comunica si queremos recibir, mediante la fe y los sacramentos, la gracia que él nos prometió, y si ordenamos nuestra conducta conforme a sus mandamientos.

La Iglesia desea vivamente hacernos comprender que así como Cristo vino una vez al mundo en la carne, de la misma manera está dispuesto a volver en cualquier momento, para habitar espiritualmente en nuestra alma con la abundancia de sus gracias, si nosotros, por nuestra parte, quitamos todo obstáculo.

Por eso, durante este tiempo, la Iglesia, como madre amantísima y celosísima de nuestra salvación, nos enseña, a través de himnos, cánticos y otras palabras del Espíritu Santo y de diversos ritos, a recibir convenientemente y con un corazón agradecido este beneficio tan grande, a enriquecernos con su fruto y a preparar nuestra alma para la venida de nuestro Señor Jesucristo con tanta solicitud como si hubiera él de venir nuevamente al mundo. No de otra manera nos lo enseñaron con sus palabras y ejemplos los patriarcas del antiguo Testamento para que en ello los imitáramos». 

De las cartas pastorales de San Carlos Borromeo. (Oficio de Lectura, lunes 1ª semana de Adviento,)


sábado, 30 de noviembre de 2024

CATEQUESIS DE BENEDICTO XVI SOBRE EL APÓSTOL ANDRÉS, EL PRIMER LLAMADO

San Andrés, Basílica de San Padro, Roma

En las últimas dos catequesis hemos hablado de la figura de san Pedro. Ahora, en la medida en que nos lo permiten las fuentes, queremos conocer un poco más de cerca también a los otros once Apóstoles. Por tanto, hoy hablamos del hermano de Simón Pedro, san Andrés, que también era uno de los Doce.

La primera característica que impresiona en Andrés es el nombre:  no es hebreo, como se podría esperar, sino griego, signo notable de que su familia tenía cierta apertura cultural. Nos encontramos en Galilea, donde la lengua y la cultura griegas están bastante presentes. En las listas de los Doce, Andrés ocupa el segundo lugar, como sucede en Mateo (Mt 10, 1-4) y en Lucas (Lc 6, 13-16), o el cuarto, como acontece en Marcos (Mc 3, 13-18) y en los Hechos de los Apóstoles (Hch 1, 13-14). En cualquier caso, gozaba sin duda de gran prestigio dentro de las primeras comunidades cristianas.

El vínculo de sangre entre Pedro y Andrés, así como la llamada común que les dirigió Jesús, son mencionados expresamente en los Evangelios:  "Mientras caminaba a orillas del mar de Galilea, Jesús vio a dos hermanos:  a Simón, llamado Pedro, y a su hermano Andrés, que echaban las redes al mar, porque eran pescadores. Entonces les dijo:  "Seguidme, y os haré pescadores de hombres"" (Mt 4, 18-19; Mc 1, 16-17). El cuarto evangelio nos revela otro detalle importante:  en un primer momento Andrés era discípulo de Juan Bautista; y esto nos muestra que era un hombre que buscaba, que compartía la esperanza de Israel, que quería conocer más de cerca la palabra del Señor, la realidad de la presencia del Señor.

Era verdaderamente un hombre de fe y de esperanza; y un día escuchó que Juan Bautista proclamaba a Jesús como "el cordero de Dios" (Jn 1, 36); entonces, se interesó y, junto a otro discípulo cuyo nombre no se menciona, siguió a Jesús, a quien Juan llamó "cordero de Dios". El evangelista refiere:  "Vieron dónde vivía y se quedaron con él" (Jn 1, 37-39).

Martirio de San Andrés, Pedro Pablo Rubens

Así pues, Andrés disfrutó de momentos extraordinarios de intimidad con Jesús. La narración continúa con una observación significativa:  "Uno de los dos que oyeron las palabras de Juan y siguieron a Jesús era Andrés, el hermano de Simón Pedro. Encontró él luego a su hermano Simón, y le dijo:  "Hemos hallado al Mesías", que quiere decir el Cristo, y lo condujo a Jesús" (Jn 1, 40-43), demostrando inmediatamente un espíritu apostólico fuera de lo común.

Andrés, por tanto, fue el primero de los Apóstoles en ser llamado a seguir a Jesús. Por este motivo la liturgia de la Iglesia bizantina le honra con el apelativo de «Protóklitos», que significa precisamente «el primer llamado». Y no cabe duda de que por la relación fraterna entre Pedro y Andrés, la Iglesia de Roma y la Iglesia de Constantinopla se sienten entre sí de modo especial como Iglesias hermanas. Para subrayar esta relación, mi predecesor el Papa Pablo VI, en 1964, restituyó la insigne reliquia de san Andrés, hasta entonces conservada en la basílica vaticana, al obispo metropolita ortodoxo de la ciudad de Patrás, en Grecia, donde, según la tradición, fue crucificado el Apóstol.

Las tradiciones evangélicas mencionan particularmente el nombre de Andrés en otras tres ocasiones, que nos permiten conocer algo más de este hombre. La primera es la de la multiplicación de los panes en Galilea, cuando en aquel aprieto Andrés indicó a Jesús que había allí un muchacho que tenía cinco panes de cebada y dos peces:  muy poco —constató— para tanta gente como se había congregado en aquel lugar (cf. Jn 6, 8-9). Conviene subrayar el realismo de Andrés:  notó al muchacho —por tanto, ya había planteado la pregunta:  "Pero ¿qué es esto para tanta gente?" (Jn 6, 9)— y se dio cuenta de que los recursos no bastaban. Jesús, sin embargo, supo hacer que fueran suficientes para la multitud de personas que habían ido a escucharlo.

