«Dije entonces a todas las cosas que están fuera de
las puertas de mi carne: ‘Decidme algo de mi Dios, ya que vosotras no lo sois;
decidme algo de él’. Y exclamaron todas con grande voz: Él nos ha hecho. Mi
pregunta era mi mirada; su respuesta, su belleza».
(San Agustín, Las confesiones,
L 10, c. 6)
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