«Si el hombre se disloca y ya no se aprecia a sí
mismo, la naturaleza no puede prosperar»
Reproduzco
un texto del Cardenal Ratzinger sobre el cuidado del medio ambiente, inspirado en la figura del gran santo de Asís.
De sus palabras cabe deducir una importante lección: un ecologismo ideológico y
ateo termina por dejar al hombre y su entorno en un ambiente de asfixia existencial.
«C
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onsideremos
la cuestión del medio ambiente. En este punto quisiera contar antes que nada
una pequeña historia. Francisco pidió al hermano que cuidaba el huerto que ‘no destinase toda la tierra para
hortalizas comestibles, sino que dejara un trozo de tierra para plantas
frondosas, que en su momento produjera flores para los hermanos por amor de
quien se llama Flor del campo y lirio de
los valles’ (Cant 2,1). Del mismo modo quería que se
dispusiera siempre un rincón especialmente bonito para que, al ver las flores,
los hombres se entusiasmaran en todo instante para la alabanza divina, ‘pues toda creatura pregona y clama: «¡Dios
me ha hecho por ti, oh hombre’!» (Espejo de perfección, XI, 118). En esa
historia no se puede dejar de lado sin más trámite lo religioso como asunto
superado, para asumir solamente el rechazo del vil utilitarismo y la
conservación de la variedad de las especies. Si eso se quiere, se está haciendo
algo totalmente distinto de lo que hacía y quería Francisco. Pero, sobre todo,
en esta historia no se percibe nada de resentimiento contra el hombre como
supuesto perturbador de la naturaleza, resentimiento que hoy resuena en tantos
discursos a favor de la naturaleza. Si el hombre se disloca y ya no se aprecia
a sí mismo, la naturaleza no puede prosperar. Muy por el contrario: el hombre
tiene que estar en coincidencia consigo mismo; solo entonces puede entrar en
coincidencia con la creación, y ella con él. Pero solamente podrá alcanzar esto
si se halla también en coincidencia con el Creador, que ha querido la
naturaleza y nos ha querido a nosotros. El respeto por el hombre y el respeto
por la naturaleza forman una unidad, pero ambos únicamente podrán prosperar y
encontrar su norma propia si respetamos en el hombre y en la naturaleza al
Creador y su creación. Solo desde él pueden unirse hombre y naturaleza.
Ciertamente no recuperaremos el equilibrio perdido si nos negamos a avanzar en
este punto. Por eso tenemos motivos más que suficientes para dejar que
Francisco de Asís nos llame a la reflexión y nos acompañe en el camino».
(Joseph Ratzinger, Benedicto XVI, El
resplandor de Dios en nuestro tiempo. Meditaciones sobre el año litúrgico,
Ed. Herder, España 2008, p. 277).
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