sábado, 28 de diciembre de 2024

TODAVÍA NO HABLAN Y YA CONFIESAN A CRISTO

Masacre de los inocentes. Nicolás Poussin

«Nace un niño pequeño, un gran Rey. Los magos son atraídos desde lejos; vienen para adorar al que todavía yace en el pesebre, pero que reina al mismo tiempo en el cielo y en la tierra. Cuando los magos le anuncian que ha nacido un Rey, Herodes se turba, y, para no perder su reino, lo quiere matar; si hubiera creído en él, estaría seguro aquí en la tierra y reinaría sin fin en la otra vida.

¿Qué temes, Herodes, al oír que ha nacido un Rey? Él no ha venido para expulsarte a ti, sino para vencer al Maligno. Pero tú no entiendes estas cosas, y por ello te turbas y te ensañas, y, para que no escape el que buscas, te muestras cruel, dando muerte a tantos niños.

Ni el dolor de las madres que gimen, ni el lamento de los padres por la muerte de sus hijos, ni los quejidos y los gemidos de los niños te hacen desistir de tu propósito. Matas el cuerpo de los niños, porque el temor te ha matado a ti el corazón. Crees que, si consigues tu propósito, podrás vivir mucho tiempo, cuando precisamente quieres matar a la misma Vida.

Pero aquél, fuente de la gracia, pequeño y grande, que yace en el pesebre, aterroriza tu trono; actúa por medio de ti, que ignoras sus designios, y libera las almas de la cautividad del demonio. Ha contado a los hijos de los enemigos en el número de los adoptivos.

Los niños, sin saberlo, mueren por Cristo; los padres hacen duelo por los mártires que mueren. Cristo ha hecho dignos testigos suyos a los que todavía no podían hablar. He aquí de qué manera reina el que ha venido para reinar. He aquí que el liberador concede la libertad, y el salvador la salvación.

Pero tú, Herodes, ignorándolo, te turbas y te ensañas y, mientras te encarnizas con un niño, lo estás enalteciendo y lo ignoras.

¡Oh gran don de la gracia! ¿De quién son los merecimientos para que así triunfen los niños? Todavía no hablan, y ya confiesan a Cristo. Todavía no pueden entablar batalla valiéndose de sus propios miembros, y ya consiguen la palma de la victoria».

(De los sermones de san Quodvultdeus, obispo. Sermón 2 sobre el Símbolo: PL 40, 655).


 

viernes, 27 de diciembre de 2024

PIADOSA MEDITACIÓN SOBRE EL APÓSTOL JUAN

San Juan Evangelista 
de Jusepe Leonardo

«San Juan, eres tú el discípulo del amor. Eres quien ha escrito: ‘El que no ama no conoce a Dios, porque Dios es caridad’.

Pedro es la fogosidad, pero tú eres el amor. Y, sin duda, convenía más Pedro para ser el Jefe de la Iglesia, pero eres tú quien ha seguido a Jesús camino del Calvario.

Y, por ser amante, eres también ‘el discípulo a quien amaba Jesús’. Y cuando hablaba Jesús, tú eras el que primero entendía. En la mañana de la Resurrección, cuando se trataba de ver si la tumba había quedado verdaderamente vacía, eras quien más a prisa corría, y cuando Jesús se apareció al borde del lago, tú fuiste el que dijo primero: ‘Es el Maestro’.

En el Colegio apostólico eres tú la intuición del corazón.

Tu evangelio es el evangelio del amor. Eres quien nos ha transmitido, no solo el discurso anunciando la Eucaristía, sino también el discurso que siguió a la Cena, que es el supremo mensaje del amor.

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San Juan, el más dulce entre los discípulos, en la tradición iconográfica se te simboliza con el águila, el pájaro real que se cierne sobre las cumbres. El vuelo del amor sobrepasa a todos los vuelos.

Y has llegado a vivir más que todos los demás. En tus últimos días, según cuenta la tradición, no tenías ya más que un precepto en los labios: ‘Hijitos míos, amaos los unos a los otros’.

