«San Felipe, el venerado apóstol de
Roma, que tuvo la dicha de morir el día mismo del Corpus Christi, yacía sobre
su lecho, extenuado de fuerzas por los males que le afligían; octogenario,
había llegado ya al término de su carrera. No habla el santo anciano; parece
que duerme. Pero no duerme; es que está absorto en Dios; está en espera y
aguarda… De repente un sonido de campanillas lo conmueve… ¡Es el Viático, es el
Señor que viene… el Señor! A este sonido, sus fuerzas retornan, sus miembros
parecen reanimarse; quiere arrojarse del lecho y arrodillarse a toda costa… Y
cuando ve aparecer el Santísimo Sacramento, no es ya hombre de la tierra; en
aquel momento, Felipe Neri es ángel del cielo; diré mejor, es un serafín
herido, un serafín que arde, que grita: ¡He ahí el Amor mío, he ahí el Amor
mío…dadme, dadme el Amor mío! Si nadie hubiese escrito la vida de San Felipe
Neri, esta escena de cielo bastaría para revelarla; bastaría este momento solo
para testificar la virtud de sus gloriosos ochenta años. El último grito de su
vida sería su panegírico más hermoso; y solo el Viático demostraría que era un
gran santo, y especialmente un grande enamorado del Santísimo Sacramento»
(Antonio de Castellammare, El alma eucarística, Ed. Casals, p. 261).
lunes, 26 de mayo de 2025
¡HE AHÍ EL AMOR MÍO, DADME EL AMOR MÍO!
San Felipe Neri
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