La segunda ocasión fue en Jerusalén. Al salir de la ciudad, un discípulo le mostró a Jesús el espectáculo de los poderosos muros que sostenían el templo. La respuesta del Maestro fue sorprendente:  dijo que de esos muros no quedaría piedra sobre piedra. Entonces Andrés, juntamente con Pedro, Santiago y Juan, le preguntó:  "Dinos cuándo sucederá eso y cuál será la señal de que todas estas cosas están para cumplirse" (cf. Mc 13, 1-4). Como respuesta a esta pregunta, Jesús pronunció un importante discurso sobre la destrucción de Jerusalén y sobre el fin del mundo, invitando a sus discípulos a leer con atención los signos del tiempo y a mantener siempre una actitud de vigilancia. De este episodio podemos deducir que no debemos tener miedo de plantear preguntas a Jesús, pero, a la vez, debemos estar dispuestos a acoger las enseñanzas, a veces sorprendentes y difíciles, que él nos da.

Los Evangelios nos presentan, por último, una tercera iniciativa de Andrés. El escenario es también Jerusalén, poco antes de la Pasión. Con motivo de la fiesta de la Pascua —narra san Juan— habían ido a la ciudad santa también algunos griegos, probablemente prosélitos o personas que tenían temor de Dios, para adorar al Dios de Israel en la fiesta de la Pascua. Andrés y Felipe, los dos Apóstoles con nombres griegos, hacen de intérpretes y mediadores de este pequeño grupo de griegos ante Jesús. La respuesta del Señor a su pregunta parece enigmática, como sucede con frecuencia en el evangelio de Juan, pero precisamente así se revela llena de significado. Jesús dice a los dos discípulos y, a través de ellos, al mundo griego:  "Ha llegado la hora de que sea glorificado el Hijo del hombre. En verdad, en verdad os digo:  si el grano de trino no cae en tierra y muere, queda él solo; pero si muere da mucho fruto" (Jn 12, 23-24).

¿Qué significan estas palabras en este contexto? Jesús quiere decir:  sí, mi encuentro con los griegos tendrá lugar, pero no se tratará de una simple y breve conversación con algunas personas, impulsadas sobre todo por la curiosidad. Con mi muerte, que se puede comparar a la caída en la tierra de un grano de trigo, llegará la hora de mi glorificación. De mi muerte en la cruz surgirá la gran fecundidad:  el "grano de trigo muerto" —símbolo de mí mismo crucificado— se convertirá, con la resurrección, en pan de vida para el mundo; será luz para los pueblos y las culturas. Sí, el encuentro con el alma griega, con el mundo griego, tendrá lugar en esa profundidad a la que hace referencia el grano de trigo que atrae hacia sí las fuerzas de la tierra y del cielo y se convierte en pan. En otras palabras, Jesús profetiza la Iglesia de los griegos, la Iglesia de los paganos, la Iglesia del mundo como fruto de su Pascua.

Juan y Andrés siguen al Maestro 
por indicación del Bautista

Según tradiciones muy antiguas, Andrés, que transmitió a los griegos estas palabras, no sólo fue el intérprete de algunos griegos en el encuentro con Jesús al que acabamos de referirnos; sino también el apóstol de los griegos en los años que siguieron a Pentecostés. Esas tradiciones nos dicen que durante el resto de su vida fue el heraldo y el intérprete de Jesús para el mundo griego. Pedro, su hermano, llegó a Roma desde Jerusalén, pasando por Antioquía, para ejercer su misión universal; Andrés, en cambio, fue el apóstol del mundo griego: así, tanto en la vida como en la muerte, se presentan como auténticos hermanos; una fraternidad que se expresa simbólicamente en la relación especial de las sedes de Roma y Constantinopla, Iglesias verdaderamente hermanas.

Una tradición sucesiva, a la que he aludido, narra la muerte de Andrés en Patrás, donde también él sufrió el suplicio de la crucifixión. Ahora bien, en aquel momento supremo, como su hermano Pedro, pidió ser colocado en una cruz distinta de la de Jesús. En su caso se trató de una cruz en forma de aspa, es decir, con los dos maderos cruzados en diagonal, que por eso se llama "cruz de san Andrés".

Según un relato antiguo —inicios del siglo VI—, titulado "Pasión de Andrés", en esa ocasión el Apóstol habría pronunciado las siguientes palabras:  "¡Salve, oh Cruz, inaugurada por medio del cuerpo de Cristo, que te has convertido en adorno de sus miembros, como si fueran perlas preciosas! Antes de que el Señor subiera a ti, provocabas un miedo terreno. Ahora, en cambio, dotada de un amor celestial, te has convertido en un don. Los creyentes saben cuánta alegría posees, cuántos regalos tienes preparados. Por tanto, seguro y lleno de alegría, vengo a ti para que también tú me recibas exultante como discípulo de quien fue colgado de ti... ¡Oh cruz bienaventurada, que recibiste la majestad y la belleza de los miembros del Señor!... Tómame y llévame lejos de los hombres y entrégame a mi Maestro para que a través de ti me reciba quien por medio de ti me redimió. ¡Salve, oh cruz! Sí, verdaderamente, ¡salve!".

Como se puede ver, hay aquí una espiritualidad cristiana muy profunda que, en vez de considerar la cruz como un instrumento de tortura, la ve como el medio incomparable para asemejarse plenamente al Redentor, grano de trigo que cayó en tierra. Debemos aprender aquí una lección muy importante:  nuestras cruces adquieren valor si las consideramos y aceptamos como parte de la cruz de Cristo, si las toca el reflejo de su luz. Sólo gracias a esa cruz también nuestros sufrimientos quedan ennoblecidos y adquieren su verdadero sentido.