Y por ser el discípulo del amor, ha existido un lazo especial entre la Virgen y tú. A creer todavía en la tradición, es junto a ti a donde vino a consumir sus últimos días en la tierra; a ti es a quien Jesús la confió, tú eras quien nos representaba a todos nosotros cuando desde la cruz musitó, poco antes de expirar: ‘Hijo he ahí a tu madre’ y ‘Madre, he ahí a tu hijo’».

(Jacques Leclercq, Siguiendo el año litúrgico, Madrid 1957, p. 93).


 

jueves, 26 de diciembre de 2024

MISA TRADICIONAL DE NAVIDAD EN SANTIAGO DE CHILE

Nuestra Señora de la Victoria
Santiago de Chile

Publico algunas fotografías de la Santa Misa celebrada ayer, fiesta de la Natividad del Señor, en la iglesia Nuestra Señora de la Victoria de Santiago. La Misa estuvo presidida por el padre Jorge Herrera y concluyó con el siempre emotivo rito de la adoración del Niño-Dios. La belleza de los ornamentos, del canto y de la liturgia en general, parecían unirse al regocijo de los ángeles por el nacimiento del Salvador: Gloria in excelsis Deo et in terra pax hominibus bonae voluntatis.

Es justo manifestar un agradecido reconocimiento a la Asociación Magníficat que por más de medio siglo ha promovido la celebración del Vetus Ordo en Chile; asimismo, al Cardenal Fernando Chomalí por su interés en que no dejen de ofrecerse a los fieles las riquezas litúrgicas contenidas en el misal de 1962 promulgado por San Juan XXIII. Ojalá cada diócesis pudiera ofrecer también el agua cristalina de esta liturgia que apaga la sed de muchos corazones.  

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martes, 24 de diciembre de 2024

«MIRAD QUE TENEMOS A CRISTO CONVERTIDO EN NIÑO; CREZCAMOS CON ÉL»

Pedro Pablo Rubens. Adoración de los pastores

En sus sermones de Navidad San Agustín se complace en presentar el doble nacimiento de Cristo: su nacimiento eterno del Padre y su nacimiento terreno de la Madre. Con su maestría retórica y su sabia piedad, Agustín recrea en hermosos textos la paradoja que la providencia divina ha inaugurado en Belén: Dios se humilla y abaja para ensalzarnos y levantarnos. La contemplación de este proceder divino es camino fácil para cautivar nuestro corazón y ofrecerlo en adoración al Niño-Dios.

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«Yace en un pesebre, pero contiene al mundo; toma el pecho, pero alimenta a los ángeles; está envuelto en pañales, pero nos reviste de inmortalidad; es amamantado, pero también adorado; no halla lugar en el establo, pero se construye un templo en los corazones de los creyentes. Para que la debilidad se hiciera fuerte, se hizo débil la fortaleza. Sea objeto de admiración, antes que de desprecio, su nacimiento en la carne y reconozcamos en ella la humildad, por causa nuestra, de tan grande excelsitud. Encendamos en ella nuestra caridad para llegar a su eternidad». (San Agustín, Sermón 190, 4).

«Al hacerse carne, el Verbo del Padre que hizo los tiempos hizo para nosotros en el tiempo el día de su nacimiento. Por su nacimiento humano quiso reservarse un día aquel sin cuya voluntad divina no transcurre ni un solo día. Existiendo junto al Padre, precede a todos los siglos; al nacer de madre, se introdujo en este día en el curso de los años. Se hizo hombre quien hizo al hombre. De esa manera toma el pecho quien gobierna los astros; siente hambre el pan, sed la fuente; duerme la luz; el camino se fatiga en la marcha; falsos testigos acusan a la verdad, un juez mortal juzga al juez de vivos y muertos, gente injusta condena a la justicia; la disciplina es castigada con azotes, el racimo coronado de espinas, la base colgada de un madero; la fortaleza aparece debilitada, la salud herida, la vida muerta. Ni él que por nosotros sufrió tantos males hizo mal alguno, ni nosotros que por él recibimos tantos bienes merecíamos bien alguno. Con todo, para librarnos a nosotros, a pesar de ser indignos, aceptó sufrir tales ignominias y otras parecidas. Con esa finalidad, el que existía como hijo de Dios desde antes de los siglos sin un primer día, se dignó hacerse hijo del hombre en los últimos días. Y nacido del Padre sin ser hecho por él, fue hecho en la madre que él había hecho. Comenzó a existir aquí al nacer de aquella que nunca y en ningún lugar hubiera podido existir a no ser por él» (San Agustín, Sermón 191, 1).

