Pedro Pablo Rubens
La
crucifixión. Detalle
Comparto
una reflexión de San Agustín sobre el misterio de La lanzada. Desde la contemplación llena de asombro, al pie de la cruz, del propio evangelista Juan hasta
nuestros días, la Iglesia no ha cesado de mirar al que traspasaron. La lanzada, en sí misma cruel y deshonrosa, actuó
sin embargo como llave misteriosa que abrió para el mundo los tesoros infinitos del Corazón de Cristo. De esos tesoros que manan del costado
abierto del Redentor vive la Iglesia, y con ellos riega el universo; contemplando esa llaga sangrante, la Iglesia contempla su propia cuna.
***
«V
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inieron, pues, los soldados
y, por cierto, rompieron las piernas al primero y del otro que fue crucificado
con él. En cambio, como hubiesen llegado a Jesús, cuando lo vieron muerto ya,
no rompieron sus piernas; pero uno de los soldados abrió con una lanza su
costado y al instante salió sangre y agua» (Jn 19, 32-24).
El
evangelista ha usado una palabra cuidadosa, de forma que no dijera «golpeó» o
«hirió» su costado, u otra cosa
semejante, sino abrió, para que la
puerta de la vida se abriera allí de donde han manado los sacramentos de la
Iglesia, sin los cuales no se entra en aquella vida que es la auténtica vida.
Esa sangre ha sido derramada para
remisión de los pecados; esa agua prepara la copa saludable; ella proporciona
el baño y la bebida. Esto lo prenunciaba la
puerta que Noé mandó hacer en el
costado del arca, para que por ella entrasen los animales que no iban a
perecer en el diluvio, los cuales prefiguraban la Iglesia. En atención a esto,
la primera mujer fue hecha del costado del marido, que dormía, y fue nominada vida y madre de los vivos, pues antes
del gran mal de la prevaricación significó un gran bien. Aquí, el segundo Adán, inclinada la cabeza,
durmió en la cruz para que de ahí –de
eso que fluyó del costado del durmiente– le fuese formada la esposa. ¡Oh muerte
en virtud de la cual los muertos reviven! ¿Qué más limpio que esa sangre? ¿Qué
más saludable que esa herida?» (San Agustín, Sobre el Evangelio de san Juan CXX, 2)
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