Así pues, que el apóstol Andrés nos enseñe a seguir a Jesús con prontitud (cf. Mt 4, 20; Mc 1, 18), a hablar con entusiasmo de él a aquellos con los que nos encontremos, y sobre todo a cultivar con él una relación de auténtica familiaridad, conscientes de que sólo en él podemos encontrar el sentido último de nuestra vida y de nuestra muerte.

Fuente: vatican.va


 

miércoles, 27 de noviembre de 2024

A NUESTRA SEÑORA DE LA MEDALLA MILAGROSA


 Salve, Regina, Mater misericordiae,

vita, dulcedo et spes nostra, salve.

Ad te clamamus exsules filii Hevae.

Ad te suspiramus gementes et flentes

in hac lacrimarum valle.

Eia, ergo, advocata nostra,

illos tuos misericordes oculos ad nos converte.

Et Iesum, benedictum fructum ventris tui,

nobis post hoc exsilium ostende.

O clemens, O pia, O dulcis Virgo Maria!

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Dios te salve, Reina y Madre de misericordia,

vida, dulzura y esperanza nuestra, Dios te salve.

A ti clamamos los desterrados hijos de Eva.

A ti suspiramos gimiendo y llorando

en este valle de lágrimas.

Ea, pues, Señora, abogada nuestra,

vuelve a nosotros esos tus ojos misericordiosos;

y después de este destierro muéstranos a Jesús,

fruto bendito de tu vientre.

¡Oh clemente, oh piadosa, oh dulce Virgen María!

 


 

jueves, 21 de noviembre de 2024

IMPORTANCIA DEL PORTE SACERDOTAL

¿Por qué el sacerdote debe presentarse, actuar y moverse de manera sagrada?

Fuente: itresentieri.it

Hoy estamos acostumbrados a ver sacerdotes que han abandonado por completo el uso del hábito sagrado. Esto fue impuesto por la llamada «teología de la secularización». Por querer ser como todos, el sacerdote ha terminado diluyéndose en la masa; y paradójicamente no se ha acercado al pueblo, sino más bien se ha alejado de él, porque ya nadie puede reconocerlo. Pensemos en cuántos episodios edificantes han ocurrido en el pasado: almas que decidieron desahogarse e incluso confesarse encontrando un sacerdote en alguna estación de tren, en una calle, en un consultorio médico, etc... Hoy, en cambio, en el completo anonimato del ser "uno más", ¿quién se percata ya de la presencia de un sacerdote?

Por el contrario, precisamente porque el sacerdote debe ser también signo de la presencia salvífica de Cristo entre los hombres, está obligado a presentarse de manera sagrada. El Siervo de Dios don Dolindo Ruotolo (1882-1970), en su obra En los rayos de la grandeza y de la vida sacerdotal (Nei raggi della grandezza e della vita sacerdotale), firmado con el seudónimo de Dain Cohenel, escribía estas importantes palabras: El sacerdote con su traje talar, largo, compuesto, pobre pero limpio, con su manto que lo envuelve como si  tuviera las alas plegadas, listas para el vuelo, con la cabeza marcada por la cruz del Redentor, con el cuerpo compuesto, exhalando orden y modestia, con los ojos bajos, absolutamente ajenos a toda curiosidad malsana, pasa por el mundo igual que un ángel, da un sentido de paz y de consuelo, da un sentido de esperanza en las angustias de la vida porque representa la caridad, y pasa como lámpara que ilumina, disipando con su sola presencia las tinieblas del error.


 

jueves, 14 de noviembre de 2024

LA MIRADA DEL JUEZ

«Después de la muerte se sigue el juicio, que se verifica en el primer instante del fallecimiento.

El juez se presenta al alma y ésta ve con claridad meridiana, en un cuadro luminoso, toda su vida, con sus luces y sombras, virtudes y vicios, hasta en sus más infinitos detalles. Ella misma pronuncia el juicio cuya justicia comprende.

¡La primera entrevista con Jesús! ..., ¿será mirada de benevolencia o de reproche, mirada de reprobación o de salvación, sonrisa de Amigo y de Hermano o relámpago de maldición?

¡Oh Jesús!, apenas si me atrevo a pensarlo; dispuesto estoy a hacer cuanto pueda para que en tal momento me sea benigna vuestra primera mirada.

¡Oh, si pensara que hay que dar cuenta de todo y que de este primer momento depende la eternidad! ...

Al morir San Arsenio en el desierto, a la edad de 120 años, temblaba ante el pensamiento del juicio. San Bernardo decía: “Temo el infierno y temo la mirada irritada del Juez”.

¿De qué habrá de valer el mundo, su aprobación y su sonrisa ante lo aterradoramente serio del juicio?

¿Qué importarán en aquel instante alabanzas y menosprecios, los hombres, o la persecución de aquella insignificancia que se llama hombre»? (Jos. Schrijvers, C. SS. R. El Amigo Divino, Ed. Pontificios 1927, p. 80).

viernes, 8 de noviembre de 2024

CRÓNICA DE UNA PEREGRINACIÓN

En una amena y ágil columna publicada en La Nuova Bussola Quotidiana, Stefano Chiappalone nos brinda una panorámica breve y completa de lo que fue la reciente peregrinación Summorum Pontificum 2024 ad Petri Sedem. En relación a este evento, justo hace 10 años, escribía Benedicto XVI al entonces delegado general de la peregrinación: «Estoy muy contento de que el ‘usus antiquior’ viva ahora una paz plena en la Iglesia, también entre los jóvenes, apoyado y celebrado por grandes cardenales». Aquí les dejo una traducción al español.