Francisco Zurbarán. Virgen con el Niño

«Cuando se nos leyó el evangelio, escuchamos las palabras mediante las cuales los ángeles anunciaron a los pastores el nacimiento del Señor Jesucristo de una virgen: Gloria a Dios en los cielos, y paz a los hombres de buena voluntad. Palabras de fiesta y de congratulación no sólo para la única mujer cuyo seno había dado a luz al niño, sino también para el género humano, en cuyo beneficio la virgen había alumbrado al Salvador. En verdad era digno y de todo punto conveniente que la que había procreado al Señor de cielo y tierra, habiendo permanecido virgen después de dar a luz, viera celebrado su alumbramiento no con ritos humanos realizados por algunas humildes mujeres, sino con divinos cánticos de alabanza de los ángeles. Por lo tanto, digámoslo también nosotros, y digámoslo con el mayor regocijo que nos sea posible; nosotros que no anunciamos su nacimiento a pastores de ovejas, sino que lo celebramos en compañía de sus ovejas; digamos también nosotros -repito- con un corazón lleno de fe y con voz devota: Gloria a Dios en el cielo, y en la tierra paz a los hombres de buena voluntad. Meditemos con fe, esperanza y caridad estas palabras divinas, este cántico de alabanza a Dios, este gozo angélico, considerado con toda la atención de que seamos capaces. Tal como creemos, esperamos y deseamos, también nosotros seremos «gloria a Dios en las alturas» cuando, una vez resucitado el cuerpo espiritual, seamos llevados al encuentro con Cristo en las nubes, a condición de que ahora, mientras nos hallamos en la tierra, busquemos la paz con buena voluntad. (San Agustín, Sermón 193, 1)

«El Señor Jesús quiso ser hombre por nosotros. No os parezca vil la misericordia: es la Sabiduría que yace en la tierra. En el principio existía el Verbo, y el Verbo estaba junto a Dios, y el Verbo era Dios. ¡Oh alimento y pan de los ángeles! Tú llenas a los ángeles, tú los sacias sin que sientan hastío; de ti reciben la vida, la sabiduría, la felicidad. ¿Dónde te hallas por mí? En un establo angosto, envuelto en pañales, en un pesebre. ¿Por quién? Quien gobierna los astros toma el pecho; sacia a los ángeles, habla en el seno del Padre y calla en el seno de la madre. Pero, en el momento oportuno, ha de hablar para llenarnos de su evangelio. Por nosotros ha de padecer, por nosotros ha de morir; para dejarnos un ejemplo del premio que nos espera ha de resucitar; ante los ojos de sus discípulos ha de subir al cielo, y del cielo ha de volver para el juicio. Mirad, el que yacía en el pesebre se empequeñeció, pero no desapareció: recibió lo que no era, pero permaneció en lo que era. Ved que tenemos a Cristo convertido en niño; crezcamos con él» (San Agustín, Sermón 196, 3).



 


viernes, 13 de diciembre de 2024

ORACIÓN A SANTA LUCÍA

Imagen: wikipedia.org

Santa Lucía, que de la luz recibiste tu nombre, a Ti confiadamente acudo para que me alcances la luz celestial que me preserve del pecado y de las tinieblas del error.

También te imploro me conserves la luz de mis ojos, con una abundante gracia para usar de ellos según la voluntad de Dios.

Haz, Santa Lucía, que, después de haberos venerado y haber agradecido este ruego, pueda finalmente gozar en el Cielo de la luz eterna de Dios.

 

domingo, 8 de diciembre de 2024

170 AÑOS DEL DOGMA DE LA INMACULADA CONCEPCIÓN

Figuras bíblicas de María. Breve extracto de la Carta apostólica Ineffabilis Deus del beato Pío IX, en la que se proclama el dogma de la Inmaculada Concepción (8 de diciembre de 1854).

