El
pasado 26 de noviembre La Nuova Bussola
Quotidiana publicó una editorial del conocido liturgista don Nicola Bux
sobre las tareas más urgentes que, según su parecer, debería enfrentar el
Cardenal Sarah como nuevo Prefecto de la Congregación para el Culto Divino. A
continuación ofrezco una traducción al castellano.
“El
hombre que ora es el hombre por excelencia; es el acto supremo de la
autoconciencia de la fe. El culto es el acto más grande que él puede realizar,
porque lo une de nuevo con el origen, con Aquel que es el creador y el salvador
del hombre.
Pero
el culto católico padece actualmente un desequilibrio entre la forma
comunitaria, que ha crecido desmesuradamente después del Concilio, y la forma
personal, de hecho aniquilada justamente por el excesivo comunitarismo que mata
la participación devota. Este es uno de los problemas que el cardenal Robert
Sarah, nuevo prefecto de la Congregación para el Culto Divino, debería
afrontar. La forma comunitaria, en efecto, expresa la comunión, pero no se
trata de una fusión: el otro permanece como otro, no es absorbido ni reducido,
de modo análogo al misterio de la Trinidad: un solo Dios, una sola naturaleza
divina, pero al mismo tiempo tres personas.
Luego,
por encima de todo, el culto sirve para que el hombre pueda encontrar a Dios;
esa es su misión; sirve para introducir el hombre en la Presencia divina; hoy,
en el tiempo de la descristianización, esto ya no es evidente. Presencia evoca
algo a lo que acercarse, casi como tocarlo, pero que me supera, porque soy
pecador. Entonces se dispara la reacción de Pedro: "Apártate de mí, porque
soy un pecador." Presencia evoca lo "sagrado"; la liturgia es
sagrada, a causa de la Presencia divina. Y esta realidad "sagrada"
parece en ruinas, envuelta también en la crisis de la Iglesia, como ha escrito
Benedicto XVI.
De
este modo, muchos católicos, especialmente entre los jóvenes, simplemente
escapan de la 'liturgia-entretenimiento' -litur-tainment,
la llaman en América, donde el sacerdote imita a un conductor televisivo-, y
buscan el misterio en el majestuoso rito bizantino o en el sobrio rito romano
antiguo. Muchos obispos empiezan a darse cuenta de este fenómeno. Es un nuevo
movimiento litúrgico, en el actual sucederse de generaciones. ¡Dichoso quién se
haya dado cuenta a tiempo! De todo esto, la Congregación para el Culto Divino
debe tomar nota.
Por
otra parte, esta Congregación también es responsable de la “disciplina de los
sacramentos”. Y aquí tocaremos una tecla dolorosa: la indisciplina
generalizada, la falta de fidelidad al rito, que puede incluso afectar la
validez misma de los sacramentos (cfr.
Juan Pablo II, Vicesimus Quintus Annus, 1988), lesionan en la liturgia los
derechos de Dios, además del de los fieles. En la liturgia, la fe y la doctrina,
están mediadas por el rito: per preces et ritus, dice la Constitución litúrgica
(n.48); la fidelidad a los ritos y a los textos auténticos de la liturgia es
una exigencia de la lex orandi que
debe estar conforme con la lex credendi.
El rito, en fin, mide el tiempo de la música y estructura el espacio del arte,
haciéndolos capaces de comunicarle al hombre lo 'sagrado'; por esto poseen una
dimensión apostólica, misionera y apologética. El cardinal Sarah, que ha sido
secretario de Propaganda Fide, lo sabe bien”.
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