Fuente: lanuovabq.it


DE 95 PAÍSES PARA REZAR (EN LATÍN)
ANTE LA TUMBA DE PEDRO
Stefano Chiappalone

 Con la Santa Misa celebrada por monseñor Marian Eleganti, obispo emérito de Chur, en la parroquia personal de Trinità dei Pellegrini, se clausuró la XIII edición de la peregrinación ad Petri Sedem del Populus Summorum Pontificum (25-27 de octubre). Desde 2012, realidades eclesiales y peregrinos vinculados a la liturgia tradicional de todo el mundo se reúnen anualmente en la Ciudad Eterna para rezar ante la tumba de Pedro y manifestar así su comunión con la Iglesia universal.

Como en años anteriores, la peregrinación estuvo precedida por el noveno encuentro de Pax Liturgica, que tuvo lugar el 25 de octubre en el Augustinianum, con la presencia de los cardenales Gerhard Ludwig Müller y Robert Sarah, y de monseñor Eleganti (el blog Messainlatino ha ofrecido un detallado reportaje fotográfico del encuentro y de la peregrinación, así como un resumen de los discursos). Por la tarde, la peregrinación comenzó oficialmente con las Vísperas en la Basílica de Santa Maria ad Martyres (Panteón), oficiadas por monseñor Eleganti. El sábado por la mañana partió de la Basílica de los Santos Celso y Juliano la impresionante procesión hacia San Pedro para el momento central de la peregrinación, que reunió a unas 800-900 personas según las primeras estimaciones.

La participación se ha hecho aún más significativa en los últimos años, después de que el motu proprio Traditionis Custodes aboliera Summorum Pontificum (pero no ciertamente a quienes se reconocen en él) e impusiera drásticas restricciones al antiguo rito incluso dentro de la basílica vaticana. Para estos fieles está abierta, sí, pero no del todo, ya que desde el año pasado en el momento (¡y en el lugar!) culminante de la peregrinación se les permite la adoración eucarística pero no la misa en el altar de la cátedra. Ahora bien, ¿qué intenciones animan este aluvión de gente deseosa de rezar en latín y según un rito que periódicamente se quiere desechar? La peregrinación, leemos en la página web de Populus Summorum Pontificum, reúne a «fieles, sacerdotes y religiosos de todo el mundo, que desean participar en la nueva evangelización al ritmo de la forma extraordinaria del rito romano» y «dar testimonio de la eterna juventud de la liturgia tradicional».

«Somos, sencillamente, católicos que han comprendido que la solución a la crisis de la Iglesia pasa por dejar a un lado el alimento insustancial que ha matado de hambre y debilitado la ecumene en los últimos cincuenta años, como demuestran todos los indicios sociológicos, y volver a la comida sustanciosa que ha nutrido abundantemente a la Iglesia durante casi dos mil años»; así abría el encuentro del viernes Rubén Peretó Rivas, director del Centro Internacional de Estudios Litúrgicos. Pero con más fuerza aún hablan las historias de quienes, a través de la belleza de la liturgia, han encontrado el camino «de vuelta a casa», en el seno de la Iglesia: es el caso de Yeng Pin Chan, una joven diseñadora china criada en una familia atea, que en 2021 en Londres se topó con un «mundo nuevo» en la Misa (tanto del novus ordo como del rito antiguo) celebrada en el Oratorio de Brompton. La llevó allí su novio italiano, que a su vez volvió a la fe «por caminos litúrgicos». En resumen, gracias a estas misas, Yeng Pin Chan descubrió qué corazón latía dentro de ese arte cristiano que ya admiraba. Y en 2023 fue bautizada con el nombre de Elena.

En su intervención, el Cardenal Müller recordó la responsabilidad de los pastores de transmitir el depositum fidei sin ceder a las modas. La infalibilidad del Papa está ligada a esta tarea, contra la falsa acusación protestante que confunde infalibilidad con arbitrariedad. En su homilía del sábado, durante la adoración y bendición Eucarística en San Pedro, Müller subrayó que «al final de la peregrinación ad Petri Cathedram adoramos a Cristo, el Hijo de Dios vivo», llamando la atención sobre la radical «diferencia entre fe e ideología. El cristianismo no es una teoría abstracta sobre los orígenes del cosmos y de la vida, ni una ideología para mejorar la sociedad, sino el encuentro con una Persona», es decir, Cristo que, como hace dos mil años, «hoy habla directamente a cada individuo a través de la enseñanza de la Iglesia» y «en los siete sacramentos nos da su gracia». Aunque la secularización nos empuja a «vivir como si Dios no existiera», los frutos amargos de esta perspectiva existencial ya se han manifestado en las ideologías del siglo XX y en las de la actualidad: «el nazismo y el fascismo en Alemania e Italia, el comunismo en China, el consumismo capitalista y las ideologías de género y del transhumanismo que han transformado el mundo en un desierto nihilista». Por el contrario, «el cristianismo es la religión de la verdad y de la libertad, del amor y de la vida».

No «guardianes de museos», sino «creyentes unidos a Jesús por una amistad personal», fue la exhortación de Müller. Y a juzgar por los jóvenes presentes y las numerosas familias con niños, había muy pocos guardianes de museos. También a Cristo conducen los «magníficos testimonios de la cultura grecorromana cristianizada de cuyas fuentes bebemos. Es la síntesis de fe y razón, abierta a todas las culturas, que se manifestó en el Logos, es decir, en Jesucristo», fuente de la “humanización del mundo” surgida del cristianismo y de la paz a la que los cristianos están llamados a contribuir. «Si la antigua Roma representaba la idea de paz entre los pueblos bajo el dominio de la ley, la Roma cristiana encarna la esperanza de la unidad universal de todos los pueblos en el amor de Cristo».

