La devoción a San José ha marcado profundamente el
alma de muchos santos. Es el caso de San Josemaría Escrivá, cuya veneración por
el Santo Patriarca creció hasta el fin de sus días, y siempre muy unida a su amor por la Sagrada Familia de Nazaret. «La devoción
a san José en el fundador del Opus Dei –se lee en el diccionario a él dedicado-
estaba íntimamente unida a la devoción a la Sagrada Familia, en cuya
inseparabilidad insistía. Jesús, María y José formaban una familia unida a la
que con frecuencia llamaba trinidad de la tierra: ‘Entre los bienes que el
Señor ha querido darme, está la devoción a la Trinidad Beatísima: la Trinidad
del cielo, Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo, único Dios, y la
trinidad de la tierra: Jesús, María y José. Comprendo bien la unidad y el
cariño de esta Sagrada Familia. Eran tres corazones, pero un solo amor’.
Por eso conviene mantenerlos unidos también en la vida interior, según un
itinerario de la vida espiritual que va desde la trinidad de la tierra
hasta la Trinidad del Cielo: ‘A través de Jesús, María y José, la
trinidad de la tierra, cada uno encontrará su modo propio de acudir al
Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, la Trinidad del Cielo’»
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