Dignas
de encomio resultan las palabras que Tomás Moro dirigió a sus jueces cuando
dictaron sentencia de muerte en su contra y le preguntaron si aún deseaba
añadir algo en su defensa. El santo mártir, como un gigante delante de frágiles
marionetas, comentó: "No más que lo siguiente: Como podemos
leer en los Hechos de los Apóstoles, Pablo estuvo presente en la muerte de San
Esteban y guardó la vestimenta de los que le apedreaban. A pesar de ello, ambos
son hoy en día santos en el cielo y serán allí amigos para siempre. Así, yo
espero -y rezaré de todo corazón por ello-, que, aunque me hayáis condenado
aquí en la tierra, nos encontraremos para nuestra eterna salvación en el
cielo". Santo Tomás Moro,
como es habitual en la historia de los mártires de la Iglesia, también se hizo
eco de la plegaria misericordiosa de su amado Maestro cuando pendía en la Cruz:
“Padre,
perdónales, porque no saben lo que hacen” (Lc 23, 34).
No hay comentarios:
Publicar un comentario