Una esperanza condensada en la Colecta de la Misa de Cristo Rey (que en el calendario tradicional cae el último domingo de octubre), con la que concluyó ayer la peregrinación en la iglesia de Trinità dei Pellegrini: «para que la gran familia humana, disgregada por el pecado, se someta a su dulcísimo imperio» («ut cunctæ famíliæ géntium, peccáti vúlnere disgregátæ, eius suavíssimo subdántur império»). Unidad de los pueblos en el amor a Cristo prefigurada también simbólicamente por las 95 banderas nacionales (las de cada país en el que se celebra al menos una misa en el rito antiguo) que desfilaron hacia San Pedro el sábado por la mañana, hacia el corazón de la Roma cristiana. Una imagen que vale más que mil discursos sobre la paz, junto con la prueba, una vez más, de lo que escribió en su momento Benedicto XVI: «también los jóvenes descubren esta forma litúrgica, se sienten atraídos por ella y encuentran en ella una forma, particularmente adecuada para ellos, de encuentro con el Misterio de la Santísima Eucaristía». Entre los numerosos fieles que ayer estaban arrodillados incluso fuera de Trinità dei Pellegrini, la media de edad rondaba los treinta años. Quienes esperaban una invasión de «bárbaros indietristas» quedaron decepcionados.


 

domingo, 3 de noviembre de 2024

MARTÍN DE LA CARIDAD

De la homilía pronunciada por el Papa San Juan XXIII en la canonización de san Martín de Porres (6 demayo de 1962)

«Martín nos demuestra, con el ejemplo de su vida, que podemos llegar a la salvación y a la santidad por el camino que nos enseñó Cristo Jesús: a saber, si, en primer lugar, amamos a Dios con codo nuestro corazón, con toda nuestra alma y con todo nuestro ser; y si, en segundo lugar, amamos a nuestro prójimo como a nosotros mismos.

Él sabía que Cristo Jesús padeció por nosotros y, cargado con nuestros pecados, subió al leño, y por esto tuvo un amor especial a Jesús crucificado, de tal modo que, al contemplar sus atroces sufrimientos, no podía evitar el derramar abundantes lágrimas. Tuvo también una singular devoción al Santísimo Sacramento de la Eucaristía, al que dedicaba con frecuencia largas horas de oculta adoración ante el sagrario, deseando nutrirse de él con la máxima frecuencia que le era posible.

Además, San Martín, obedeciendo el mandato del divino Maestro, se ejercitaba intensamente en la caridad para con sus hermanos, caridad que era fruto de su fe íntegra y de su humildad. Amaba a sus prójimos, porque los consideraba verdaderos hijos de Dios y hermanos suyos; y los amaba aún más que a sí mismo, ya que, por su humildad, los tenía a todos por más justos y perfectos que él.

Disculpaba los errores de los demás; perdonaba las más graves injurias, pues estaba convencido que era mucho más lo que merecía por sus pecados; ponía todo su empeño en retornar al buen camino a los pecadores; socorría con amor a los enfermos; procuraba comida, vestido y medicinas a los pobres; en la medida que le era posible, ayudaba a los agricultores y a los negros y mulatos, que, por aquel tiempo, eran tratados como esclavos de la más baja condición, lo que le valió, por parte del pueblo, el apelativo de «Martín de la caridad».

Este santo varón, que con sus palabras, ejemplos y virtudes impulsó a sus prójimos a una vida de piedad, también ahora goza de un poder admirable para elevar nuestras mentes a las cosas celestiales. No todos, por desgracia, son capaces de comprender estos bienes sobrenaturales, no todos los aprecian como es debido, al contrario, son muchos los que, enredados en sus vicios, los menosprecian, los desdeñan o los olvidan completamente. Ojalá que el ejemplo de Martín enseñe a muchos la dulzura y felicidad que se encuentra en el seguimiento de Jesucristo y en la sumisión a sus divinos mandatos».

viernes, 1 de noviembre de 2024

LA LUMINOSIDAD DE LOS SANTOS

Conocida es la respuesta que dio un niño cuando se le preguntó sobre quiénes eran los santos. Son los que dejan pasar la luz, respondió el pequeño. En su respuesta latía el recuerdo de lo que le había oído a su padre cuando, al visitar una vieja catedral, le había preguntado qué eran aquellas figuras representadas en las vidrieras coloridas del templo. Son santos, hijo, le había contestado su padre como de pasada.

El Papa Francisco también ha utilizado esta imagen para ilustrar la santidad: «La solemnidad de Todos los Santos, decía en 2017, es “nuestra” fiesta: no porque nosotros seamos buenos, sino porque la santidad de Dios ha tocado nuestra vida. Los santos no son figuritas perfectas, sino personas atravesadas por Dios. Podemos compararlas con las vidrieras de las iglesias, que dejan entrar la luz en diversas tonalidades de color. Los santos son nuestros hermanos y hermanas que han recibido la luz de Dios en su corazón y la han transmitido al mundo, cada uno según su propia ‘tonalidad’» (Ángelus, 1° de noviembre de 2017).

La luz infinita de Dios irradiada en el muchedumbre de los bienaventurados despierta en nosotros el deseo de la santidad, de buscar “las cosas de arriba, no las de la tierra” (Col 3, 2), de anunciar el poder de aquel que nos “llamó de las tinieblas a su luz admirable” (1 Pedro 2, 9), de evitar el pecado que vuelve sombrío y opaco nuestro corazón.