«Este eximio y sin par triunfo de la Virgen, y excelentísima inocencia, pureza, santidad y su integridad de toda mancha de pecado e inefable abundancia y grandeza de todas las gracias, virtudes y privilegios, viéronla los mismos Padres ya en el arca de Noé que, providencialmente construida, salió totalmente salva e incólume del común naufragio de todo el mundo; ya en aquella escala que vio Jacob que llegaba de la tierra al cielo y por cuyas gradas subían y bajaban los ángeles de Dios y en cuya cima se apoyaba el mismo Señor; ya en la zarza aquélla que contempló Moisés arder de todas partes y entré el chisporroteo de las llamas no se consumía o se gastaba lo más mínimo, sino que hermosamente reverdecía y florecía; ora en aquella torre inexpugnable al enemigo, de la cual cuelgan mil escudos y toda suerte de armas de los fuertes; ora en aquel huerto cerrado que no logran violar ni abrir fraudes y trampas algunas; ora en aquella resplandeciente ciudad de Dios, cuyos fundamentos se asientan en los montes santos a veces en aquel augustísimo templo de Dios que, aureolado de resplandores divinos, está lleno, de la gloria de Dios; a veces en otras verdaderamente innumerables figuras de la misma clase, con las que los Padres enseñaron que había sido vaticinada claramente la excelsa dignidad de la Madre de Dios, y su incontaminada inocencia, y su santidad, jamás sujeta a mancha alguna».




 

lunes, 2 de diciembre de 2024

ADVIENTO, UN TIEMPO ANHELADO

«Ha llegado, amadísimos hermanos, aquel tiempo tan importante y solemne, que, como dice el Espíritu Santo es tiempo favorable, día de la salvación, de la paz y de la reconciliación; el tiempo que tan ardientemente desearon los patriarcas y profetas y que fue objeto de tantos suspiros y anhelos; el tiempo que Simeón vio lleno de alegría, que la Iglesia celebra solemnemente y que también nosotros debemos vivir en todo momento con fervor, alabando y dando gracias al Padre eterno por la misericordia que en este misterio nos ha manifestado. El Padre por su inmenso amor hacia nosotros, pecadores, nos envió a su Hijo único, para librarnos de la tiranía y del poder del demonio, invitarnos al cielo e introducirnos en lo más profundo de los misterios de su reino, manifestarnos la verdad, enseñarnos la honestidad de costumbres, comunicarnos el germen de las virtudes, enriquecernos con los tesoros de su gracia y hacernos sus hijos adoptivos y herederos de la vida eterna.

La Iglesia celebra cada año el misterio de este amor tan grande hacia nosotros, exhortándonos a tenerlo siempre presente. A la vez nos enseña que la venida de Cristo no sólo aprovechó a los que vivían en el tiempo del Salvador, sino que su eficacia continúa, y aún hoy se nos comunica si queremos recibir, mediante la fe y los sacramentos, la gracia que él nos prometió, y si ordenamos nuestra conducta conforme a sus mandamientos.

La Iglesia desea vivamente hacernos comprender que así como Cristo vino una vez al mundo en la carne, de la misma manera está dispuesto a volver en cualquier momento, para habitar espiritualmente en nuestra alma con la abundancia de sus gracias, si nosotros, por nuestra parte, quitamos todo obstáculo.

Por eso, durante este tiempo, la Iglesia, como madre amantísima y celosísima de nuestra salvación, nos enseña, a través de himnos, cánticos y otras palabras del Espíritu Santo y de diversos ritos, a recibir convenientemente y con un corazón agradecido este beneficio tan grande, a enriquecernos con su fruto y a preparar nuestra alma para la venida de nuestro Señor Jesucristo con tanta solicitud como si hubiera él de venir nuevamente al mundo. No de otra manera nos lo enseñaron con sus palabras y ejemplos los patriarcas del antiguo Testamento para que en ello los imitáramos». 

De las cartas pastorales de San Carlos Borromeo. (Oficio de Lectura, lunes 1ª semana de Adviento,)