Así
responde Santo Tomás de Aquino a la cuestión sobre la conveniencia de que a todo
hombre le sea dado un ángel custodio:
“El hombre se encuentra
en la vida presente como en un camino por el que ha de marchar hacia su patria.
En este camino le amenazan muchos peligros, tanto interiores como exteriores,
según aquello del salmo 141, 4: En la
senda por donde voy me han escondido una trampa. Por eso, así como a los
que van por caminos inseguros se les pone guardias, así también a cada uno de
los hombres, mientras camina por este mundo, se le da un ángel que le guarde.
Pero cuando haya llegado al término de este camino, ya no tendrá ángel
custodio, sino que tendrá en el cielo un ángel que con él reine, o en el
infierno un demonio que le torture” (S. Th.,
I, q.113, a.4 c).
Y
hoy mismo, festividad de los Santos Ángeles Custodios, el Papa Francisco ha
recordado esta doctrina de fe, expresión de la exquisita delicadeza con que la Providencia Divina cuida de sus criaturas, y ha formulado algunas peguntas para despertar en los fieles esta
antiquísima devoción: “Hoy, haría la
pregunta: ¿cómo es mi relación con el ángel custodio? ¿Lo escucho? ¿Le digo
buen día, a la mañana? ¿Le digo: ‘custódiame durante el sueño?’.¿Hablo con él?
¿Le pido consejo? Él está a mi lado. Esta pregunta podemos responderla hoy,
cada uno de nosotros: ¿Cómo es mi relación con este ángel que el Señor ha
enviado para custodiarme y acompañarme en el camino, y que ve siempre el rostro
del Padre que está en los cielos?” (Papa Francisco, Homilía en Santa Marta,
2.X.2014).
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