 

martes, 29 de octubre de 2024

DIOS, GARANTE DE LA LIBERTAD HUMANA

El papa Ratzinger definió alguna vez nuestra época como la época del pecado contra Dios Creador. La idea reaparece en un texto inédito que se acaba de publicar con el título La imagen cristiana del hombre. Para Benedicto XVI, una libertad sin arraigo en una naturaleza pensada y querida por Dios sucumbe tarde o temprano frente a otros poderes y se vuelve destructora de lo humano: la abolición del Creador conlleva la abolición del hombre. Dejo a continuación un breve extracto del artículo mencionado.


«De hecho, ahora se niega que el hombre, como ser libre, esté de algún modo vinculado a una naturaleza que determine el espacio de su libertad. El hombre ya no tiene naturaleza, sino que «se hace» a sí mismo. Ya no existe una naturaleza humana: es él quien decide lo que es, hombre o mujer. Es el hombre quien produce al hombre y quien decide así el destino de un ser que ya no proviene de las manos de un Dios creador, sino del laboratorio de invenciones humanas. La abolición del Creador como abolición del hombre se convirtió entonces en la auténtica amenaza para la fe. Este es el gran desafío que se presenta hoy a la teología. Y solo podrá enfrentarlo si el ejemplo de vida de los cristianos es más fuerte que el poder de las negaciones que nos rodean y nos prometen una falsa libertad».


Fuente: infocatolica.com 

domingo, 27 de octubre de 2024

¡SEÑOR, QUE VEA!

Rostro de Cristo (Rembrandt)

«En el evangelio de este domingo (Mc 10, 46-52) leemos que, mientras el Señor pasa por las calles de Jericó, un ciego de nombre Bartimeo se dirige a él gritando con fuerte voz:  "Hijo de David, ten compasión de mí". Esta oración toca el corazón de Cristo, que se detiene, lo manda llamar y lo cura. El momento decisivo fue el encuentro personal, directo, entre el Señor y aquel hombre que sufría. Se encuentran uno frente al otro:  Dios, con su deseo de curar, y el hombre, con su deseo de ser curado. Dos libertades, dos voluntades convergentes:  "¿Qué quieres que te haga?", le pregunta el Señor. "Que vea", responde el ciego. "Vete, tu fe te ha curado". Con estas palabras se realiza el milagro. Alegría de Dios, alegría del hombre.

Y Bartimeo, tras recobrar la vista -narra el evangelio- "lo sigue por el camino", es decir, se convierte en su discípulo y sube con el Maestro a Jerusalén para participar con él en el gran misterio de la salvación». (Benedicto XVI, Angelus 29 de octubre de 2006).


 

lunes, 21 de octubre de 2024

SERVIDORES, NO AMOS DE LA LITURGIA

«Después del Concilio Vaticano II, se extendió la impresión de que el Papa, en realidad, lo podía todo en materia litúrgica, sobre todo, cuando actuaba con el respaldo de un concilio ecuménico. En último extremo, lo que ocurrió fue que la idea de la liturgia como algo que nos precede, y que no puede ser “elaborada” según el propio criterio, se perdió en la conciencia más difundida en Occidente.

Pero, en realidad, el Concilio Vaticano I en modo alguno trató de definir al Papa como un monarca absoluto, sino, todo lo contrario, como el garante de la obediencia frente a la palabra revelada: su poder está ligado a la tradición de la fe, lo cual es aplicable también al campo de la liturgia. La liturgia no es “elaborada” por funcionarios. Incluso el Papa ha de ser únicamente un servidor humilde que garantice su desarrollo adecuado y su integridad e identidad permanentes…

La autoridad del Papa no es ilimitada; está al servicio de la sagrada tradición. Una genérica “libertad” de acción, que precisamente por eso se mueve por la arbitrariedad, se puede conciliar menos aún con la esencia de la fe y de la liturgia. La grandeza de la liturgia reside, precisamente –y esto lo vamos a tener que repetir con frecuencia–, en su carácter no arbitrario». (J. Ratzinger, El Espíritu de la Liturgia, Ed. Cristiandad 2002, pp. 190–191).

La misma idea, si bien en un lenguaje más directo, ha quedado estampada por Kwasniewski en el siguiente texto: “Una vez que el obispo de Roma piensa que es el dueño absoluto de la liturgia latina, todo se viene abajo”. (Peter Kwasniewski El rito romano de ayer y del futuro, Os justi Press 2023, p. 346).

sábado, 12 de octubre de 2024

HISPANOAMÉRICA, UN LOGRO DEL GENIO HISPANO Y DE UNA AMÉRICA FECUNDA

Catedral del Cuzco

Recojo un extracto del ensayo Hispanoamérica del dolor (1947) del gran hispanista e historiador chileno Jaime Eyzaguirre (1908-1968). La lectura de este notable ensayo es indispensable para hacer frente a las visiones ideológicas y anticatólicas de la conquista española, en su intento por reescribir la historia de lo que fue una grandiosa hazaña cultural y evangélica.

***

«Es verdad que Iberoamérica ya no es España,
pero también es verdad que sin ésta, aquélla no habría existido»

 «No le toca al español, como al inglés, sembrar sobre tierra baldía o desatar raíces incrustadas. Llegó en el ocaso de las espléndidas civilizaciones a inyectar savia nueva, a fundirse con ellas para labrar al unísono un futuro de posibilidades no previstas. El inglés quiso arar lo vernáculo y trasplantar su civilización con cautela, para librarla de los contagios autóctonos. El español se volcó con pleno desinterés y generosidad, dando y recibiendo. Por eso lo que brota en Iberoamérica ya no es la planta europea intacta, sino una tercera dimensión de sangre y cultura, enriquecida con aportes dispares y orientada a nuevos y no soñados destinos. Un Garcilaso de la Vega, inca, en el Perú, y un Alba Ixtlixóchitl, en Méjico, hablan del genio mestizo en buena lengua de Castilla; y en los templos de Puebla y Potosí, y en las tallas y lienzos de Quito y el Cuzco, por sobre el barroco de estirpe española, aflora la naturaleza exuberante de las razas indígenas, que dejan oír su palabra en el concierto espléndido de la creación artística.

Es verdad que Iberoamérica ya no es España, pero también es verdad que sin ésta, aquélla no habría existido. ¿Qué vínculo ligaba a las tribus, qué solidaridad geográfica, aparte del nexo lugareño, se advertía en ellas antes que el español viniera a dárselas, fundiéndolas a todas en el común denominador católico y cultural? Por eso lo español no es sólo un elemento más en el conglomerado étnico. Es el factor decisivo, el único que supo atarlos a todos, el que logró armonizar las trescientas lenguas dispares de Méjico y hacer de Chile, no ya -el mero nombre de un valle, sino la denominación de una vasta y plena unidad territorial.

El español saltó por sobre las dificultades que le imponían las distancias geográficas, los particularismos de tribu y las diversidades raciales, para producir el milagro de la cohesión americana. Por eso lo que se haga por echar en olvido el nombre español en estas tierras y querer oponer a él una revalorización hiperbólica de lo indígena, irá en derechura a atentar contra el nervio vital que ata nuestros pueblos. Todo lo que las viejas civilizaciones pudieron tener de valedero en el momento de plena decadencia en que las sorprendió la conquista, fue guardado y defendido por los mismos españoles, que trajeron a tiempo el instrumento de la escritura, desconocido por los indígenas, para perpetuar la historia y tradiciones de los vencidos».

El breve ensayo de Eyzaguirre puede leerse aquí: www.cepc.gob.es

 

jueves, 10 de octubre de 2024

70 AÑOS DE LA CANONIZACIÓN DE SAN PÍO X

Hermosa semblanza del pontificado de San Pío X con motivo de los 70 años de su Canonización (29-V-1954). También se publicita el dossier que la revista católica francesa L’Homme Nouveau ha dedicado a la figura del Papa Sarto con ocasión de este aniversario.

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EL EJEMPLO DEL PAPA SAN PÍO X
Por Michel Janva

Setenta años después de su canonización en 1954, L'Homme Nouveau dedica un dosier especial al papa San Pío X, cuyo pontificado estuvo marcado por cruciales reformas en la liturgia, una firme defensa de la fe frente al modernismo y una renovación de la piedad eucarística.

San Pío X, apodado el «Papa de la Eucaristía», marcó la historia de la Iglesia con varias reformas profundas. Es particularmente famoso por su lucha contra el modernismo, al que calificó de «la síntesis de todas las herejías», y al que combatió con firmeza a través de importantes documentos como la encíclica Pascendi Dominici Gregis (1907) y el motu proprio Sacrorum Antistitum (1910). Su inquebrantable compromiso con la verdad permitió preservar la pureza de la fe católica frente a las amenazas de un racionalismo invasor y de una secularización galopante.

Su obra litúrgica manifiesta su profundo amor a Dios y a la Iglesia. Al reformar el breviario y restituir el canto gregoriano a su justo lugar, buscó devolver a la liturgia toda su belleza y dignidad, para que el pueblo cristiano pudiera ser elevado hacia Dios mediante una oración auténtica.

Su decreto Sacra Tridentina Synodus (1905), que promueve la comunión frecuente, y su decisión de bajar la edad de la primera comunión con Quam Singulari (1910) son otros tantos testimonios de su deseo ardiente de acercar las almas a la Eucaristía.

Mientras la Iglesia atraviesa nuevamente tiempos de confusión, el ejemplo de San Pío X nos muestra la importancia de permanecer firmes en la fe y arraigados en la tradición. Otra oportunidad para redescubrir a este gran Papa, al mismo tiempo humilde servidor e intrépido defensor de la verdad.


 

viernes, 4 de octubre de 2024

DOS CONVERSOS HABLAN DE PARTICIPACIÓN ACTIVA

Evelyn Waugh (1903-1966)

Presento traducido al español un sugerente artículo de Gregory DiPippo, aparecido en la página New Liturgical Movement hace un par de meses, sobre la idea litúrgica de participación activa en dos conversos ingleses: Evelyn Waugh y Edward Caswall. De su lectura me gustaría destacar ahora que “participación activa” no es lo mismo que “participación dirigida” o “participación controlada” que quizá sea lo que hoy más se observa en nuestras iglesias. Hay que reconocer que la misa tradicional, con su silencio y con su lengua, crea mayores espacios participativos al facilitar una libre y profunda actividad del espíritu; en ella, el alma está a sus anchas; como pez en el agua se mueve con agilidad de un lado a otro, contempla e interioriza en paz lo que la liturgia le ofrece, libre de códigos participativos impuestos que suelen conducir al tedio. Como bien dice DiPippo, es hora de superar la idea absurda de que la “participación activa” es incompatible con el rito romano antiguo o que éste sea incompatible con la iglesia posconciliar.

Dos conversos ingleses escriben

sobre participación activa
Gregory DiPippo

Texto original: www.newliturgicalmovement.org

A pesar de sus evidentes defectos, las redes sociales también ofrecen muchas ventajas, y hoy me han hecho un buen servicio al llamar mi atención sobre dos interesantes observaciones sobre el tema de la participación activa, ambas hechas por ingleses conversos al catolicismo.

La primera, a través del blog de Joseph Shaw (ver aquí), presidente de la Latin Mass Society de Inglaterra y Gales, procede de una carta publicada en un día como hoy, exactamente hace 60 años, en el Catholic Herald por el gran novelista Evelyn Waugh, que por entonces tenía 60 años y se había convertido al catolicismo 30 años antes. En agosto de 1964, solo dos de los dieciséis documentos del Vaticano II habían sido promulgados, Sacrosanctum Concilium e Inter mirifica, y eso apenas ocho meses antes. (Otros tres llegarían en noviembre). Sin embargo, como señala Waugh, la gente ya aclamaba con éxtasis (y, como se vería después, con fatuidad) no sólo la llegada de una época de «renovación explosiva» y «dinamismo manifiesto del Espíritu Santo», sino la victoria de un autoproclamado «progresismo» sobre el «conservadurismo». (Optime ridet qui ultimus ridet... El que ríe último, ríe mejor) Muy pocos, y quizá ninguno desde Chesterton, supieron ver a través de la superficialidad de la cantinela de su época como Waugh, que no tardó en darse cuenta de que el llamamiento del Vaticano II a la «participación activa» ya se estaba desvirtuando en una confusión fatal entre actividad y logro, bajo la forma de la misa dialogada.


«‘Participar’ en la Misa no significa oír nuestras propias voces. Significa más bien que Dios escucha nuestras voces. Solo Él sabe quién 'participa' en la Misa. Creo, para comparar las cosas pequeñas con las grandes, que ‘participo’ en una obra de arte cuando la estudio y la amo en silencio. No hace falta gritar.


Cualquiera que haya participado en una obra de teatro sabe que puede despotricar en el escenario con la mente en otra parte. ... Ahora soy viejo, pero era joven cuando me recibieron en la Iglesia. No me atraía en absoluto el esplendor de sus grandes ceremonias, que los protestantes podían imitar muy bien. De los atractivos externos de la Iglesia, el que más me atraía era el espectáculo del sacerdote y su ayudante en la misa rezada, acercándose al altar sin mirar cuántos o cuán pocos eran sus fieles; un artesano y su aprendiz; un hombre con un trabajo que solo él estaba capacitado para realizar.


Esa es la Misa que he llegado a conocer y amar. Por supuesto, dejemos que los agitadores tengan sus ‘diálogos’, pero que nosotros, que valoramos el silencio, no seamos completamente olvidados».


Desgraciadamente, la sabiduría de esta observación no fue tenida en cuenta en medio del torbellino por disolver la Iglesia y rehacerla a semejanza del Hombre Moderno. Y pensar que de haber sido así, nos habríamos ahorrado la absurda insistencia, que en cierto modo aún nos atormenta, de que la participación activa es incompatible con el Rito Romano tradicional, y la insistencia igualmente absurda de que esto, a su vez, hace que el Rito tradicional sea incompatible con la Iglesia postconciliar.

Los peligros de esta confusión fueron identificados más de un siglo antes por un clérigo anglicano llamado Edward Caswall, al observar el grado comparativo de participación en los servicios anglicanos y católicos. (Gracias al reverendo Robin Ward, director de St Stephen's House, Oxford, in foro privato).

 

«La concepción anglicana de la oración en común es que el clérigo debe recitar en voz alta un determinado orden de oraciones y cada persona presente debe hacerlo simultáneamente en su mente, completando la oración con un Amén. Por lo tanto, se espera que todas las inteligencias que asisten a nuestro servicio religioso sigan el mismo proceso, los mismos pasos mentales y el mismo curso de ideas. No se deja espacio para la oración ex tempore ni para una adaptación por parte del individuo, y si sus pensamientos divagan por un momento, cuesta recuperarse, ya que las oraciones se han estado realizando con la regularidad de un ferrocarril o de una máquina. Esto a menudo hace que las personas… se sientan descorazonadas…

 

Actualmente he observado que la visión católica romana de la oración común es bastante diferente. Establecen ciertas demarcaciones amplias para el culto público que se distinguen por el toque de campanillas y las acciones del sacerdote. Luego se deja a cada uno según su capacidad y seriedad, y según elija servirse de pequeños libros y aprender algunas oraciones propias, cómo unirse a lo que está sucediendo. Por tanto... el uso del latín realmente tiende en muchos aspectos a dar a la gran mayoría de la congregación comodidad, libertad, facilidad y espontaneidad en la oración pública. Y es muy cierto que una congregación católica romana participa en el servicio público con una identificación más completa que una inglesa, es decir, tan cierto como puedo juzgar por lo que veo. Es maravilloso poder decirlo: nosotros con un servicio en inglés estamos apáticos y desanimados; ellos con un servicio en latín dan todas las señales de comprender lo que cada uno hace hasta donde es posible, y no manifiestan ninguna desgana».

 

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Nacido en 1814, Caswall estudió en el Brasenose College de Oxford y fue ordenado sacerdote anglicano en 1839. Muy influenciado por el Movimiento de Oxford y por John Henry Newman, se convirtió al catolicismo en 1847, y es justo preguntarse si su observación anterior no está condicionada por cierta desilusión con la Iglesia Anglicana, un sentimiento que compartían muchos en ese momento. Después de la muerte repentina de su esposa en 1849, ingresó en el Oratorio de Birmingham en 1850; fue ordenado sacerdote dos años después y murió en 1878.

El Padre Caswall era extremadamente hábil para traducir el latín en un buen inglés poético, y he utilizado a menudo sus traducciones en artículos sobre himnos. Muchos de ellos también están incorporados en la traducción monumental del Breviario romano por el Marqués de Bute.